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lunes, 24 de agosto de 2015

LA MALDICIÓN DE LOS DAIN. (Dashiell Hammett)

LA MALDICIÓN DE LOS DAIN (The Dain Curse)
Dashiell Hammett
TRADUCCIÓN: Fernando Calleja
ALIANZA EDITORIAL, 2011
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LA MALDICIÓN DE LOS DAIN arranca con un caso de robo propio de la sesión de sucesos de un periódico sensacionalista. Un ladrón asalta la casa de Edgar Leggett, químico especialista en procedimientos de coloración, manchado y teñido del cristal, y se lleva unos diamantes que un joyero había confiado al propio Leggett con el objeto de intentar mejorar el colorido de las piedras imperfectas y conseguir así aumentar su valor. Eran ocho los diamantes. Y ninguno tenía una gran cotización. Las primeras impresiones llevan a la consideración de que el ladrón parecía saber demasiadas cosas; sabía adónde dirigirse; no perdió el tiempo en menudencias. «Asunto interno», pues, como aseguran los detectives. «A los detectives les gustan las preguntas de las cuales ya conocen las repuestas». Este robo, sin embargo, no es sino el pistoletazo de salida de una serie de muertes que comienza con la del propio Leggett -fugitivo francés de la Isla del Diablo, que se ha labrado una carrera en San Francisco como investigador químico- y en la que se encuentra involucrada su propia mujer, Alice, y su hija Gabrielle. Toda una historia truculenta de conspiraciones se desarrolla alrededor de estas particulares joyas que deja como secuela varios asesinatos más. En las dos siguientes aventuras –pues LA MALDICIÓN DE LOS DAIN, consta de tres partes, como veremos posteriormente- «Op», nuestro viejo conocido «Op» de COSECHA ROJA, es requerido para sacar de apuros a la familia Leggett, en una ocasión rescatando a Gabrielle (hija de Edgar y supuesta depositaria de la famosa maldición) de las garras de una secta y posteriormente cuando ésta -aislada del mundanal ruido en un pueblecito de la costa- está en peligro de ser asesinada como remate final a toda una serie de conspiraciones en las que ella actúa como engranaje central.

LA MALDICIÓN DE LOS DAIN fue escrita en 1929 y reserva el papel protagonista al Agente de la Continental quien se enfrenta a todo lo malo que engendrar pueda el ser humano y cuyo resultado se concreta en muertes y locuras dispares y en rencores que se creían olvidados. Todo lo peor de la humanidad desfila por las páginas de esta pequeña novela, visto -eso sí- desde una perspectiva muy real, porque si hay algo que es seña de identidad en la novelística de Hammett es su capacidad para crear personajes creíbles.

Como hemos señalado LA MALDICIÓN DE LOS DAIN consta de tres cuentos de misterio vinculados entre sí, cada uno con su propia solución. El primero de ellos es más vivo que los dos últimos, pero todo el libro en conjunto es terriblemente débil. Las tres historias contemplan misterios a descifrar, pero las soluciones de los dos primeros no son deducibles de cualquier pista derivada de la narración; digamos que no son "juego limpio". En la segunda historia -en general, en la segunda parte de la novela- nos tropezamos con un Hammett  en la más pura tradición pulp. No olvidemos que Dashiell Hammett escribe en la época en que la Ley Seca –quien lo diría a la vista de lo que trasiega «Op» en cada historia- y las bandas de gánsteres daban a la vida norteamericana un carácter especial y sus obras adquieren ese tono hard-boiled que sirvió luego para denominar genéricamente a esta clase de novelas.

LA MALDICIÓN DE LOS DAIN, acaso sea, entre las de su autor, la novela de menor valor. Sin embargo si hay algo que se puede afirmar de esta obra es que en absoluto resulta aburrida. A una media de un muerto cada veinte páginas, y «Op» poniendo al descubierto trapos sucios cada diez, la acumulación de sucesos es de tal envergadura que a veces resulta complicado seguir el hilo de la narración. Cuando los personajes comienzan a ser una  multitud y aparecen y desaparecen en un intervalo temporal relativamente corto, sobre todo si son secundarios y su papel consiste en dar un par de detalles claves -a veces ni eso-, la confusión es evidente. En cualquier caso ¡ésto es Hammett señores!
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sábado, 22 de agosto de 2015

SJÖWALL Y WAHLÖÖ, O LOS ORÍGENES DEL«NORDIC NOIR»

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«10 LIBROS Y SOLO 10 LIBROS»

Diez años, 10 libros. Cada libro 30 capítulos, 300 capítulos en total. Cada uno centrado en un mismo grupo de policías, todos ellos de mediana edad, poco atractivos, pertenecientes al Departamento Nacional de Homicidios de Estocolmo. El objetivo de cada entrega -éste al menos fue el propósito de los autores-  reflejar los problemas sociales de la Suecia de los años sesenta del siglo pasado. Para ello cada libro plantea una crítica marxista de la sociedad de su tiempo.

