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sábado, 27 de junio de 2015

PIERRE LEMAITRE: «EL CONTADOR DE HISTORIAS»

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Lemaitre (París, 1951) no comenzó a escribir hasta los 56 años –"Era muy joven", bromea cuando se lo recuerdan- y con 63 y un puñado de novelas negras a sus espaldas su vida dio un cambio. En noviembre de 2013, con el relato “Au revoir là-haut” (Nos vemos allá arriba), obtuvo el reconocimiento mundial con la obtención del premio más prestigioso de las letras francesas, el Goncourt. Este premio, según sus propias palabras, no es un galardón literario cualquiera, “Es un símbolo, un emblema. Es un sunami”.

Sin embargo no todo fueron parabienes para Lemaitre. Con un puñado de novelas negras a sus espaldas en el momento de obtener el premio, su fortuna  le llevó a ser considerado como un traidor por los autores del género. “El día que me dieron el Goncourt le dije a un periodista: «Soy un autor de novela policial». Y me dije a mi mismo: habrá compañeros que me comentarán algo. Nada, de nada, de nada. Quince meses después, nada. Creo que puedo entenderlo. Es el efecto gueto: cuando formas parte de un género al que le dicen que no puede tener buenos escritores, y uno de ellos se sale y es reconocido, piensas que ha traicionado al grupo, que incluso ha utilizado a la familia para ganar galones y luego la ha abandonado porque cree que vale más que el resto".

Pierre Lemaitre nació en París el 19 de abril de 1951 y pasó su juventud entre Aubervilliers y Drancy, en casa de familiares. Estudió psicología e hizo gran parte de su carrera en la formación profesional de adultos, enseñando comunicación y cultura general, y literatura destinada a bibliotecarios. Lemaitre se hizo popular entre los aficionados del género negro gracias a la trilogía de Camille Verhoeven. “Travail soigné” (2006) -publicada en español con el título de “Irene”- marca el comienzo de su serie policial que tiene como protagonista a  Verhoeven, comandante de la Brigada Criminal de París. Verhoeven ha nacido hipotrófico y su estatura no llega al metro y medio –sólo mide 1,45, para ser exactos-. Intentó dedicarse a la pintura, luego estudió Derecho y finalmente entró en la policía nacional. Es soltero, discreto y altamente meticuloso; es todo cólera y sentimientos encontrados y comparte con el escritor una contemplación atroz de la vida. “A mi personaje me unen el dolor y una visión tremenda de la vida”.

Tres año más tarde, en 2009, Lemaitre publica su segunda novela, “Robe de marié” (Vestido de novia). En ella cuenta la historia de Sophie, una treintañera demente, que se convierte en una criminal en serie que no recuerda nunca a sus víctimas.

Lemaitre aborda la intriga social con “Cadres noires”, en 2010, novela que pone en escena a un ejecutivo en paro que acepta participar en un juego de rol en forma de toma de rehenes. En su cuarta novela, “Alex”, -segunda de la serie Verhoeven- la heroína es a la vez víctima y asesino, dándole la vuelta a la relación del lector con el personaje. “Les grands moyens” es una novela digital por entregas, que sigue la estela del policía Camille Verhoeven, protagonista de una serie que se inició con la citada “Irene”, siguió con “Alex” y parecía haber terminado con “Sacrifices”, en 2012. Pero posteriormente, Lemaitre publicó Rosy & John (adaptación al papel de “Les grands moyens”), añadiendo un cuarto volumen a la trilogía.

Antes de alzarse con el Goncourt, Lemaitre había ganado ya varios premios con sus novelas policíacas. Cuando concibió “Vestido de novia”, un thriller escalofriante, su deseo era  escribir “una novela de la que Alfred Hitchcock hubiese podido decir: «Tengo que hacer esta película».” Para el escritor la literatura de género negro tiene un problema y es que “La estructura del policial tiene que ser compleja y eso hace que los escritores gasten una energía tremenda en que la historia encaje y no en los personajes. Se fijan más en lo que se dice que en cómo se dice.”

“Au revoir là-haut” (Nos vemos allá arriba), 2013, marca un cambio importante en su obra. Abandonando el género policíaco, Lemaitre permanece fiel al espíritu de sus primeras novelas, con una historia estremecedora ambientada en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial. El jurado del Goncourt calificó el libro de “popular”, adjetivo con el que Lemaitre está de acuerdo, aunque no deja de reconocer que, en Francia, “el término popular siempre tiene la connotación de populista”. Es decir, los lectores pueden ver la obra como demagógica, extremadamente simple. Sin embargo, en su opinión, la literatura popular “puede gustar a todo el mundo, pero no por las mismas razones. Creo que en «Nos vemos allá arriba» un adolescente puede leer la novela en busca de la aventura; un segundo círculo de lectores puede interesarse por el fondo social y político, y un tercero podría darse cuenta de que el capítulo diez empieza con una parodia de Marcel Proust".

