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viernes, 23 de octubre de 2015

A VUELTAS CON EL GÉNERO: LA SENDA DEL PERDEDOR

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La visión que tiene el protagonista noir del universo que le rodea es casi siempre nihilista, pero ciertamente el mundo en el que él (o ella) opera no lo es. ¿Cómo se  explica ésto?  El «nihilismo» es una condición filosófica que niega los dogmas. Sostiene que la existencia humana no tiene, de manera objetiva, ningún propósito esencialmente superior. Por eso se opone a todo aquello que predique un pensamiento que no pueda ser demostrado. Los nihilistas sueñan con abandonar las ideas preestablecidas y llevan una vida lúdica, con opciones de realización que no están vinculadas a cosas que consideran inexistentes. El nihilismo no está asociado al pesimismo o a la falta de creencias, sino que, al negar todo dogma, es una posición abierta a opciones infinitas. Aunque el término fue popularizado por el novelista ruso Iván Turguénev en su novela «Padres e hijos», allá por 1862, para describir las visiones de los emergentes intelectuales radicales rusos, la palabra «nihilismo» pronto se convirtió en una expresión de burla para las generaciones más jóvenes perdidas y radicales, aquellas donde predominan las ideas de contenido negativo, más o menos delirante. Pues bien, es en este último sentido que una vez que el protagonista noir cruza toda línea moral –ya sea por la puesta en escena de un asesinato, la traición, la cobardía, o algún otro acto que no pueda ser perdonado- está condenado irremisiblemente al fracaso. Su sentencia no puede conducir a su muerte –en todo caso podría traducirse en su desintegración física o psíquica o, quizás, en algún otro destino aún más terrible-, pero lo que sí se hace evidente es que más le valdría estarlo. 

¿Qué impulsa a estos protagonistas noir a deseos tan sombríos como la lujuria, la codicia, la obsesión y los impulsos violentos? Posiblemente la explicación sea tan sencilla como que se trata de individuos simplemente dañados, que luchan desesperadamente por mantener oculta su enfermedad, como ocurre en el caso del Lou Ford de «El asesino dentro de mí», obra del genial Jim Thompson, quizás la historia escrita en primera persona más escalofriante y creíble de una mente criminal deformada con que me he tropezado.
¿Cuál es el motivo, a su vez, por el que estas novelas noir son tan fascinantes? No me cabe duda que la respuesta reside en la forma en que abren la psique humana y dejan al descubierto los impulsos oscuros que conducen a un sujeto a hacer lo impensable. Lo que las convierte, por otra parte, en estimulantes e induce al lector a devorarlas es el hecho de contemplar como todo protagonista noir es arrastrado a su particular infierno, sin perder en momento alguno la esperanza de escapar del abismo que le espera, a sabiendas de que no hay huida posible.
¿Se puede considerar entonces que Raymond Chandler y Dashiell Hammett escribieron «noir», ya que este término se asocia a menudo a sus obras? Si somos coherentes con lo anteriormente expuesto, la respuesta es «no». Hay una sutil diferencia entre «negra» y «noir». Ambos, Hammett y Chandler, escribieron novela negra pura y dura, y si bien hay una ostensible oscuridad en sus libros y cuentos, nada de eso es noir. En el caso de Chandler su Philip Marlowe es capaz de poner al descubierto los pecados capitales cometidos por otros personajes, pero él no es un ser derrotado, siempre sobrevive para emprender la lucha al día siguiente. En cuanto a Hammett las historias del agente de la «Agencia de detectives Continental» de San Francisco -«Op» de «Operator», para quienes estén familiarizados con el personaje-, que sin duda gozan de una sensación muy cercana al noir, son clásicos de la ficción negra. Mientras que Op, muchas de las veces roza su propia condenación, nunca cruza esa línea, y como Marlowe, siempre sobrevive. Las cinco novelas negras de Hammett, desde «Cosecha roja» hasta «El hombre delgado», pasando por «La maldición de los Cain», «La llave de cristal» y «El halcón maltés» son brillantes en si mismas, cada una de ellas goza de una sólida naturaleza negra, son ficción dura, pero no son noir. Si «El halcón maltés» hubiese sido escrita desde el punto de vista de Brigid O'Shaughnessy, entonces no habría duda que sería literatura noir, pero como su héroe existencial reside en la figura de Sam Spade, es -y eso no se le puede discutir- una de las más grandes «novelas negras» de todos los tiempos, pero no es una narración «noir».
Lo único cierto, aunque sea ingenuo de por sí, es que la mayoría de los lectores quieren leer libros con un héroe «simpático», y la verdad es que no hay héroes de esa clase en el noir. Los protagonistas noir pueden ser fascinantes, pero por lo general no se puede decir que sean muy agradables. Por mucho que los grandes editores quieran encubrir la etiqueta noir en sus libros debido a la frialdad que de este género desprende, lo cierto es que se publica muy poco noirDe vez en cuando suele uno tropezarse con alguna «rara avis», como «Galveston», el debut como novelista de Nic Pizzolatto, -creador de la exitosa serie «True Detective»-, un relato sórdido y poético, violento y lírico, salvaje y conmovedor a la vez, una novela que supone un salto adelante y que rompe con los moldes de lo establecido, una historia trepidante, ambientada en paisajes desolados y protagonizada por personajes que huyen pese a saberse condenados, antihéroes que lo han perdido todo excepto la dignidad. Si usted desea leer noir al más puro estilo, noir no adulterado, libre de cualquier dictado pro-social, entonces debe recurrir a la prensa independiente.
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EMPIEZA EL CALOR. (Chester Himes)