Por improbable que pueda parecer, las novelas de Sjöwall y Wahlöö se han convertido en best-sellers internacionales, con más de 10 millones de copias vendidas. Hoy son consideradas  clásicos del género de suspense, y han sido llevadas al cine y adaptadas a la televisión. Las sucesivas generaciones de escritores noir han idolatrado a ambos novelistas y hay quien piensa incluso que la pareja concibió la mejor serie criminal que jamás se haya escrito; que sin ellos no existirían ni el John Rebus de Ian Rankin ni el Kurt Wallander de Henning Mankell.

Sin embargo, el caprichoso azar tuvo aquí su parte de culpa. Si no se hubieran encontrado Maj Sjöwall y Per Wahlöö sus novelas no se hubieran materializado; y si el juguetón Cupido no lo hubiese decidido así, sus libros no serían hoy tan buenos como se considera que son. Un hombre y una mujer, una pareja en definitiva, se sientan cada tarde a escribir. La cena ha concluido y sus hijos ya están en la cama. Ella nunca ha escrito un libro antes. Él es un autor publicado. Escriben toda la noche si es necesario. Cada uno un capítulo. A la noche siguiente se intercambian los capítulos. La narración va fluyendo de forma natural...

Cuando Sjöwall y Wahlöö la llevaron a la práctica, la idea de que una novela policíaca debía ofrecer un detective «creíble», con sus defectos incluidos, era nueva. Hemos crecido tan acostumbrados a nuestros héroes ficticios, ya sea en los libros como en la pantalla, que hemos pasado por alto que Martin Beck evolucionó de hombre infelizmente casado -padre de dos jóvenes adolescentes- a divorciado y en relaciones con una mujer soltera como lo haría hoy día cualquiera de nuestros familiares o vecinos. Que además es un personaje propenso a los resfriados y que a menudo sufre de dolencias y malestares físicos. Y que, para colmo de males, es un ser humano con todos sus condicionantes.

Martin Beck comparte el protagonismo con un grupo de colegas, igualmente «creíbles», todos varones. No hay un héroe entre  ellos. Todos, sin excepción, poseen la facultad de cabrearse con los demás de la misma manera que lo haría cualquier otra persona que haya trabajado en una oficina. Los ánimos entre ellos se suelen exacerbar, sin embargo pasan más tiempo juntos del que dedican a sus propias esposas.

Los diez libros de la serie están centrados en una época en la que todo el mundo fumaba; no había teléfonos móviles, o muestras de ADN, o internet. Están llenos de direcciones suecas que nos resultan tan ajenas como impronunciables. Sin embargo, tienen la cualidad de no pasar por anticuados o desagradables. Antes al contrario, a pesar de que la acción es a menudo lenta, su lectura resulta atrayente. Hacia el final de la serie, es cierto, el mensaje se vuelve algo intimidatorio –es inevitable detectar que Wahlöö sabía que iba a morir, que el tiempo se le estaba acabando- pero llegados a este punto el lector ya está suficientemente enganchado y cualquier cosa es perdonable.

Entonces, ¿qué hace que estas novelas sean tan convincentes? Hay algo intrínsecamente respetable en todas ellas, algo que tiene que ver con la investigación meticulosa y la frágil humanidad de los personajes. En estas narraciones se muestran -dicen los críticos- una relevancia y una atemporalidad que es la marca de clase de toda buena ficción. El estilo, engañosamente simple, es a la vez escaso y dramático. Un logro más que notable si se piensa que los libros fueron escritos por dos personas.

Cuando Maj Sjöwall y Per Wahlöö se conocieron en el verano de 1962 la atracción entre ellos fue instantánea. Todo suena muy bohemio y muy «sueco». Wahlöö era nueve años mayor que Sjöwall, casado y con una hija. Pelo grande, nariz grande, ojos grandes, gran sonrisa. Fue miembro del Partido Comunista. Un ex reportero del crimen, que había sido deportado de la España franquista. En el momento que se tropezó con Sjöwall era un periodista político bien considerado. Sjöwall –a la vez periodista y directora de arte- aparentaba tener menor edad de los 27 años que cargaba a sus espaldas. Desprendía un aspecto juvenil y un rostro fresco.

Ambos provenían de un estrato social medio acomodado. El padre de Maj Sjöwall era director de una cadena de hoteles y ella creció en el último piso de uno de ellos, en el centro de Estocolmo. Su noción de la sociedad giraba en torno a la idea de que ésta era muy parecida a un hotel de lujo, donde los invitados ricos acaparaban el ático mientras el personal de la cocina debía conformarse con pelar patatas en el sótano, y ésto, evidentemente, era malo de por si.

