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miércoles, 14 de agosto de 2013

UN DIAMANTE AL ROJO VIVO (Donald E. Westlake)

Donald E. Westlake (1993-2008), natural de Brooklin fue el primer escritor en introducir el humor en el género negro. Crea lo que podemos llamar la "comedia negra". Sus novelas de la serie John Dortmunder, del que hablaremos más adelante, son un dechado de originalidad e imaginación desbordante.
Westlake conjuga en su obra unos argumentos sólidamente construidos con unos personajes inolvidables, hilarantes e ingeniosos. Sobre la base de una buena historia que intenta poner en solfa la soledad del individuo, el lado corrupto de las instituciones policiales y el sentido caótico de la sociedad, deambulan unos personajes, normalmente gente marginal, que da como resultado un producto de calidad contrastada, que sitúa a Westlake en la cumbre de la novelística norteamericana del género.
John Dortmunder de 37 años, acaba de salir de la cárcel. Dortmunder no es sólo un planificador de atracos, es el mejor. Ladrón y gafe profesional, es hábil y minucioso. Siempre fracasa. Opinaba Westlake al respecto de su personaje que "Cuando Dortmunder se levanta sabe que lo que siempre teme sucederá". Un diplomático de un país africano le contrata para recuperar un fabuloso diamante, el Balabomo, de gran significado religioso para su país. La banda que pone en marcha Dortmunder es asombrosa. Sin embargo el diamante se muestra esquivo. Los intentos por recuperarlo, a cual más hilarante, lleva al grupo al asalto de un centro de convenciones, una cárcel, una comisaría de policía, un manicomio y un banco. En su odisea llegan a utilizar un helicóptero, una vieja locomotora y hasta llegan a robar un avión con el que aterrizan en una autopista en construcción. Dortmunder y su banda no aciertan una y al diamante no hay quien le eche el lazo.

"...
Entonces en alguna parte del edificio hubo una explosión. El subcomisario pegó un brinco.
-¡Dios mío!. ¿Qué ha sido eso?.
-Una explosión señor- dijo el agente encargado de los teléfonos.
Hubo otra explosión.
-Dos explosiones señor - dijo el agente encargado de la radio.
Hubo una tercera explosión. Otro agente entró corriendo y gritando:
-¡Bombas!. ¡En la calle!.
El subcomisario dio un paso rápido a la derecha y luego un rápido paso a la izquierda.
-¡La revolución! - balbuceó. es una revolución. Siempre empiezan por las comisarías.
Otro vigilante entró corriendo y gritando:
-¡Gases lacrimógenos en la caja de la escalera, señor!. ¡Y alguien ha volado la escalera entre el cuarto y el quinto piso!.
-¡Movilización! - chilló el subcomisario -. ¡Llamen al gobernador!. ¡Llamen al alcalde! - Se colgó del teléfono - ¡Hola, hola!. ¡Emergencia!.
Otro vigilante entró corriendo y gritando:
-¡Señor, hay un incendio en la calle!.
-¿Un qué?. ¿Un qué?.
-Una bomba ha estallado en un coche que estaba aparcado. Se está quemando.
-¿Bombas?. ¿Bombas?. - El subcomisario miró el teléfono que seguía teniendo en la mano, luego lo apartó como si le hubieran crecido dientes. - ¡Preparen las armas antidisturbios!. - gritó -, ¿Evacuen todo el personal al primer piso!. ¡Quiero un voluntario para llevar un mensaje, tendrá que cruzar las líneas enemigas!.
-¿Un mensaje , señor?. ¿Para quién?.
-Para la compañía telefónica, ¿a quién si no?. ¡Tengo que hablar con el comisario!.

Toda una serie de situaciones rocambolescas, de ángulo cómico, hacen de "Un diamante al rojo vivo" un mito de la novela negra. 

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