EMPIEZA EL CALOR (The Heat´s On)
Chester Himes
TRADUCCIÓN: Facundo Piperno
R. B. A. Libros, S. A., 2012
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Hay algunas cosas que usted puede confiar encontrar en las novelas de Chester Himes, sobre todo en aquellas que cuentan con «Coffin» Ed Johnson y «Grave Digger» Jones como figuras centrales: unos personajes coloridos, un dialecto distintivo, una sensibilidad racial feroz y un montón de caos. Un caos bestial. Las historias, por su parte, son gratamente aceptadas y carecen de cualquier clase de auto-análisis. EMPIEZA EL CALOR no es una excepción. Hay caos más que suficiente, un gigante drogadicto albino, un enano jorobado, un perro de ataque del tamaño de un pony, una curandera y varios y diversos personajes que giran a su alrededor y que le confieren a la novela, sin duda, un colorido local adecuado. Incluso puede usted disfrutar con la voladura accidental de una casa de estilo señorial antiguo, hecha añicos con una dosis excesiva de nitroglicerina; una explosión motivada por la ambición de un criado negro heroinómano poco experto en tales menesteres, quien cuenta para estas funciones con la presencia de una cabra. Y como ya es bien sabido, quien se asocia con seres tan estúpidos, quien como dice el dicho popular está más loco que la propia cabra, suele salir desintegrado por los aires. Hecho que usted «contemplará» con todo lujo de detalles.

Cuando los detectives Johnson y Jones son suspendidos por el tratamiento infligido al enano jorobado (éste muere en mientras se encuentra detenido) y posteriormente Digger es disparado y abatido, Ed se abandona a su carácter. Se convierte en una especie de máquina brutal, frenética, apenas contenida. Su cara se deforma por el terror y adquiere el carácter de un maníaco homicida. Y, mientras sobre Harlem se abate un calor humeante,  parte en busca de los responsables de todo este lío. Himes muestra en esta entrega su aversión por el tráfico de drogas que causó la ruina de la ciudad en aquel entonces y alcanzó a las capas más menudas de la sociedad. Su actitud choca con la disposición moderna y permisiva de muchos líderes negros, que desaprueban las duras sentencias de prisión para los traficantes de drogas. 

Todo comienza cuando los detectives «Coffin» Ed Joohnson y «Grave Digger» Jones tienen que atrapar a dos delincuentes. Son  dos fugitivos de aspecto llamativo, un gigantón negro albino de cortas luces y un traficante enano. La operación en principio no parece complicada, sin embargo en el Harlem de los años 50 las cosas nunca son tan sencillas como aparentan. El jorobado resulta detenido pero el albino entra en contacto con una peculiar dama, la «Hermana Celestial», una curandera a la vieja usanza, poseedora de una casona destartalada de arcaico estilo italiano –la «Clínica Celestial»-, conocedora de métodos antiguos de probada eficacia entre los que se encuentra la aplicación de sus «polvos celestiales», y que maneja la cantidad de droga suficiente para ultimar a un ejército de adictos. Sin embargo su único vicio es fumar marihuana en una pipa de espuma de mar, con la caña curva y el hornillo tallado. Eso sí, posee una desmedida ambición por el dinero -no existe nada que no esté dispuesta a hacer por dinero-, una ambición que la lleva a la búsqueda del hipotético plano de un tesoro. Un plano en el que ni ella misma cree. «¡El mapa de un tesoro! –chilló-. ¡Un tesoro perdido! ¿Todavía crees en esas cosas, con lo grande que eres?».