Durante su adolescencia Sjöwall frecuentó bares y restaurantes en un momento en que las mujeres jóvenes no solían realizar este tipo de actividades. A la edad de 21 años, cuando comenzaba su carrera como periodista, descubrió que se encontraba embarazada de un hombre con quien ya había roto relaciones. Su padre trató de obligarla a abortar. Un amigo de trabajo, 20 años mayor que ella, le sugirió la idea de que se casaran. Después de que terminó este vínculo volvió a contraer matrimonio, esta vez con otro hombre mayor que deseaba tener más hijos. Este segundo matrimonio tampoco duró mucho. Lo cierto es que en el instante que conoció a Wahlöö se encontraba ejerciendo de madre soltera, con una hija de seis años de edad.

Wahlöö recibió por ese entonces el encargo de escribir un libro, e iba a trabajar todas las noches a una habitación de hotel cerca del bar que frecuentaba Sjöwall. Suena increíblemente íntimo y clandestino. Pero así es el amor. Un año después Per había dejado a su esposa y se había mudado a vivir junto a Sjöwall y su hija Lena. Su primer hijo, Tetz, nació nueve meses más tarde.

Ambos se cuestionaron la idea de escribir una serie de novelas sobre crímenes. Debatieron sobre la literatura criminal que tanto admiraban, sobre escritores progresistas como Dashiell Hammett, precursor del género negro, de quien Chandler señaló con brillantez que “sacó el crimen del jarrón veneciano y lo arrojó de vuelta a la calle”. El objetivo de Sjöwall y Wahlöö, sin embargo, no tenía nada que ver con jarrones venecianos; iba más allá, era algo más subversivo que lo que había pasado antes. Se dieron cuenta de que la gente gustaba de leer novela de crimen y que a través de sus historias podían mostrar al lector que bajo la imagen oficial de bienestar que exhalaba la Suecia de la época había otro estrato que no olía tan bien, otro estrato de pobreza, criminalidad y barbarie. Se plantearon mostrar al mundo que Suecia se dirigía hacia una sociedad capitalista, fría e inhumana, donde los ricos se hacían más ricos por momentos y los pobres más pobres. Planearon, pues, 10 libros y sólo 10 libros.

Siguieron siete meses de minuciosa investigación que culminó con la elaboración de una geografía exacta del escenario de sus relatos, donde todo debía encajar, desde las distancias que Beck y su equipo tendrían que realizar hasta cuánto tiempo les tomaría. Cada capítulo se trazó de antemano como un guion gráfico. Luego escribieron todas las noches hasta que dieron por terminado el primer manuscrito. «Roseanna» se vendió moderadamente bien y cosechó incluso buenas críticas.

«Roseanna» fue seguida por «El hombre que se esfumó» y por «El hombre del balcón», cada una escrita en el escrupuloso plazo de  12 meses. Sus temas se ajustaban a la agenda informativa: la pedofilia, los asesinos en serie, la industria del sexo, el suicidio.

Wahlöö enfermó cuatro años antes de su muerte. En primer lugar, se quejó de una inflamación. A continuación, los médicos dijeron que sus pulmones estaban llenos de agua. Con el tiempo se dieron cuenta de que su páncreas se había reventado. Murió en junio de 1975 a la edad de 49 años. La relación de la pareja se había mantenido durante 13 años.

Hoy Maj Sjöwall, a sus 80 años, todavía trabaja como escritora y traductora y aunque, a diferencia de Rankin o Mankell, los libros que escribió con Wahlöö no la han hecho rica, sí que tiene la satisfacción de ver como sus novelas siguen vivas en la mente de sus lectores.
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jueves, 13 de agosto de 2015

CUCARACHAS. (Jo Nesbø)

CUCARACHAS (Kakerlakkene)
Jo Nesbø
TRADUCCIÓN: Bente Teigen Gundersen y Mariano González Campo
PENGUIN RANDOM HOUSE GRUPO EDITORIAL, s. A. U.
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¿Qué sucede con los escandinavos? Tienen la más alta calidad de vida del mundo, gracias a su actitud hacia el bienestar social y el paternalismo estatal. Tienen paisajes sublimes y una mitología realmente genial. Y, sin embargo, culturalmente, los países nórdicos se encuentran entre los principales comerciantes de la desesperación, la muerte y la destrucción del mundo. Sus músicos –black metal- son conocidos principalmente por la profanación de cementerios, las amenazas de muerte a sacerdotes, los asesinatos y suicidios, y la quema de iglesias monumentales e históricas. Sus películas juegan al ajedrez con la muerte y la pérdida de la fe en Dios. Y sus exportaciones culturales más populares se centran en novelas policiales y programas de televisión poblados de asesinos en serie, sádicos, niñas a las que sus violadores tatúan a la fuerza, nazis y detectives abotargados e impregnados de alcohol.

