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Ralph
Carston de veintitrés años comparte piso con Mona Matthews en una manera como
otra cualquiera de ahorrar gastos. Mona y Ralph son dos de los miles de jóvenes
que abandonan su casa en cualquier pueblo de Estados Unidos para buscar
trabajo, dinero y fama en Hollywood. La tierra prometida. La Meca del cine. En
Hollywood a nadie le importa lo que hacen los demás. Al caer la noche la ciudad
se vuelve misteriosa y se llena de encanto, se convierte en la cuna de los
milagros, allí donde hoy eres pobre y desconocido, y mañana, rico y famoso.
Transcurren los años treinta; los años dorados del celuloide, pero también los
de la Gran Depresión y la corrupción política. La sociedad norteamericana, además,
anda agitada en el apoyo a los republicanos españoles y en el rechazo a la
expansión del imperio hitleriano.
En
los pueblos del interior del país todo el mundo se acuesta temprano para iterar
por las mañanas la misma tarea repetitiva y
estar siempre pendiente del quehacer ajeno. No ocurre lo mismo en
Hollywood. Allí cada uno procede a su libre albedrío. Así amonesta Mona a Ralph
sobre el particular: «-¡Eres un completo imbécil! Escúchame... Si a ella no le
importa, a ti tampoco debería. Si montas
una escena por esto será mejor que hagas el equipaje y te olvides.
Quieres hacer películas, ¿no?» En Hollywood todo es posible, desde acabar en la
cárcel por desacato a un juez hasta encontrarte en una fiesta en Beverly Hills
rodeado de estrellas de cine, periodistas y famosos. No es impensable asimismo
tropezarte con una vida de lujo siendo gigoló de compañía de una señorona rica.
En cambio, el sueño de triunfar como actor resulta más difícil de alcanzar.
Incluso el simple hecho de encontrar un insignificante papel de extra resulta altamente
complicado. Y más si se tiene, como Ralph, ese acento sureño, de Georgia, que
tan mal da en pantalla; téngase en cuenta que acaba de nacer el cine sonoro... Es
por ello que la mayoría de los días no sabes cómo ingeniártelas para conseguir
unos dólares y poder pagar el alquiler.
En
sus pueblos de origen, por supuesto, todos saben –ya que eso es lo que cuentan
Ralph y Mona en sus cartas- que ellos son unos triunfadores y unos actores de
éxito. La realidad es muy distinta, por eso uno acaba pensando que mejor les
hubiera ido si se hubiesen quedado en casa. Pero volver es ya imposible...
“Debería
haberme quedado en casa” (1937) es una novela que pone al descubierto las miserias de
Hollywood, una ciudad cruel y agresiva, tan violenta que es incluso capaz de
asesinar.
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