Emigrado del Sur a principios del siglo pasado, hacinado en un gueto del Norte, el pueblo negro es contemplado por el blanco como un colectivo inferior, una sociedad recluida que se ha visto obligada a crear sus propias reglas. El mundo americano, con su actitud mezquina hacia la comunidad de color, ha logrado enfrentar a los negros consigo mismo, abandonándolos a su propia miseria, aislándolos en un universo cerrado y conduciéndolos a su propia autodestrucción. El Harlem que descubrimos a través de las páginas de Himes es duro y amenazador, pero a la vez, seductor y atrayente. La galería de personajes con los que tienen que relacionarse «Coffin» Ed Johnson y «Grave Digger» Jones en EMPIEZA EL CALOR -músicos de jazz, cantantes de blues, mafiosos, jugadores, putas, ladrones y demás escoria de la humanidad; vendedores ambulantes de sueños, el polvo mágico y la caricia del sexo ardiente; hombres furtivos e indignados, mujeres que han estallado en lágrimas, engreídos bufones; tipos a los que les da igual que los pillen y otros que confían en arreglarlo todo con el dinero- hace de Harlem un universo único e irreal, por el que es inevitable sentirse atraído.
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jueves, 15 de octubre de 2015

ALGODÓN EN HARLEM. (Chester Himes)

ALGODÓN EN HARLEM (Cotton Comes to Harlem)
Chester Himes
TRADUCCIÓN: Facundo Piperno
R. B. A. Libros S. A. , 2012
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Regreso a África. 1.000 dólares por familia, sin importar cuán numerosa sea. 2.000 hectáreas de tierra fértil en el continente negro. Mula, arado y toda la semilla que necesiten. Vacas, cerdos y gallinas a coste mínimo. Ésto es lo que ofrece el joven  reverendo Deke O´Malley a toda aquella comunidad negra dispuesta a sembrar en África sus cosechas y vivir en casas cálidas y soleadas. Sin embargo Nueva York no es un buen lugar para publicitar una colecta de esta envergadura. Unos atracadores blancos y enmascarados irrumpen en el solar escogido cerca de las vías del tren, en un furgón de reparto de carne y, armados hasta las cejas, roban los 87.000 dólares de la colecta. En medio de una gran cantidad de disparos y dejando atrás a un hombre muerto, los ladrones escapan con el dinero.

La investigación iniciada con el fin de encontrar a los asesinos requiere la intervención de “Grave Digger” Jones y “Coffin Ed” Johnson. Ambos sospechan que todo el «Movimiento de regreso a África» es una tapadera que tiene por objeto ocultar algún tipo de estafa. El reverendo O´Malley no es lo que todo el mundo piensa que es, no en vano salió hace diez meses de la prisión federal de Atlanta, donde residió con su verdadero nombre de Deke O´Hara, tras haber traicionado a sus antiguos jefes e implicado a trece miembros del sindicato ante el Gran Jurado.

Tío Bud, un recolector de basura, un personaje sin hogar, encuentra una bala de algodón caída del camión de los atracadores blancos, bala que termina vendiendo a un depósito de chatarra dirigido por un tal Goodman. La reubicación de los negros parece estar de moda y así el coronel Robert L. Calhoun inicia su «Movimiento de regreso al Sur» abriendo una oficina en Harlem y pidiendo a los negros su inscripción para trabajar en la recolecta de algodón. La guerra entre ambas facciones está servida.

O´Malley utiliza a uno de sus secuaces para concertar una reunión con el coronel Calhoun, que por alguna razón desconocida publicita la búsqueda de una bala de algodón. Josh, un empleado del depósito de chatarra de Goodman, pone al coronel sobre aviso de la existencia de la bala que el viejo Tío Bud vendió a su jefe. Está de acuerdo en entregar el fardo al coronel a altas horas de la noche, eso sí, a cambio de una suculenta remuneración. En la reunión nocturna todo va mal, los tres secuaces del coronel son asesinados, Josh es encontrado muerto y de la bala de algodón no queda ni rastro.

El engaño sexual es uno de los aspectos recurrentes a lo largo de ALGODÓN EN HARLEM. El reverendo O´Malley no tiene reparos en usar su poder espiritual para seducir a Mabel. Poco después de la muerte de su esposo -un hombre que trabajó bajo las órdenes de O´Malley para el «Movimiento de regreso a África»- Mabel recibe la visita de Deke en su casa. Él ve su oportunidad cuando ella se encuentra en su momento más vulnerable, y no deja pasar la ocasión de llevársela a la cama. Un reverendo consolando a una mujer recientemente viuda no es algo que pueda ser considerado normal, a pesar de que Deke solo la visitara con el propósito de utilizar su casa como base de operaciones. Iris -la esposa del reverendo- tampoco se queda atrás, y utiliza su encanto femenino para engañar a un oficial de policía blanco y escapar así del acoso al que la pasma la tiene sometida. Mientras que las órdenes de aquél son mantener la vigilancia sobre Iris, ella decide “pasar un buen rato” con él.  Manipula al policía y lo hace sentirse incómodo acerca de su masculinidad, su aspecto y su virilidad. Usa su cuerpo para conseguir lo que quiere -una vía de escape para encontrar a O´Malley- de quien sabe que la engaña sexualmente con Mabel. El personaje que Iris representa en ALGODÓN EN HARLEM es sumamente interesante. La supervivencia de una mujer en una época en que la sociedad se encuentra totalmente dominada por los hombres es complicada, pero a pesar de ello Iris sobrevive. Es fuerte, lucha sin denuedo hasta que no puede más, e incluso entonces todavía lo intenta. Posee una personalidad independiente, una de ésas que no se prodigaban en exceso en la década de los 60, especialmente si hablamos de mujeres y, para más inri, de piel negra.