Considérese cuántos escritores interesados en la novela criminal escandinavos existen y cuán espeluznantes son las historias que cuentan. Una lista parcial tendría que incluir al sueco Henning Mankell, Håkan Nesser, Karin Alvtegen y a Stieg Larsson; al islandés Arnaldur Indriðason; a los melancólicos daneses Peter Høeg y Jussi Adler-Olsen y a los noruegos Karin Fossum y Jo Nesbø. ¿Qué explicación tiene todo esto? ¿Es una cuestión climática? Lo único cierto es que el mundo es oscuro y congelado según la noir nórdica, y también lo es el corazón humano.

El embajador noruego en Tailandia, Atle Molnes, es encontrado muerto de una puñalada en un motel cuestionable (seamos claros, en un burdel) en las afueras de Bangkok. Harry Hole -un oficial altamente insubordinado, alcohólico y adicto a la vitamina B12, pero también el más brillante detective del escuadrón contra el Crimen de Oslo– es enviado a colaborar con la Policía tailandesa en pos de la resolución del asesinato, todo ello antes de que el escándalo alcance los titulares de los periódicos.

La primera parada de Harry en Bangkok es la Embajada de Noruega, donde toma conciencia rápidamente de las agitadas pasiones que están latentes justo-justo debajo de la superficie. La profunda rivalidad profesional entre los diplomáticos de carrera y los nombramientos políticos a dedo -de los cuales el fallecido embajador formaba parte- se mezcla con los secretos vergonzosos de la familia del propio embajador y la vida privada de todo el personal de la embajada, diplomáticos noruegos y empleados tailandeses por igual.

Hole descubre que el embajador había perdido mucho dinero en las apuestas de carreras de caballos -un pasatiempo, por lo que se ve, muy popular en Tailandia- y se había convertido en deudor de los usureros profesionales tailandeses. Partiendo de estas premisas, Harry -junto a sus nuevos compañeros de la Policía de Bangkok- se introduce en los barrios más oscuros de la ciudad, donde la delincuencia encuentra terreno abonado para sus quehaceres, hecho que tiene como consecuencia algunos enfrentamientos espectaculares y violentos, pero que no deja ningún rastro real sobre el asesinato del embajador.

La pista más importante es, sin embargo, la que proporciona el arma del crimen, un cuchillo tailandés usado por los sami de la Noruega del norte. Esto parece indicar que el Embajador fue asesinado por un criminal noruego, y lleva a considerar a los miembros de la pequeña colonia noruega de expatriados en Tailandia como los principales sospechosos del asesinato. Estos compatriotas de Harry Hole, esparcidos a través de Bangkok, son un grupo muy variado que abarca desde un anciano cuyo hogar está lleno de fotos de Grieg y Nansen y paisajes de los fiordos noruegos hasta una vívida mujer joven y frágil que se deleita con el ruido interminable del tráfico de la capital tailandesa. Todos llevan Noruega en su sangre, conservan sus acentos regionales distintivos al tiempo que los recuerdos de su lugar de procedencia. El pasado noruego de estos personajes proporciona a Hole las pistas capitales de los oscuros secretos que alberga la actual Tailandia. Pedófilos noruegos que aprovechan la floreciente industria del sexo para explotar a chicos jóvenes con la más absoluta impunidad; empresarios noruegos despiadados que no se detienen ante nada con tal de ganar contratos muy lucrativos para renovar el congestionado sistema de transportes de Bangkok...

Pero ésto no interesa sacarlo a la luz. Los jefes de la policía de Bangkok y de Oslo, en urgente consulta telefónica intercontinental, intentan dar el carpetazo a la investigación de Hole y enviarlo a casa. Cuando él se niega obstinadamente, se utilizan medios realmente crudos para detenerlo, incluidas las amenazas, el chantaje y un intento de acabar con su vida por medio de un asesino chino contratado por la mafia local.

Con el tiempo contado, Harry debe enhebrar a través de un laberinto de pistas engañosas y falsas, una desmarañada    madeja y determinar cuál de entre varios expatriados noruegos, aparentemente respetables, es el asesino meticuloso y despiadado que busca.

El verdadero valor de la novelística de Jo Nesbø hay que buscarlo en su protagonista, Harry Hole, convertido ya en un personaje de culto desde el primer libro de la serie. Harry Hole es un auténtico antihéroe. En «Cucarachas» los pasajes que exploran su vida, sus demonios internos y la relación con sus seres cercanos, no pasan inadvertidos.