En Francia, se han vendido más de medio millón de ejemplares de esta novela que se ha traducido ya a diez lenguas y está en proceso de aparecer en otros dieciocho idiomas. Hay, además, una adaptación cinematográfica en marcha con un guion en el que participará el propio Lemaitre.
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miércoles, 24 de junio de 2015

POR AMOR A IMABELLE. (Chester Himes)

POR AMOR A IMABELLE (A Rage in Harlem)
Chester Himes
TRADUCCIÓN: María Dolores Ábalos
EDICIONES AKAL, S. A., 2009
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Jackson es un negro gordinflón, con encías moradas y dientes blancos como perlas, que trabaja para un empresario de pompas fúnebres. Jackson está perdidamente enamorado de  Imabelle, una joven de labios carnosos, cuerpo ardiente y piel canela, de pícaros ojos castaños y amplias caderas, quien le ha presentado a un hombre –Hank- que es capaz de aumentar el valor del dinero; convierte los billetes de un dólar en billetes de diez y, a su vez, éstos en billetes de cien. Jackson invierte los ahorros de toda una vida –mil quinientos dólares, en ciento cincuenta billetes de diez- en el procedimiento de Hank, una fórmula de invención propia para tratar químicamente el papel, que le debe reportar quince de los grandes. La tal fórmula consiste en introducir el dinero en el horno de la cocina de su casera y esperar... sólo que esta vez la espera termina con una explosión de tal potencia que la puerta del horno queda desvencijada. -¡Has sido tú, cabrón! ¿Me has reventado la cocina!-, exclama la casera cuando descubre el entuerto. A partir de ese momento todo va de mal en peor para Jackson. Un policía corrupto se presenta en el lugar de los hechos y le levanta doscientos dólares por evitarle el incómodo “placer”  de pasar la noche en chirona. Los doscientos dólares, como no, salen de la caja fuerte de su jefe, el empleado de pompas fúnebres. La diferencia del robo –que asciende a quinientos dólares- la invierte en un garito de juego y...  y Jackson se encuentra sin trabajo, sin dinero y sin Imabelle. Desesperado por buscar solución a sus males recurre a su hermano Goldy, quien cree poderle ayudar. Goldy, monja de día y mujer respetable de noche,  vive con otros dos colegas en la planta baja de una antigua mansión de piedra. Los tres se disfrazan de mujer y viven de su ingenio.

Jackson, su hermano Goldy, varios matones, ciertos líderes religiosos y madamas de las calles de Harlem pueblan las páginas de esta breve novela. El trazado es hábil, con una fijación perfecta y convincente de las piezas y un ritmo constante. La secuencia descriptiva de lugares y circunstancias refleja vivamente la desesperación y la crueldad de la vida de todos aquellos que se ven atrapados por la injusticia social. La obra está llena de humor, humor tras el que subyace una rabia contenida por la difícil situación de los personajes de color que respiran en la pobreza y la desesperación bajo las diferentes leyes de los blancos. Es por ello que la hilaridad que se  desprende de sus páginas coge desprevenido en multitud de ocasiones al lector. La inocencia de Jackson, en una sociedad de oportunistas avezados y violentos, hace que la conciencia social de la novela se convierta en molesta e incluso, por momentos, en demasiado explícita. Atrapados dentro de los límites asfixiantes de una comunidad caníbal –la sociedad blanca- los hombres y mujeres de Harlem –en general, la colectividad negra- es incapaz de detener un fenómeno, el racismo, que se encuentra tan arraigado y adquiere tan gran alcance, que no tienen más remedio que recurrir a una delincuencia que no puede reportarles un final feliz.

Dos detectives negros, Coffin (Ataúd) Ed Johnson y Grave Digger (Sepulturero) Jones, se involucran en la búsqueda de los autores de la estafa. Aunque el libro es considerado como el primero de la serie sobre Harlem, donde estos detectives desempeñan un papel protagonista, en esta novela su presencia es precaria y hasta cierto punto testimonial. Sin embargo, su alegoría como detectives negros encargados de mantener la delincuencia, el sexo y la violencia bajo control en Harlem, es fundamental, tanto en términos de acción como de la moral subyacente.

La versión que Himes hace de Harlem es la de un lugar donde las pasiones turbulentas -tanto la violencia como los actos sexuales- pueden entrar en erupción con un solo latido del corazón, o con el simple accionamiento de una navaja. En su novela, por momentos, el sexo y la violencia se dan la mano.

  • «El alarido de Goldy se  confundió con el aullido de la locomotora cuando el tren pasó por encima de sus cabezas sacudiendo todo el barrio. Sacudiendo a los negros que dormían en camas  llenas de piojos. Sacudiendo los huesos decrépitos, los músculos doloridos, los pulmones tuberculosos y los fetos inquietos de las chicas solteras. Sacudiendo el yeso de los techos y el mortero de los muros de ladrillo. Estremeciendo a las ratas de los pasadizos y a las cucarachas que se arrastran por los sumideros de las cocinas  y por las sobras de comida y a las moscas dormidas que, formando masas informes como las abejas, hibernan en los marcos de las ventanas. Sacudiendo a las chinches, gordas y saciadas de sangre, que explotan la piel negra. Haciendo saltar a las pulgas. Estremeciendo a los perros y los gatos dormidos sobre mugrientas esteras. Desatascando los retretes obstruidos por las inmundicias.»