“Harlem es la ciudad de las personas sin hogar”. El barrio era una comunidad eminentemente blanca, hasta que a comienzos del siglo XX se produjo un desplazamiento masivo de gente afroestadounidense –«La Gran Migración Negra»- desde los estados meridionales hacia las zonas más industrializadas del país, en parte en una huida desesperada del racismo y en parte a la búsqueda de trabajo en las pujantes ciudades industriales. A estos negros se les da cobijo, sin más, en viviendas baratas. En Harlem todo el mundo debe pagar, los criminales por los crímenes que cometen y los ciudadanos por los arreglos de sus albergues; albergues que, literalmente, se caen a cachos. La pobreza de la ciudad se manifiesta no sólo en las condiciones de vida de las personas, sino también en el número y la “calidad” de los delitos que se cometen. Los ladronzuelos son gente que no tiene reparos en robar las bolsas impermeables en que las ingenuas mujeres conservan sus ahorros y que guardan suspendidas de su cintura. Para ello llegan al extremo de entretenerlas con un incesante e insustancial parloteo, al tiempo que una segunda persona conchabada se entretiene en la labor de cortar la parte trasera del vestido de la ingenua víctima, hasta dejar al descubierto sus nalgas negras embutidas en bragas tintadas de rosa, y todo ello para conseguir lo que hoy día se podría considerar como una mísera cantidad de dinero que apenas da abasto para subsistir.  Éstas miserias sociales solo se pueden entender en una sociedad y en una época donde el segregacionismo preside las relaciones entre razas. Véase si no como el coronel y sus amigos blancos poseen el dinero suficiente para costear los gastos de su «Movimiento de regreso al Sur» mientras que O´Malley y los suyos tienen que improvisar para mantenerse. Muy lejanos están aún los  tiempos en que la brecha que separa a blancos y negros pueda ser reducida; no obstante, éso no impide que cada uno luche por defender sus creencias.
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viernes, 9 de octubre de 2015

HENNING MANKELL: IN MEMORIAM

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Henning Mankell  murió el pasado 5 de octubre en Gotemburgo (en el sur de Suecia) a la edad de 67 años –había nacido el 3 de febrero de 1948- después de haber compartido sus últimos años de vida con un cáncer del que tuvo conocimiento el año pasado. Su padre, Ivar Mankell, fue juez, y su abuelo, también llamado Henning Mankell, compositor y pianista. Mankell redefinió Suecia como una sociedad ficticia e indeseable en si misma, y se apropió de ese carácter de territorio peligroso para ubicar en él a sus personajes novelísticosRetomó la tradición sueca ya existente desde los tiempos de Sjöwall y Wahlöö de considerar a la escritura criminal como un soporte donde apoyar una crítica social de izquierdas y le dio reconocimiento internacional, valiéndose para ello del melancólico y solitario detective Kurt Wallander.

La naturaleza de su literatura queda cumplidamente expuesta en la primera novela de la serie de Wallander, «Asesinos sin rostro, (1991)», cuando el detective se encuentra en la escena de un crimen y piensa en su propia esposa, que lo ha abandonado, al tiempo que se pregunta por dónde empezar. «Un asesinato bestial, pensó. Y si tenemos mala suerte hasta puede llegar a ser un doble asesinato».

Existen detectives literarios de edad madura, que gestaron su carrera en tiempo presente y pasado y que llegaron a someterse a su futuro –considérese el Martin Beck de Sjöwall y Wahlöö- pero, y sin quizás, Wallander fue el ejemplo más natural y, probablemente, el más exitoso de todos. Apareció por primera vez cuando Suecia se distanciaba ya de la utopía optimista de los años 1960 y 70, de manera que la corrupción y el deterioro físico y psíquico del héroe encontraron eco en la corrupción y el deterioro de la sociedad que le rodeaba. Wallander se abrió paso a través de la melancolía que le era inherente en un viaje a través de la probidad que le resultó sumamente exitoso. Después de un comienzo incierto, las 10 novelas vinculadas a su persona (más un volumen de cuentos y un relato centrado en la figura de su hija Linda) se vendieron a millones en varios idiomas. A medida que la serie fue avanzando el personaje fue volviéndose más desgraciado: “Cada vez que llegaba a casa por la noche después de un día de trabajo estresante y deprimente, recordaba que en otro tiempo había vivido allí con una familia. Ahora los muebles lo miraban como acusándolo de deserción”, se reprochó con amargura en su última novela, «El hombre inquieto, (2009)».