El comienzo de la novela se desarrolla con ritmo rápido, a veces vertiginoso, despidiendo peligro así como pistas vitales de manera continua. Con el discurrir de las páginas, no obstante, la trama va perdiendo frescura hasta adquirir una cadencia que se puede adjetivar de «manida». No es precisamente ésta la mejor novela de Nesbø desde el punto de vista esquemático. Con todo, la magistral sensibilidad del escritor para crear personajes auténticos, fuertes y fascinantes, que se mueven como pez en el agua en un laberinto de mentiras y maldad, así como una investigación repleta de traición y venganza confieren a esta obra un carácter atractivo para el amante del género negro.  
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sábado, 8 de agosto de 2015

HARLEM: EL CORAZÓN DE LA AMÉRICA NEGRA

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Todo es relativo, ya lo decía Einstein, todo depende de dónde te encuentres exactamente para medir tu situación con relación al punto que se toma como referencia. Y todo depende,  sobre todo, del tiempo. Todo se transforma con el tiempo. Por eso los espacios que hoy se nos manifiestan como el corazón del universo, las grandes urbes donde se concentra una población ostentosa de seres humanos, los lugares donde se aglutinan las fuerzas geológicas del mundo moderno, pueden haber sido en el pasado -y de  hecho lo fueron- apenas un desastrado rincón lleno de rocas, agua y lánguida vegetación.

La isla de Manhattan, por supuesto, no fue una excepción. Nuestra imaginación sostiene que siempre estuvo ahí, en el corazón de la bulliciosa Nueva York, en el noreste del continente americano, clara y relumbrante, orgullosa de sus edificios de cuello de cisne gravados de poliédricas geometrías. Y sin embargo no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que aquella isla, donde con el devenir de los años se han ido gestando buena parte de las leyendas, fue apenas un estéril campo azotado por un viento áspero, crudo y sin esperanzas. Pero el juguetón azar quiso que con el suceder de las estaciones las tierras perdieran sus cualidades para el cultivo y fueran abandonadas por sus propietarios. El área, solitaria y entristecida, fue acogiendo a nuevos residentes que buscaban propiedades baratas, y la gran demanda de viviendas hizo el resto.

Fundado en el siglo 17 –fue organizado formalmente en 1658- Harlem es un gran barrio de Manhattan, ubicado dentro de la sección norte de la ciudad de New York. Originalmente fue un puesto militar holandés llamado New Haarlem -lleva el nombre de la ciudad holandesa de Haarlem-, y con el paso de los años se convirtió sucesivamente en un pueblo agrícola, un campo de batalla, un suburbio industrial, una ciudad dormitorio, un gueto estadounidense, y un reconocido centro mundial de la cultura afroamericana.

Para entender la vida de Harlem existen un sinnúmero de guías y de libros especializados. Narraciones más o menos adecuadas a la realidad o simples relatos en primera persona, donde se cuenta el devenir de un Harlem raído y envejecido, pero a la vez expresivo. Harlem se encuentra en el Alto Manhattan, a menudo referido como «Uptown» por los lugareños, y se extiende desde el East River hacia el oeste, hasta el río Hudson, y desde la calle 155 al norte, donde se da la mano con el Bronx, hasta la calle 110, al sur, en los linderos de Central Park. La Séptima Avenida (conocida en la actualidad como el Boulevard de Adam Clayton Powell), atravesada perpendicularmente por la calle 125 (hoy renombrada Boulevard del Dr. Martin Luther King) y la Avenida Lenox (el actual Malcolm X Boulevard) son el centro de Harlem, la encrucijada de la América negra.

La América urbana es consecuencia del deseo de fortuna y el sentido bíblico de peregrinación que desde sus orígenes ha acompañado la historia del pueblo norteamericano. En 1905 se produjo un desplazamiento masivo de gente afroestadounidense –movimiento que ha cosechado el apelativo de «La Gran Migración Negra»- desde los estados meridionales hacia las zonas más industrializadas del país, en parte en una huida desesperada del racismo y en parte a la búsqueda de trabajo en las pujantes ciudades industriales. Entre los años 1920 y 1930, el Centro y el Oeste de Harlem se convirtieron en el foco del «Renacimiento de Harlem», una efusión del quehacer artístico sin precedentes en la comunidad negro americana. Sin embargo, con la pérdida de empleos en la época de la Gran Depresión y la desindustrialización de la ciudad de Nueva York después de la Segunda Guerra Mundial, las tasas de delincuencia y pobreza alcanzaron cotas importantes en el Harlem de aquellos tiempos.