Coexisten con los anteriores otros instantes en que Harlem se representa en términos que combinan una huella de realismo con una pizca de surrealismo daliniano:

  • «Mirando hacia el este desde las torres de la iglesia de Riverside, asentada en medio de los edificios universitarios, a orillas del río Hudson, se divisa un valle muy al fondo, en el que las olas de las azoteas falsean la perspectiva como la superficie del mar. Bajo esa superficie, en las turbias aguas de las fétidas viviendas, hay una población de negros convulsos que, en su desesperación por vivir, se asemejan a un voraz hervidero de millones de peces caníbales hambrientos. Ciegas fauces devoran sus propias entrañas. Quien meta ahí la mano saca un muñón.
    Eso es Harlem.»
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lunes, 22 de junio de 2015

ENTRE HÉROES Y VILLANOS

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Mi infancia se desarrolló en una época donde los únicos medios de evasión de la realidad existentes eran los tebeos, y en la que el cine era el espectáculo y la diversión en el que todos y todas participaban. El patio de butacas, el gallinero, el acomodador, las proyecciones de verano, el cine ambulante, aquellas películas...

Fui un niño imaginativo. Leo mucho. Me metí en la novela negra cuando tenía siete u ocho años. Mis primeros recuerdos literarios -al margen de la historieta-, esos retazos breves, atemporales..., más bien, imágenes aisladas, inconexas, envueltas en la neblina de la lejanía, hacen referencia a las novelas de Agatha Christie. Como todo niño de mi edad quería emular a mis héroes figurados. Por desgracia, en la ciudad en la que crecí nadie estaba interesado en participar.

Mirando hacia atrás, todavía no puedo entenderlo. ¿Qué tipo de persona es capaz de perder su tiempo contemplando como una anciana pasa la tarde sentada en una mecedora tejiendo una bufanda mientras trata de averiguar quién envenenó al vicario de St. Mary Mead? Posiblemente alguien como yo.

Afortunadamente un par de años después (y por el bien de la salud mental de mi padre cuyos gustos literarios derivaban por otros derroteros) había descubierto que los estadounidenses también escribían novela negra. Y lo hacían en escenarios diferentes. Eran ruidosos. Eran temerarios. Los perfiles difuminados de sus edificios, sus calles tortuosas y desiertas, sus antros tenebrosos, los coloridos letreros de neón, el sonido de un coche policial, la sombra de una figura solitaria que vaga en busca de un bar donde cobijarse, sus damas acicaladas de armiño y aliñadas con lápiz labial de color sangre y el desgarrador grito -elegíaco y gutural- de una cantante de color eran las candilejas con que alumbraban sus historias. Ocurrió todo así..., puro encanto americano.

En definitiva, no quise ser la señorita Marple nunca más. Aspiraba arrogarme la piel de Philip Marlowe. O la de Sam Spade. Deseaba poder ser capaz de derrotar a un malhechor de un golpe grávido y rotundo o decir algo ingenioso a las mismas puertas de la muerte. Ambicionaba conducir un coche que ronroneara a lo largo de las calles. Suspiraba poder sonreír y, asumiendo la personalidad de Spade, con voz afable y dulce, espetarle a la Brigid O´Shaughnessy de turno aquellas dantescas palabras: «Sí, voy a entregarte. Lo más probable es que te condenen a cadena perpetua. Eso quiere decir que saldrás dentro de veinte años. Eres un ángel. Yo te estaré esperando. Y si te cuelgan, te recordaré siempre.»

A medida que los años han ido pasando y he buceado en las diversas escuelas de la novela negra repartidas por todo el mundo, tengo cada vez más claro que los límites entre sus singularidades se han ido difuminando. Hoy el mejor de los escritores británicos de crimen puede ser considerado tan temerario y agresivo como cualquier americano. Los escandinavos engendran actualmente noir tan duro que, alegóricamente, puede ser utilizado para doblar herraduras.

No siempre fue así. Las escuelas estadounidenses y británicas solían ser polos opuestos. Ambas eran amenas, pero de una manera muy diferente. En la narrativa británica, un crimen era una aberración. Era algo que alteraba el equilibrio de las cosas y, como no, gravitaba sobre la gente malvada. El asesino se servía de venenos complicados, de coartadas ingeniosas y de un número asombroso de artimañas. Acontecía en casas señoriales dispuestas en bonitos pueblos rurales y era resuelto por un personaje presuntuoso de la clase media que podía satisfacerlo todo en el tiempo que se tarda en resolver un crucigrama u hornear unos bollos.

En las novelas americanas, el crimen formaba parte de la vida misma. La gente decente podía acabar con un agujero en sus entrañas con tanta facilidad como alguien podrido hasta la médula, y el héroe que ordenaba las piezas tenía un regusto por el whisky, una debilidad por las mujeres, y un suministro de réplicas ingeniosas que iban más allá de lo medianamente aceptable para cualquier individuo avezado en tales artes.

Como cualquier adolescente, yo tenía claro lo que prefería. Admiraba la novela negra británica tradicional y su complejidad, pero sus personajes parecían tan unidimensionales y sus héroes tan insufriblemente ricos y engreídos que me sentí inmediatamente atraído por un mundo donde los adalides podían manifestarse en un momento y ser arrastrados por una lluvia de balas al día siguiente. Un universo de cuchillos de hoja afilada y neumáticos rechinantes, de bares llenos de humo y putas con medias de seda, rímel en los ojos y corazones de oro.

Actualmente las diferencias entre ambas escuelas han aminorado. La escritura criminal británica se ha alejado de aquellos cuentos acogedores junto a la chimenea y de los insondables misterios en habitaciones cerradas. Hoy sus crímenes son brutales. Son difíciles. Están posicionados en el mundo real y no hacen distinciones de clase y género. El héroe y el villano no se reconocen a sí mismos unos a otros, y las personas honradas e inocentes mueren de forma horrible.