Mankell nunca fue un hombre frustrado a pesar de que su infancia no resultó fácil. Si algo caracterizó su vida fue su desmedida inquietud y la gran dosis de energía que le acompañó hasta la hora de su muerte. Prueba de la gran capacidad vital de la que hizo gala anida en el hecho de que a los dieciséis años decidiera abandonar la escuela para enrolarse en un barco mercante. Mankell nació en Estocolmo, hijo de un juez, Ivar, cuya esposa, Ingrid, les abandonó a ambos al año siguiente de su nacimiento. Ivar se trasladó con sus hijos a Sveg, en el condado de Jämtlands Iän, un pequeño pueblo del municipio de Härjedalen, donde vivieron hasta que Mankell cumplió los 13 años, momento en el que se mudaron a Borås, una ciudad menos aburrida a las afueras de Gotemburgo, a unos cientos de millas al sur.

En aquellos años Henning leía intensamente. Su desmesura le llevó a crearse una madre imaginaria para reemplazar a aquella que lo había abandonado. «Trabajo mejor cuando la imaginación es tan valiosa como la realidad», fue su justificación a este confortable hecho. Él siempre recordó su infancia como un tiempo sumamente feliz, y la Suecia de finales de los años 50 y principios de los 60 como un lugar paradisíaco para un niño de su edad. Después de tres años en Borås, ya con 16 de edad, abandonó la escuela y se fue de casa, trasladándose primero a París y luego a la mar, donde desarrolló labores en un carguero. En 1966 regresó de nuevo a París donde llevó una vida bohemia, decidido a convertirse en escritor. Tomó parte en los movimientos que desembocaron en la revuelta estudiantil del 68, para luego regresar a Suecia y trabajar como tramoyista en Estocolmo. Allí escribió su primera obra, sobre el colonialismo sueco. En 1973, publicó una novela sobre el movimiento obrero y voló a África con los ingresos obtenidos de su venta. El continente africano se convirtió en un segundo hogar para él, y pasó gran parte de su vida allí, siendo fundador y luego ejecutor de un teatro en Mozambique desde 1986 en adelante.

Desde una temprana edad se interesó de lleno por la política de izquierdas. Después de regresar de París, donde como quedó dicho participó en las manifestaciones del 68, y ya instalado en  Estocolmo, se manifestó contra la guerra de Vietnam y el sistema universitario, y pasó gran parte de los años 70 en Noruega muy cercano a un grupo maoísta al que pertenecía su pareja de entonces.

Sin embargo fue África la que llegó a hacerle apreciar las desigualdades del mundo e intensificar su repulsión por las mismas. Hizo campaña contra el sida y las minas antipersona -cada año más de veintiséis mil seres humanos mueren o sufren traumáticas mutilaciones debido a las explosiones de estas armas-, también contra las drogas generadoras del sida al tiempo que alentó un proyecto sobre el recuerdo de los fallecidos. «África me ha enseñado que hay un enorme sufrimiento innecesario en la humanidad. Enseñar a todos los niños del mundo a leer y escribir no costaría más de lo que la sociedad occidental gasta en comida para perros», llegó a comentar.

La mayor parte de su vida laboral se dividió entre la novela y el teatro. Henning Mankell fue un escritor prolífico, llegando a publicar hasta tres novelas al año. Su obra puede ser acusada de irregular pero no hay duda de la pasión que se esconde detrás de ella. Wallander vio la luz después del regreso de Mankell de una larga estancia en Mozambique, cuando comprobó que Suecia se había convertido en un país mucho más racista que en los años 60, tiempo aquél en que los inmigrantes prácticamente no existían. La mayoría de sus libros se encuentran estrechamente ligados a las convenciones progresistas y reformadoras de la Suecia del siglo 20. En su mundo siempre fue posible encontrar una sociedad más abierta y honesta de la que a él se le ofrecía, así como Maj Sjöwall y Per Wahlöö la encontraron en la Unión Soviética de su tiempo.

El éxito mundial cosechado con Wallander no frenó la producción literaria de Mankell. Antes al contrario la impulsó con más energía. Entre su capital se encuentra una trilogía, «El secreto del fuego», (Eldens Hemlighet, 2007)», centrada en las desventuras de una niña mozambiqueña de 12 años, Sofía, que tuvo la desgracia de perder ambas piernas al pisar una mina terrestre. Asimismo dio vida a una novela, «El chino, (Kinesen, 2008)» en la que un fotógrafo descubre a toda una familia de 19 miembros asesinada en una aldea sueca, víctimas todos ellos de un personaje asiático, y todo como como venganza por el trato dado por los antepasados de aquellos ​​a los suyos en los EE.UU. en el siglo XIX.