Es ahí, en ese Harlem empobrecido y vicioso, donde Himes encontró el vehículo ideal para sus particulares dones. El clima de desconfianza, temor y violencia, tan patentes en el corazón de la novela de detectives, refleja los sentimientos del propio Himes respecto del individuo negro de la sociedad americana. Sepulturero y Ataúd Ed, hombres despiadados, suplantaron la pasividad de los anteriores protagonistas de sus novelas. Su Harlem, el Harlem de Himes, es un Harlem mental, una realización completa de sensaciones, reflexiones e instintos: el corazón de la América negra. En las nueve novelas del ciclo «Harlem» su narrativa pasó del descubrimiento a la acción; de lo puramente representativo a una especie de poesía épica.

Con una voz singular, una exacta economía de imágenes y descripciones, la grotesca adecuación de sus caracterizaciones y una velocidad desmedida en sus relatos, las novelas de Himes son un continuo desfile de fotogramas que recogen la vida y las pasiones de los negros menesterosos de su tiempo y lugar. Dormían en camas llenas de piojos, con el cuerpo comprimido por huesos decrépitos, los músculos doloridos y los pulmones tuberculosos. Las ratas holgazaneaban por los pasadizos y las cucarachas se arrastraban por los sumideros de las cocinas y por las sobras de la comida. Las moscas, dormidas, formaban masas informes como las abejas e hibernan en los marcos de las ventanas. Chinches, gordas y saciadas de sangre, explotaban la piel negra. Pulgas, perros y gatos dormían juntos sobre mugrientas esteras. Retretes obstruidos por inmundicias presidían las casas de techos desconchados de yeso y paredes quebradas de ladrillo. Éste era el Harlem de mediados del siglo pasado, el Harlem negro que Chester Himes conoció.

Nueva York se ha reinventado a sí misma a lo largo de la historia a costa de redibujar constantemente su pasado. Aunque en el caso de Harlem lo único perdurable sea la voluntad de cambio, el principio básico sobre el que se sustenta la modernidad, «el renacimiento de Harlem» erigió los cimientos para una revalidación integral de las energías culturales afroamericanas. Los hombres y mujeres del renacimiento de Harlem pudieron fracasar en su momento, pero acabaron convirtiendo su presente en su futuro. 
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jueves, 6 de agosto de 2015

COSECHA ROJA. (Dashiell Hammett)

COSECHA ROJA. (Red Harvest)
Dashiell Hammett
TRADUCCIÓN: Fernando Calleja
ALIANZA EDITORIAL, S. A. 2013
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COSECHA ROJA, uno de los títulos fundacionales del género negro, es la consecuencia de lo que Hammett -exdetective de la agencia Pinkerton- había ido atesorando en sus relatos publicados en la revista «pulp» Black Mask. Los textos de estas narraciones cortas proponen un distanciamiento singular respecto a la novela tradicional de detectives. La resolución del misterio deja de ser el aspecto central de la narración para dar paso a la crítica social o al análisis moral más velado. En esta novela, suma de cuatro relatos mensuales publicados dos años atrás en Black Mask, Hammett manifiesta su empeño en desenterrar la corrupción al tiempo que se adentra en las entrañas de una sociedad donde la descomposición moral se manifiesta a flor de piel. En general, en la novela negra, según las pautas actuales, resolver el misterio no es el objetivo primario; la excelencia que abarca el noir es mucho más profunda que la que se pueda derivar del mundo de Auguste Dupin o Sherlock Holmes, por proponer un ejemplo. En la novela negra la responsabilidad del crimen alcanza tal dimensión que nadie está libre de culpa. En ella no existe un final claro que nos haga concebir que el bien ha triunfado sobre el mal.

En este ambiente de contrastes morales emerge la figura del detective sin nombre de COSECHA ROJA, -«Pertenezco a la sucursal de San Francisco de la Agencia Continental de Investigaciones», esto es todo lo que sabemos de su procedencia-  un tipo bajo, achaparrado y de mediana edad; un personaje solitario y cínico, ya de vuelta de mil casos y con un sentimiento emocional insobornable, cien por cien granítico. «Op» -de “Operador”, como le conocen allá por las Américas- es el antihéroe de los bajos fondos que Hammett nos legó en herencia como notable e imperecedero protagonista del noir. Hammett creó un arquetipo de investigador moralmente involucrado en la trama y sumamente realista en sus procedimientos. Un averiguador de situaciones y circunstancias que utiliza unas maneras que el autor manejaba ya de primera mano de sus años de laboreo en la Pinkenton de Baltimore y a las que encontró acomodo en su literatura. «Op» maneja tanto las líneas de investigación productivas como las que quedan abortadas, líneas de cuya existencia tiene conocimiento de primera mano el lector, lo que hace que la intriga resulte mucho más creíble, y nos permita «padecer» los aprietos y las desilusiones del protagonista.

La otra gran aportación de Hammett al género negro fue el estilo. En COSECHA ROJA deja constancia de una narrativa poblada de frases breves y contundentes, desvestida de adornos superfluos, y de una habilidad desconocida hasta el momento para describir situaciones y personajes con cuatro trazos. Su capacidad de síntesis y su tono abandonado sin llegar al extremo de la pesadumbre, acusador sin caer en la recriminación, se han convertido en modelo a seguir para los novelistas actuales.