La corriente americana también ha cambiado. La docena de personajes que, en épocas pasadas, era golpeada constantemente en cada novela por la desgracia se ha reducido. El grado de corrupción policial no alcanza actualmente la disparatada cota establecida por Nick Corey en «1280 almas». La tramitación y el costo de tiempo para la resolución de un delito se han orientado en términos procedentes. Los resultados de cualquier examen criminológico pueden tardar, a lo sumo, algunos días en volver del laboratorio forense y son cada vez menos los alientos humorísticos en las escenas de un crimen. No sé si es deliberado. Simplemente todo parece ser cada vez un poco más creíble.

El mundo es más pequeño desde los años 50. Sabemos más sobre otros países y sus culturas y, también, sobre sus crímenes. Somos un crisol homogeneizado de grandes corrupciones, miedos y nociones de justicia. Y todo ésto lo convierte en un lugar muy interesante para leer la novela negra. Ha pasado una buena cantidad de años y Brigid O´Shaughnessy sigue encerrada en las páginas de un libro; sin embrago yo todavía recuerdo aquellas crueles palabras: «Sí, voy a entregarte...» 
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sábado, 20 de junio de 2015

EL PENSAMIENTO DE LORENZO SILVA EN PALABRAS

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http://www.lorenzo-silva.com/

  • Cuando ganas dinero es casi como si fueras mayor.
  • Cada uno tiene su camino, nunca vayas por el camino de otro.
  • Lo malo del trabajo no es trabajar, sino pensar que estás trabajando.
  • Llega un momento en el que te haces inmune a la voz de tu madre. Es normal, se llama supervivencia.
  • Ya se sabe que todos somos iguales ante la ley, pero la igualdad de unos es más evidente que la de otros.
  • Y el tigre saltó, mientras la golondrina se mojaba las alas en oscuros estanques, al otro lado del mundo.
  • Han enseñado a la gente a necesitar demasiadas fruslerías. Me temo que el noventa y cinco por ciento de la población de Europa occidental aceptaría la destrucción del planeta a cien años vista si ése fuera el precio de poder seguir teniendo lavadora.
  • Después de tantos años llevando asuntos tristes, he aprendido que uno tiene que mantener una reserva de humor para no perder las ganas de vivir y no tratar inhumanamente a la gente que por hache o por be, se cruzan en el camino de un investigador de homicidios.
  • Los muertos al principio huelen como los vivos, luego huelen a rayos y al final no huelen a nada. Por regla general, a nosotros no nos los dan hasta que no han pasado a la tercera fase. Sólo un tonto seguiría un rastro que ya no huele.
  • -No sólo es que trabaje a gusto con ella, que no lo niego. Es que me parece la mejor para esta clase de casos. - ¿Ah sí? ¿Y eso por qué? -Porque no se rinde nunca. -Sí, es dura la Chamorrito. Una tía con un par de cojones.
  • (...) Ahí estaba, la raya que separaba el este del oeste, Barcelona de Madrid, mi ayer de mi presente y mi futuro. Después de todo, aquella divisoria trazada sobre el globo terráqueo no era más que una convención, decidida hace ya mucho por gente que había muerto.
  • -Bienvenido al circo brigada. Le aseguro que no se va a aburrir. De eso no me cabía duda. Lo que me preguntaba era si me tocaría hacer de payaso como de costumbre, o de comida para el tigre.
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jueves, 18 de junio de 2015

CARICATURA EN NEGRO: PETROS MÁRKARIS

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PETROS MÁRKARIS

Petros Márkaris, nacido en Estambul en 1937, estudió ciencias económicas en Viena y en Stuttgart, y posteriormente emigró a Atenas, donde reside en la actualidad con su inmenso gato, al que llama cariñosamente “Gordo”. Guionista de televisión y autor teatral, ha tomado parte en diversos guiones del cineasta griego Theo Angelópoulos, como da fe el realizado para «La mirada de Ulises». Es autor de los ensayos recogidos bajo el título de «La espada de Damocles», que giran en torno a la crisis griega. La fama la ha alcanzado con la serie de novelas policiacas protagonizadas por el punzante y políticamente desorientado comisario griego Kostas Jaritos, que ha recibido galardones tales como el Pepe Carvalho, el Premio Negra y Criminal 2011 y el Point du Polar Européen 2013: «Noticias de la noche», «Defensa cerrada», «Suicidio perfecto», «El accionista mayoritario», «Muerte en Estambul», «Con el agua al cuello», «Liquidación final», «Pan, educación, libertad» y «Hasta aquí hemos llegado» conforman una serie de nueve entregas, en la Márkaris ofrece al lector una acidulada y sombría visión del trágico día al día a que se ven sometidos los ciudadanos griegos, al tiempo que intenta interpretar las causas de la cruel situación que vive el país. 
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UNA INVESTIGACIÓN FILOSÓFICA. (Philip Kerr)