Mankell fue un hombre comprometido con la época que le tocó vivir. Sus inquietudes sociales le condujeron a tomar partido por la causa palestina en el conflicto que este pueblo mantiene con los israelíes desde comienzos del siglo XX. En 2010 se enroló en uno de los barcos que intentaron romper el bloqueo de Gaza, llegando a ser capturado por los comandos israelíes. Su celo le llevó a comparar a Israel con Sudáfrica, afirmando que se estaba gestando en la zona un nuevo apartheid. En años posteriores advirtió que las tecnologías digitales se están utilizando para hacer que el individuo sea cada vez más transparente, mientras que los gobiernos y las empresas pueden operar entre bambalinas a su libre albedrío.

Utilizó parte de su fortuna para obras de caridad. Favoreció a las aldeas de niños menesterosos en Mozambique; propició un premio teatral en Suecia y otro, para fomentar la escritura, en el norte del país, donde había pasado gran parte de su infancia. Sveg cuenta con un museo construido en su honor. Compró una casa en las afueras de la ciudad y la donó para uso y disfrute de escritores y dramaturgos necesitados de un lugar digno donde trabajar.

El cáncer ha sido la última de sus experiencias a la que no ha logrado sobrevivir físicamente, sin embargo su recuerdo, tanto humano como literario, está ahí, gravitando sobre la mente de todos aquellos que tengan a bien interesarse por su obra.
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domingo, 4 de octubre de 2015

CORTAFUEGOS. (Henning Mankell)

CORTAFUEGOS (Brandvägg)
Henning Mankell
TRADUCCIÓN: Carmen Montes Cano
TUSQUETS EDITORES, S. A., Marzo 2014
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Dos muchachas -dos niñas en realidad, de 19 y 14 años-, Sonja Hökberg y Eva Persson, tras tomar un par de cervezas en un restaurante especializado en la venta de pizzas, deciden pedir un taxi. Eva toma asiento junto al conductor y Sonja detrás. En las afueras de la ciudad hacen que el taxista se detenga con el pretexto de que Eva desea sentarse en el asiento trasero con su amiga. Tan pronto como la operación de aparcar concluye Sonja golpea al taxista en la cabeza con un martillo y Eva, que aún continúa en la parte delantera, lo apuñala en el pecho con un largo cuchillo de cocina. En el ulterior interrogatorio a que son sometidas por la policía las chicas se confiesan culpables de inmediato, compartiendo la responsabilidad del delito, y aduciendo la necesidad de dinero como móvil. Ambas se manifiestan altamente agresivas pero indiferentes, disociadas en grado sumo de la realidad que acaban de vivir. Su falta de responsabilidad es desconcertante. Sonja se niega a hablar a menos que se le facilite un «chicle» y parece realmente desconcertada ante la negativa de permitirle volver a casa. Por su parte Eva golpea a su madre en el rostro con gran crueldad. -¡Saca de aquí a esta vieja! ¡No quiero verla más!- Mataron a alguien ¿y qué? Kurt Wallander no alcanza a comprender los motivos que las llevaron a ambas a cometer semejante atrocidad. “Necesitábamos dinero”, éso es todo. La mayor de las chicas, Sonja, huye de la comisaría en un momento  de descuido, para ser hallada más tarde carbonizada, probablemente tras haber sido asesinada, en una central eléctrica a las afueras de Ystad. Tras este suceso Eva modifica su declaración y se retracta de su primera confesión.  

«Cortafuegos» es un "cuento de hadas desagradable", que se desarrolla a partir de la muerte de un taxista y que permite «saborear» masivos delitos informáticos, indescifrables conspiraciones políticas y grotescos asesinatos; acontecimientos todos ellos firmemente atesorados en el espacio reducido de una novela de misterio genérica, en el ámbito que todos habitamos -para Wallander, en el gótico remanso provincial de la Escania sueca, tan familiar y desconocida a la vez-.

El mundo de Wallander -como es ya habitual- es triste e insufrible y está dominado por una formidable cuota de miedos y oscuridad. El personaje se ve constantemente abatido no sólo por los crímenes con los que debe apechugar, sino por el desencanto que le produce su propia vida. Malhumorado, se medica a sí mismo contra la gripe. Su auto se cae a pedazos mientras él se pregunta si alguna vez va a tener tiempo para hacer algo al respecto. Su padre está muerto, su hija es mayor de edad y vive su propia vida, su único amigo se plantea un futuro lejos de Suecia. Su preocupación porque el departamento de policía decida deshacerse de él no remite. «No puedo seguir llevando esta vida -se dijo irritado-. Tengo cincuenta años, pero me siento un anciano sin fuerzas.» Sin saber cómo ni por qué se ve redactando un anuncio para las columnas personales del periódico local de Ystad, en el que solicita compañía: «Agente de policía de cincuenta años, separado, una hija mayor, busca conocer a alguien con quien pasar el rato cuando se tercie. Ha de ser una mujer guapa, tener buen tipo y poseer cualidades eróticas. Enviar respuesta a “Perro viejo”».