COSECHA ROJA narra la historia de un detective anónimo de una agencia de San Francisco -«Op» para los afectos- que llega a Personville (conocida en la jerga popular como Poisonville, literalmente «ciudad ponzoñosa»), una pequeña localidad minera martirizada por bandas de gánsteres y podrida de corrupción hasta los tuétanos. 

  • «La primera persona a quien oí llamar Poisonville a la ciudad de Personville fue un zafrero pelirrojo... Unos años más tarde fui a Personville y entonces comprendí mejor el porqué.»

Un poderoso empresario local -Elihu Willson, apodado «El Viejo»- amo incuestionable de la ciudad, tiene sobornados a políticos, periodistas y policías, al tiempo que siente amenazado su poder por líderes rivales, motivo por el que decide contratar al sabueso «Op», por un buen puñado de dólares, para que «haga limpieza» en esta pequeña ciudad minera. Apenas ha arribado «Op» a Personville cuando se tropieza con el hecho irrefutable de que Don Willson –hijo del «Viejo Elihu»- ha ido a sentarse a la diestra de Dios Padre sin despedirse siquiera de sus deudos. Así que el Agente de la Continental proyecta una limpieza «en seco», a fondo y con centrifugado incluido. Como adelanto le endilga a Willson la siguiente diatriba ante la vuelta atrás de aquel en sus iniciales intenciones de purgar la ciudad de malhechores: «No me grite. No le voy a dar a usted nada excepto una ciudad bien limpia... Ahora me voy a divertir yo. Tengo sus diez mil dólares para jugar con ellos. Y los voy a utilizar para abrir a Poisonville en canal desde la nuez a los tobillos». El método que se propone emplear es muy antiguo en el tiempo y tiene como base la popular proposición «divide y vencerás»: el objetivo de «Op» es desatar una guerra entre las distintas facciones criminales que acabe con la destrucción total de todas ellas. Ya en el capítulo veinte, este personaje diamantino e inquebrantable, durante una conversación con Dinah Brand, muestra su disgusto por el número de asesinatos ocurridos hasta entonces:

  • «Esta maldita ciudad se está apoderando de mí. Si no me voy pronto me voy a volver tan rudimentariamente sanguinario como los naturales. ¿Qué ha pasado? Docena y media de asesinatos desde que estoy aquí: Donald Willson; Ike Bush; los cuatro italianinis y el agente de Cedar Hill; Jerry; Lew Yard; Jake el Holandés; Whalen el Negrito y Put Collings en Silver Arrow; Nick el Grandullón, que me cargué yo; el rubio que el Susurro mató aquí; Yakima el Bajito, el que entró en casa de Willson; y ahora Noonan... Eso suma dieciséis en menos de una semana y los que vendrán.»

El 12 de junio de 1942 el selecto André Gide, en su “Journal”, escribe el siguiente comentario: «He leído con vivísimo interés (y ¿por qué no atreverme a decir que con admiración?) COSECHA ROJA, de Dashiell Hammett». Gide deja claro que admiraba COSECHA ROJA. Para Gide COSECHA ROJA era la mejor novela de Hammett. Y tenía motivos para pensar así. «Esos diálogos, conducidos con mano maestra, son cosa para enfrentarla con Hemingway y hasta con Faulkner; todo el relato mismo es de una habilidad y un cinismo implacables... En ese género particular es lo más notable que he leído». COSECHA ROJA es una novela que entretiene, sin concesiones al gusto vulgar, la superficialidad y al efectismo. Es una novela que aporta realidad, consistencia e interés. Dashiell Hammett escribe en la época en la que la Ley Seca y las  bandas de gánsteres daban a la vida un carácter incierto y las obras del escritor adquieren ese tono hard-boiled que sirvió luego para denominar a tal clase de novelas. El escritor supo ver y expresar aquel ambiente especial dotándolo de un valor novelesco indudable. El paso ágil y alerta de la acción presiden las páginas de COSECHA ROJA, una novela inmortal, pionera del género negro.
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domingo, 2 de agosto de 2015

HORACE McCOY; REMINISCENCIAS

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Si la Gran Depresión fue uno de los principales puntos de inflexión en la historia de los Estados Unidos, este período de incertidumbre también fue propicio para el nacimiento de una literatura cruda e intensa que toma prestada la oscuridad de la crisis en la que se encontraba sumido el país en esos momentos. Al igual que hicieron en su día Steinbeck, Hemingway, Faulkner y F. Scott Fitzgerald, Horace McCoy toma su pluma para escriturar sobre los males de su generación, convirtiéndose así en novelista desde 1930. Una inclinación por la oscuridad le acompaña en toda su obra y que McCoy debe, tanto al depresivo contexto de la época, como a una infancia difícil que forjó su desilusionado temperamento.