UNA INVESTIGACIÓN FILOSÓFICA (A Philosophical Investigation)
Philip Kerr
TRADUCCIÓN: Mauricio Bach
EDITORIAL ANAGRAMA, S. A., 2015
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Londres, año 2013. El gobierno del Reino Unido ha puesto en marcha en fase experimental el Programa Lombroso que mantiene una base de datos de todos los ciudadanos potencialmente predispuestos a cometer crímenes violentos. Los asesinatos en serie se han convertido en un hecho aterradoramente común en Gran Bretaña. No en vano un psicópata está dejando un macabro rastro de sangre por toda la ciudad. Lombroso es una máquina basada en el viejo tomógrafo de emisión de protones cualificado para determinar qué individuos del sexo masculino poseen un cerebro capaz de concentrar potenciales reacciones de agresividad, con el objeto de ofrecer terapia y asesoramiento psicológico a todos ellos. La inspectora jefe Isadora «Jake» Jakowicz -licenciada en psicología por la Universidad de Londres-, encargada del caso, descubre que el asesino responde al nombre en clave de Wittgenstein y sus nueve víctimas, por orden cronológico, a los de Darwin, Byron, Kant, santo Tomás de Aquino, Spinoza, Keats, Locke, Dickens y por último, aunque con parejos méritos, Bertrand Russell. Son éstos, nombres en clave utilizados para preservar la identidad de las personas fichadas en el programa. Pero a Wittgenstein no le convencen todas las garantías de confidencialidad que ofrece el programa y no tarda en percatarse de que si alguien es capaz de penetrar en la base de datos del Lombroso y robar información confidencial referente a su persona, él puede hacer otro tanto. Así logra infiltrarse en el sistema informático del programa y acceder a las verdaderas identidades de las personas  fichadas y en nombre del bien común pasaportar a todas y cada una de ellas a mejor vida. A la vez convierte sus asesinatos en proposiciones  filosóficas y provoca a la policía mediante una parodia de «El asesinato considerado como una de las bellas artes» de Thomas Quincey y obliga a la inspectora Jakowicz a seguir sus reglas de juego, a cuestionarse su idea del bien y el mal y a admitir que la personalidad de un psicópata tiene rasgos fascinantes.

En una narración en tercera persona Kerr concilia la acción con mensajes personales del asesino, misivas que se interpolan entre manifestaciones y pensamientos filosóficos, principalmente centrados en Wittgenstein y otros filósofos de la talla de T.S. Eliot y Bertrand Russell. No obstante uno no deja de sorprenderse ante la curiosa interpretación que «Wittgenstein» ofrece del asesinato: «La afirmación de uno mismo mediante la negación del otro. La creación de uno mismo mediante la aniquilación. Y cuanto más peligrosos son para la sociedad esos otros que deben ser destruidos, mayor es esta creación de uno mismo, ya que en este caso el asesinato obedece a un fin bien preciso». El personaje parece unas veces un visionario, otras un brillante erudito y, la mayoría de las veces, un presuntuoso sin remedio.

“Una investigación filosófica” comienza con la autopsia de una mujer llamada María Woolnoth, nombre famoso porque St. María Woolnoth es una iglesia anglicana en la ciudad de Londres, diseñada por Nicholas Hawksmoor, ubicada en la esquina de Lombard Street y King William Street, cerca del Banco de Inglaterra. TS Eliot se refiere a la iglesia  en su obra cumbre “La tierra baldía”, uno de los poemas que más han influido en la literatura inglesa del siglo XX. Cerca del final del primer capítulo, se obtiene la siguiente descripción fotográfica: "Ningún asesinato es comparable en brutalidad a lo que se lleva a cabo sobre una mesa de autopsia: un corte limpio, desde la barbilla hasta la pelvis, y todos los órganos y la estructura ósea son separados de la carne, como si de una maleta registrada minuciosamente por unos aduaneros se tratase.” Tales símiles Chandlerianos abundan en el estilo de Philip Kerr. En detalles como éste se fundamenta una gran parte del humor negro que acompaña su obra.

La opinión de Kerr respecto a los principios de su libro se resumen en estas palabras: «Una investigación filosófica» es la mejor novela negra que he escrito y se sitúa probablemente muy por delante de su tiempo. Pero es difícil ver que ésto tenga algo que ver con lo que hago ahora. Como alguien que ha estudiado la filosofía en un postgrado, quería hacer frente a la novela negra desde un punto de vista filosófico. Deseaba entender la obsesión del lector por la escritura criminal y el asesinato. Supongo que quería rendir homenaje a George Orwell...
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miércoles, 17 de junio de 2015

CARICATURA EN NEGRO: MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

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MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN

Hijo único de una modista y de un militante del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), no conoció a su padre hasta los 5 años, después de que éste saliera de la cárcel. Él mismo militaría más tarde en ese partido, tras su paso por el Frente de Liberación Popular (FELIPE) ingresaría en 1961 en el PSUC y llegaría a ser miembro de su Comité Central, así como también en Iniciativa per Catalunya (ICV).

Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona y Periodismo en la Escuela de Periodismo de Barcelona.