En «Cortafuegos» Wallander se presenta tan sólo como siempre y a la vez tan confundido como siempre, preocupado en extremo por el estado del mundo que le rodea. «Creo que no tengo ni idea de qué es lo que estoy presenciando, en realidad. Lo que sí sé es que éste es un país marcado por el desarraigo y herido por su propia vulnerabilidad.» Esta es la razón que nos lleva a identificarnos con el personaje, un personaje que nos recuerda constantemente que el mundo se nos ha ido de las manos. Su confusión es sin más un reflejo de la nuestra.

Igualmente humano y alejado de cualquier especialización, su método de investigación nos libera de las complejidades técnicas y del erotismo tedioso que durante años ha acompañado al thriller estadounidense. Su conocimiento de las armas de fuego no alcanza más allá de las consecuencias de su uso. Tampoco sabe nada de coches. E incluso ahora, en medio de una investigación que gira en torno a los ordenadores, éstos le son totalmente ajenos. Son piezas de mobiliario. En lugar de buscar el interruptor de encendido para rastrear la evidencia en su interior recurre a levantar el teclado con cuidado para ver si alguien ha dejado algo interesante debajo. Los describe como “grandes” o “pequeños”, como si de un simple armario se tratara.

Las desventajas que presenta seguir una investigación a través de los ojos de un personaje como Wallander son obvias. La penumbra en la que éste se mueve puede deprimir al lector más animoso. Si a esto añadimos el tono pesadamente sueco (aquí aliviado por una traducción más enérgica de lo habitual) conseguimos que la narración se vuelva propensa a una especie de agresividad pasiva. Pero a pesar de esto, el realismo de «Cortafuegos» no tiene la suficiente capacidad para reducir el placer que proporciona la lectura de la obra de Henning Mankell.  
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BIBLIOGRAFÍA: DASHIELL HAMMETT

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DASHIELL HAMMETT
(NOVELAS)


COSECHA ROJA (RED HARVEST, 1 de febrero de 1.929)
Un poderoso empresario local -Elihu Willson, apodado «El Viejo»- amo incuestionable de la ciudad, tiene sobornados a políticos, periodistas y policías, al tiempo que siente amenazado su poder por líderes rivales, motivo por el que decide contratar al sabueso «Op», por un buen puñado de dólares, para que «haga limpieza» en esta pequeña ciudad minera. Apenas ha arribado «Op» a Personville cuando se tropieza con el hecho irrefutable de que Don Willson –hijo del «Viejo Elihu»- ha ido a sentarse a la diestra de Dios Padre sin despedirse siquiera de sus deudos. Así que el Agente de la Continental proyecta una limpieza «en seco», a fondo y con centrifugado incluido. Como adelanto le endilga a Willson la siguiente diatriba ante la vuelta atrás de aquel en sus iniciales intenciones de purgar la ciudad de malhechores: «No me grite. No le voy a dar a usted nada excepto una ciudad bien limpia... Ahora me voy a divertir yo. Tengo sus diez mil dólares para jugar con ellos. Y los voy a utilizar para abrir a Poisonville en canal desde la nuez a los tobillos». El método que se propone emplear es muy antiguo en el tiempo y tiene como base la popular proposición «divide y vencerás»: el objetivo de «Op» es desatar una guerra entre las distintas facciones criminales que acabe con la destrucción total de todas ellas.

LA MALDICIÓN DE LOS DAIN (THE DAIN CURSE, 19 de julio de 1.929)
LA MALDICIÓN DE LOS DAIN arranca con un caso de robo propio de la sesión de sucesos de un periódico sensacionalista. Un ladrón asalta la casa de Edgar Leggett, químico especialista en procedimientos de coloración, manchado y teñido del cristal, y se lleva unos diamantes que un joyero había confiado al propio Leggett con el objeto de intentar mejorar el colorido de las piedras imperfectas y conseguir así aumentar su valor. Eran ocho los diamantes. Y ninguno tenía una gran cotización. Las primeras impresiones llevan a la consideración de que el ladrón parecía saber demasiadas cosas; sabía adónde dirigirse; no perdió el tiempo en menudencias. «Asunto interno», pues, como aseguran los detectives. «A los detectives les gustan las preguntas de las cuales ya conocen las repuestas». Este robo, sin embargo, no es sino el pistoletazo de salida de una serie de muertes que comienza con la del propio Leggett -fugitivo francés de la Isla del Diablo, que se ha labrado una carrera en San Francisco como investigador químico- y en la que se encuentra involucrada su propia mujer, Alice, y su hija Gabrielle. Toda una historia truculenta de conspiraciones se desarrolla alrededor de estas particulares joyas que deja como secuela varios asesinatos más. En las dos siguientes aventuras –pues LA MALDICIÓN DE LOS DAIN, consta de tres partes- «Op», nuestro viejo conocido «Op» de COSECHA ROJA, es requerido para sacar de apuros a la familia Leggett, en una ocasión rescatando a Gabrielle (hija de Edgar y supuesta depositaria de la famosa maldición) de las garras de una secta y posteriormente cuando ésta -aislada del mundanal ruido en un pueblecito de la costa- está en peligro de ser asesinada como remate final a toda una serie de conspiraciones en las que ella actúa como engranaje central.