Autor de numerosos libros de referencia centrados en escenarios concisos, el escritor trabajó con Tay Garnett para el guion de «Ruedas de fuego» en 1950. Garnett dirigió unos años atrás «El cartero siempre llama dos veces» (1946), obra maestra cinematográfica basada en el libro de James M. Cain, que contó con el protagonismo de John Garfield, Lana Turner y Cecil Kellaway. «Ruedas de fuego» es una película singular, que representa el ascenso y caída de un campeón de patinaje, interpretado por Mickey Rooney, y que le valió a Marilyn Monroe para hacer una de su primera aparición en la gran pantalla.

Nativo de Tennessee, Horace McCoy se crio en la pequeña ciudad de Pegram, donde las perspectivas laborales eran restringidas y las ocupaciones escasas. Mientras que algunos pueden llegar a pensar que McCoy llevaba el blues en sus venas porque Tennessee es el lugar de nacimiento de esta modalidad musical, la realidad es menos poética.

Criado en el seno de una familia pobre, se enfrenta a la crudeza de la vida desde una edad muy temprana y entiende rápidamente que sólo puede depositar su confianza en sí mismo. Desde la edad de 12 años dejó la escuela para trabajar como vendedor de periódicos; un trabajo precario, que sin embargo le permite pasar largas horas en contacto con la gente, observando el comportamiento de unos y cuestionando el  pensamiento de otros. Fue éste un elemento decisivo en su futura carrera como novelista, porque McCoy recurre a sus primeras observaciones para dar un auténtico realismo a sus historias. Unos años más tarde, cuando aún era un adolescente y residía en Nashville, desempeña pequeños trabajos -mecánico, vendedor ambulante e incluso taxista- mientras sueña con un futuro más prometedor.

Adulto antes de tiempo debido a la dureza de su vida diaria, Horace McCoy madura totalmente al unirse a las filas del ejército en 1917. Apenas apagadas las velas de la tarta de su vigésimo cumpleaños se arroja contra el enemigo a los mandos de un bombardero y es distinguido con la Cruz de Guerra por una misión aérea sobre Francia. Sin embargo, a pesar de este honor militar, la contienda le afectó profundamente. Después de la Primera Guerra Mundial, se muda a Dallas (Texas) y se las arregla para ser contratado como reportero deportivo por un periódico local.

Otra cuesta arriba en su vida civil, ya que esto no es sólo su primer empleo sino que representa, sobre todo, su primer contacto con la escritura. Durante diez años, se aprovechó de sus artículos -aunque el periodismo deportivo no transite por los mismos senderos que la escritura de ficción- para dar forma a su estilo literario. Es a finales de 1920 cuando, finalmente, decide ganarse la vida con la literatura, publicando varios de sus trabajos de bajo costo en las revistas de la época, una tendencia dominante durante la primera mitad del siglo XX, cuando los famosos «pulps» eran legión.

Pero la crisis económica de 1929 arrasa con todo, sumiendo a Horace McCoy en el desempleo, como a millones de otros tantos estadounidenses. Después de haber experimentado los horrores de la pobreza en el pasado, vio como la mala situación laboral del país le obligaba a volver al punto de partida, siendo trabajador  estacional, servidor y guardaespaldas. Decidido a recuperar el control de su destino, McCoy se une al creciente éxodo hacia el oeste, hace sus maletas, y se planta en Los Ángeles en 1931. Hollywood le trae buena suerte y gracias al cine se las arregla para volver al sendero de la escritura, convirtiéndose en un escritor cuyo brío impresiona.

Sus primeros guiones le ayudan a hacerse un nombre en el medio, pero la novela que lo llevará al estrellato la publicó en 1935 -« ¿Acaso no matan a los caballos? » (They Shoot Horses, Don't They?)-, una narración que mantiene la atención de la crítica en  su trabajo. En las novelas de Horace McCoy, la violencia se genera siempre desde una situación de degradación económica; la denuncia de esta situación le causó dificultades para la publicación de su siguiente obra -«No Pockets in a Shroud» (Los sudarios no tienen bolsillos, 1937) - que apareció inicialmente en Inglaterra y que no fue publicada en Estados Unidos hasta 1948.

McCoy cultivó una pluma corrosiva que fascinó a sus lectores y a los espectadores de las películas en las que colaboró en la redacción del guion. Con el paso de los años es rechazado por una audiencia popular que mantiene su desconfianza en el sueño americano y se ve paulatinamente sumido en la indiferencia general; sin embargo hoy su nombre irradia con luz propia a través de su obra literaria y cinematográfica.
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