En 1962 un consejo de guerra lo condenó a tres años de prisión por sus actividades políticas, y fue en la cárcel de Lérida donde escribió su primer libro, el ensayo Informe sobre la información. Después de su estancia en prisión, comienza su carrera periodística en la revista Triunfo bajo el seudónimo Sixto Cámara. En 1967 publicó su primer poemario, «Una educación sentimental», seguido en 1969 por «Movimientos sin éxito». Ese mismo año aparece la novela «Recordando a Dardé», acompañada por una serie de relatos. En 1972 publicó la primera novela en la que el protagonista es el detective privado Pepe Carvalho, su personaje más popular, titulada «Yo maté a Kennedy».
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IMÁGEN DE FERNANDO MARSÁ Y PAZ COGOLLOR

Fernando Marsá (Madrid 1957) Se inicia en el mundo del periodismo en el año 1979, como fotógrafo y reportero independiente, colaborando con medios como, el entonces diario Mundo Obrero, Diario 16, Cambio 16, o la revista del Grupo Z: Tiempo, donde fue responsable, con Paz Cogollor, de la sección Los Seres Queridos. 
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domingo, 14 de junio de 2015

UN ÁNGEL NEGRO VOLÓ SOBRE HARLEM

CHESTER HIMES BOMAR
Jefferson City (Missouri),  29 de julio de 1909 /
 Moraira (Alicante) España, 12 de noviembre de 1984
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Vida y obra de Chester Himes

A diferencia de los escritores más sublimes del relato criminal –Chandler, Hammett, Highsmith- que fabularon en pos de una visión tremendista del hampa de su tiempo, Chester Himes, delincuente antes que escritor, se limitó a reproducir una realidad que conocía perfectamente. Himes nunca olvidó nada, y mucho menos su orgullo y su ira. En ningún momento de su vida dejó que la pobreza y la indiferencia del mundo se apartasen de su lado. Chester Himes nunca fue un hombre libre.

Hijo de una familia de clase media, Chester Himes Bomar nació el 29 de julio de 1909 en Jefferson City –Missouri- y creció en la propia Missouri y Ohio. Sus padres fueron Joseph Sandy Himes y Estelle Bomar Himes. Chester se educó en una familia no ajena a los libros y la escritura. Su padre fue profesor de  metalurgia en el Lincoln Institute. Sin embargo, la dominación de su padre de piel oscura por su madre de piel clara fue una fuente de profundo resentimiento que dio forma a la perspectiva racial de Himes. Su padre también enseñó en Alcorn State  de Mississippi y en el Instituto Branch de Arkansas. Los traslados frecuentes de la familia, así como el cegamiento accidental de su hermano, afectaron aún más su infancia. Estudió en el instituto de Cleveland (Ohio) y en la Universidad de Columbus, de donde fue expulsado en 1926, tras su detención, por participar en un robo. Por aquel entonces ya se desenvolvía en ambientes delictivos y relacionados con el juego. La adolescencia de Himes transcurrió en Ohio en la década de los años 20 y trazó una trayectoria punteada de bebidas, prostitutas y crímenes. Fue ayudante de camarero en un hotel elegante al este de Cleveland y perdió su virginidad con “una fea puta grasa y vieja”. Se inscribió en la Universidad Estatal de Ohio y fue expulsado bajo presión después de que llevó a un grupo de lo él denominó “estudiantes jóvenes negros apropiados” a una danza de fraternidad en un burdel. Himes conoció a su primera esposa, Jean Johnson, en una fiesta relacionada con el mundillo del opio. Fue detenido por un robo de armas en Ohio, por utilizar cheques sin fondos en tiendas de ropa y, finalmente, por el robo a mano armada a una pareja de ancianos de Cleveland Heights. En diciembre de 1928, Himes recibió una pena de prisión de 20 a 25 años de trabajos forzados.

Himes escribió «Yo llegué a la edad adulta en la Penitenciaría del Estado de Ohio». Contaba tan sólo 19 años de edad cuando ingresó en ella y fue entonces cuando empezó a escribir historias cortas. Publicó sus relatos por primera vez en los periódicos y revistas para gente de color y en 1934, en la revista Esquire.

Dos años más tarde salió en libertad condicional y emigró con Jean a California, el escenario de su primera novela, «If He Hollers Let Him Go» (Si grita, déjalo ir), 1945. Ya en California redacta un primer borrador de su experiencia penitenciaria, que con posterioridad dará lugar a una de sus obras más escalofriantes, la autobiográfica «Por el pasado, llorarás» (Muchnik Editores, 1998). Corre por aquellos días el año 1941 y Himes se emplea en industrias de guerra alrededor de Los Ángeles y San Francisco.

En 1945, tras la aparición de “If He Hollers Let Him Go”, se traslada a Harlem. Será el gueto neoyorquino el que inspirará las páginas que le procurarán la celebridad, pero lo hará en la distancia ya con Himes instalado en París. Resentido por la pobre acogida de «The Lonely Crusade» (Una cruzada en solitario), 1947 y «Cast the First Stone» (Tirar la primera piedra), 1953, Himes se traslada a París el mimo año de la publicación de esta última obra. Antes de embarcarse, se deshace de Jean -posiblemente Chester pensó que una esposa negra sería una desventaja en Europa-. Tres años más tarde, Marcel Duhamel, el editor de la editorial Gallimard de novela negra, -“La Série Noire”-, y el traductor francés de “Si grita dejarlo ir”, le convencen para que escriba una novela de detectives sobre Harlem. Nace así «For Love of Imabelle» (Por amor a Imabelle), 1957, primera obra de la serie Harlem. Al igual que tantos músicos de jazz, el escritor descubre que, en la capital francesa, su raza no le criminaliza inexorablemente como sucede en su país. La publicación francesa de sus obras, convenientemente aligerada de los fragmentos más violentos –podríamos decir que «escabrosos» para la crítica de la época- llama la atención del mundillo literario galo.

Las novelas publicadas por Himes durante su estancia en la capital francesa pueden parecer una mezcla idiosincrásica de mensaje y locura. Las armonías proletarias raciales de «If He Hollers Let Him Go» (Si grita, déjalo ir), 1945, le llevan a expresarse con las siguientes palabras: «Eso es todo lo que quería -sólo ser aceptado como un hombre- y sin ambición, sin distinción, ya sea de raza, credo o color». Así Chester Himes creó, casi sin darse cuenta a la edad de 47 años, una obra incisiva, radical y duradera. La  hipersaturación de detalle en las novelas de Harlem -resaltando primeros planos de rostros, calles, nombres de tiendas, callejones secretos y la violencia del acto delictivo- le inclinan hacia la desorientación y el surrealismo. Pero es el foco vigoroso de los detectives Ataúd Ed Johnson y Grave Digger Jones quien proporciona coherencia a sus relatos. Es en él donde confluyen sus personajes imperecederos: la monja travesti, Goldy, en «For Love of Imabelle» (Por amor a Imabelle), 1957, o el motociclista decapitado en «All Shot up» (Todos muertos), 1960.

Himes -un escritor noir notable- vivió para ver su trabajo reconocido y revivió, no sólo en Europa como Goodis y Thompson, sino que fue el primer escritor negro estadounidense en recibir el prestigioso Grand Prix de la «Littérature policière» francesa. Su notoriedad alcanzó incluso a su país de origen, los Estados Unidos, donde fue aclamado durante un par de retornos triunfales en los años anteriores a su muerte, acaecida en España en 1984. Sus libros entran y salen en la actualidad de forma natural y continuada de la imprenta. Pero sus novelas de Harlem –engendradas y consignadas inicialmente a través de la puerta trasera de la novela negra- lo han hecho mundialmente famoso y lo han situado a la altura de otros reconocidos autores del género.
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jueves, 11 de junio de 2015

CORRE, HOMBRE, CORRE. (Chester Himes)

CORRE, HOMBRE, CORRE (Run Man Run)
Chester Himes
TRADUCCIÓN: Axel Alonso Valle
EDICIONES AKAL, S. A. 2012
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Transcurre una gélida noche invernal cuando Matt Walker, un amargado y solitario policía, deambulaba por las calles de Nueva York en avanzado estado de ebriedad sin recordar apenas dónde ha abandonado su auto. El alcohol lo ha transformado en un violento salvaje y cuando se tropieza con unos mozos de color, empleados de una cafetería, los acusa de haber participado en el robo del vehículo. La pistola con silenciador que sostiene en su mano es suficiente para poner nervioso a cualquiera, no obstante el gordo Sam intenta hacerle razonar ofreciéndole café y una ración de pollo frito. Walker simplemente se lo quita de en medio sin más disquisiciones ofertándole tres disparos en la barriga hasta que logra expulsar las tripas. La profunda borrachera que soporta Walker se le disipa completamente y comienza a ver claro. La comprensión de lo que ha hecho explota en su interior como una carga de dinamita, y es que lo mató solo porque «estaba allí cuando no debía haberlo estado». Pero esos resquemores de conciencia se transforman en cuanto el policía se deshace del segundo negro y no consigue matar a Jimmy, el tercero y último testigo, por unas pequeñas complicaciones de última hora; no obstante lo deja malherido tras un impacto de bala que no da enteramente en el blanco -¿o quizás debería decir en el negro?-. Jimmy es un joven estudiante de derecho y trabajador nocturno en la cafetería Schmidt & Schindler y acaba de ser testigo del asesinato de sus dos compañeros. Jimmy acusa a Walker de homicidio, sin embargo no encuentra quien le crea. Incluso su persona más allegada -amante, cantante y vecina a un tiempo- Linda Lou Collins, no logra ver la verdad en sus ojos.

«Corre, hombre, corre» ofrece maravillosos ejemplo de la sombría prosa de Himes, a veces un poco macabra. Al principio de la historia cuando Walker liquida a su primera víctima, Fat Sam deja caer los pollos que sostiene en la mano y que resbalan uno a uno por sus flácidos dedos, al tiempo que una densa y fría salsa de pavo baña su cabello al dar contra el suelo. «Maldita sea mi suerte -piensa Walker-. Pobre cabrón. Muerto en la salsa que tanto le gustaba.»

Al igual que su obra, la realidad de Himes está llena de contradicciones e incertidumbres, de giros repentinos, de puñaladas de violencia y centros oscuros en el corazón de la luz. La vida de Himes es tan fascinante como su ficción y a pesar de su aparente diversidad ambas parecen singularmente vinculadas. La imagen que nos ha llegado del escritor es que no fue un hombre fácil de tratar a pesar de que los filtros del tiempo han tamizado algo esa percepción. Hay tantas cosas en su deambular mundano, conoció tantos lugares, a tantas personas, llevó una existencia tan intensa, que su narrativa transmite una estampa de la sociedad demasiado exagerada. De su mano degustamos los espacios del hampa, los bares de jazz y blues llenos de tabaco y alcohol, y la música, sobre todo la música. «Música exclusiva de los cantantes negros, que se encuentra a medio camino entre soprano y contralto, ronca en los graves y quejumbrosa en los agudos y que posee esa manera lastimera de tomar aire entre un golpe de voz y otro».

Himes poseía un conocimiento único del lado oscuro de la naturaleza humana y de la influencia corruptora del racismo. Creía en la brutalidad básica del hombre y, sobre todo, en sus primeras obras valoraba en demasía la impotencia del individuo frente a las circunstancias. Himes retuvo esta perspectiva a lo largo de su carrera, tal vez porque evolucionó a partir de su propia experiencia.
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lunes, 1 de junio de 2015

DESPÍDETE DEL MAÑANA. (Horace McCoy)

DESPÍDETE DEL MAÑANA (Kiss Tomorrow Goodbye)
Horace McCoy
TRADUCCIÓN: Axel Alonso Valle
EDICIONES AKAL, S. A. 2011
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Horace McCoy (1897-1955) ejerció como uno de los mejores escritores de la escuela hardboiled de la ficción americana. Fue coetáneo de figuras de la talla de Hammett y Chandler y forma parte de esa generación de escritores que publicó sus primeros relatos en los tumultuosos años de la Gran Depresión. No obstante su obra se mantiene relativamente al margen de las directrices académicas establecidas por éstos. McCoy no puede ser  considerado realmente como un escritor de delitos, al menos tal como entendemos hoy este concepto. El crimen ocupa un lugar  periférico en sus libros, como ocurre en el caso de su obra más conocida «They Shoot Horses, Don´t They?» (¿Acaso no matan a los caballos?). Lo más parecido a una novela negra genuina en su novelística es “Despídete del mañana” (Kiss Tomorrow Goodbye), que apareció en 1948. La novela fue una de las primeras obras de crimen en centrarse en la psicología de un asesino psicópata vicioso, anteponiéndose en varios años a la novela de Jim Thompson «The Killer Inside Me». El libro de McCoy es, -y ésto puede sonar a atrevimiento por mi parte-, el mejor de los dos. El problema con historias de crímenes que tratan de psicópatas es que los protagonistas son generalmente tan detestables que es imposible cuidar los sentimientos que hacia ellos detentan los lectores. Estas historias suelen ser tan desagradable que leerlas es más un calvario que un placer. «Despídete del mañana» evita este problema, en cierta medida, al ejercer su protagonista de narrador.

La historia comienza con la huida de Ralph Cotter de una granja-prisión dejando cuatro muertos tumbados en el camino. La fuga es organizada por Holiday, hermana de uno de los presos. Éste infeliz casi ha terminado su condena, pero está a punto de ser extraditado a otro estado para enfrentarse a cargos de asesinato. Cae muerto durante la fuga -no podía ocurrir de otra manera- por un disparo de Cotter practicado durante el tiroteo con los guardias de la prisión. Cotter forma un equipo delictivo con Holiday y otro criminal de poca monta, Jinx, a los que con posterioridad se unirá un abogado sin escrúpulos. Holiday y Cotter terminan convertidos en amantes y envueltos en una tormentosa relación basada en la violencia y la lujuria. Ahora que está fuera, Ralph necesita contar con algo de dinero, para lo cual roba un supermercado. Mata a un hombre en el transcurso del robo, lo que nos aporta una primera idea de la actitud terriblemente informal de Ralph hacia la violencia. Es un hombre carente en su totalidad de conciencia, egoísta hasta el punto de  desafiar cualquier creencia. Poco después del robo un par de policías se presentan en el apartamento compartido por Ralph y Holiday. No están interesados ​​en hacer un arresto. Lo que les interesa es el botín derivado del atraco al supermercado. Si Ralph entrega los fondos de su rapiña es libre para coger un autobús que lo conduzca fuera de la ciudad. Sin embargo a Ralph se le ocurre la genial idea de atraer a los policías de nuevo al apartamento y ofrecerles más dinero si dejan que se quede en la ciudad, además de embaucarlos en el robo de una nómina de sueldos que podría reportarles 20.000 dólares. Esta interesante conversación es grabada por Jinx, y con la reproducción de la misma y la ayuda de un abogado sombrío llamado Mandon, Cotter  chantajea a los agentes de policía en una acción criminal sin precedentes.

Hasta ahora ésta  podría considerarse una historia de crímenes que involucra a policías corruptos, pero no es ésto lo que interesa a McCoy. Él está más preocupado en el funcionamiento interno de la mente de Cotter y en los resultados funestos de su encuentro con la joven, extraña y extremadamente rica Margaret Dobson. La breve relación sexual de Cotter con Margaret desencadena una serie de inquietantes recuerdos relativos a su infancia en la memoria de éste que son la clave para la concepción del personaje y su fascinación por la violencia y la muerte. Existen, sin embargo, otros aspectos de la personalidad de Cotter que son asimismo jugosos. Él no se vio obligado a la delincuencia por la pobreza, nació en la riqueza y el privilegio. Asistió a un colegio de la Ivy League y fue un estudiante brillante. Es un gran conocedor de las bondades de la vida, es un gourmet, un amante del arte y un aficionado al buen vino. Es un sinvergüenza elitista, un snob intelectual que se refiere a sus cómplices criminales con desprecio y que se cree  destinado a la grandeza. El libro es un estudio psicológico de un inadaptado, dotado e inusual, pero totalmente depravado, un criminal salvaje y completamente inmoral, un hombre cuyo desprecio por la ley, el orden y la vida humana le conducen a una carrera  de absoluta perversidad. «Despídete del mañana» pasa por ser la obra más ambiciosa de McCoy y base de inspiración para tantas  y tantas películas de gánsteres que por ese entonces fueron llevadas a la gran pantalla.
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