EL HALCÓN MALTÉS (THE MALTESE FALCON, 14 de febrero de 1.930)
La trama de la narración gira en torno a la búsqueda de una estatuilla con figura de halcón, incrustada de piedras preciosas, que los caballeros de la Orden de Malta regalaron al emperador Carlos V en 1530. En su búsqueda participan personajes tan dispares como el detective Sam Spade o Brigid O´Shaughnessy, amén de un grupo de delincuentes de la más baja calaña.
Sam Spade es un tipo duro, curtido en las calles, irónico, de poco tacto, vida desordenada y que no tiene problemas en colaborar con la policía si ello es capaz de redundar en beneficio propio. Spade no tiene escrúpulos en entregar a Briget a la policía antes de aceptar el riesgo de convivir con ella. Brigid, en cambio, es una mujer fatal, que roba protagonismo a su contrincante masculino a la vez que tiene en la seducción y el atractivo sexual sus mejores armas.
Asesinatos, sobornos, chantajes, violencia, vileza, sexo descarnado acompañan a una narración que concluye, como no podía ser menos en una Novela Negra, con el fracaso de la empresa y la detención de los criminales, salvo de aquellos que son maestros en el arte de la simulación.
Contada en tercera persona, Hammett estructura la novela a partir de un prólogo (Briget pide a Archer y Spade que investiguen la desaparición de su hermana), un epílogo (la búsqueda de la estatuilla concluye en un rotundo fracaso) y un desarrollo narrativo, en el que, con una forma de escribir seca y áspera, con diálogos brillantes, directos y realistas, se aprovecha la coyuntura para realizar una crítica acerba a una sociedad que ha perdido todo sentido moral. "El halcón maltés" es, por méritos propios, una obra maestra de la novelística negra

LA LLAVE DE CRISTAL (THE GLASS KEY, 24 de abril de 1.931)
Es año de elecciones en una ciudad cualquiera estadounidense geográficamente cercana a Nueva York, y algunos pueden perderlo todo, incluso la vida. Cuando el poder, los intereses personales y el dinero entran en juego no tarda en aflorar el lado más oscuro del ser humano. Una noche cualquiera de un día cualquiera, en fecha no muy anterior a los comicios electorales, poco antes de las diez y media, Ned Beaumont encuentra en China Street, sin proponérselo, el cuerpo sin vida de Taylor Henry, de veintiséis años, hijo del senador Ralph Bancroft Henry.
La muerte de Taylor se debió –según posteriores investigaciones forenses- a la fractura de cráneo y la conmoción cerebral resultantes del impacto de su nuca con el canto del bordillo de la acera, tras haber sido golpeado en la frente con una porra u otro instrumento romo. Paul Madvin, de cuarenta y cinco años, alto como Beaumont pero con unos veinte kilos más, de facciones marcadas y cutis rubicundo, apoya al senador Henry en las elecciones, y desea casarse con su hija Janet, motivo por el que se cuestiona cómo frustrar la investigación que el fiscal pretende seguir. Beaumont, por el contrario, quiere «hundir» al senador Henry, a quien considera un político corrupto.
Beaumont acude a la ciudad de Nueva York con poderes de la fiscalía de Baltimore para arrestar a Bernie Despain -un fullero estafador, presunto responsable de la muerte de Taylor Henry-, y al tiempo cobrar una deuda de juego que asciende a 3.200 dólares que Despain mantiene con él. Mientras sus investigaciones en Nueva York  transcurren por la vía de las borracheras y las peleas, alguien envía una carta al fiscal del distrito de la ciudad y condado y al propio Beaumond, dando a entender que Madvig  es el asesino. Las sospechas de Baumond se centran en la hija del propio Madvig –Opal-, que era novia de Taylor Henry en vida.
La base política de Madvig comienza a fragmentarse cuando se niega a soltar a uno de sus seguidores –Tim Ivans-, quien descansa en una celda de la cárcel municipal, detenido y sin fianza, a la espera de ser juzgado por homicidio tras arrollar «accidentalmente» a Norman West ocasionándole la muerte. El hermano de Tim Ivans -Walt- acude al jefe de la mafia local, Shad O'Rory, con la solicitud de que elimine a Francis –a su vez hermano de Norman y testigo del homicidio de Tim-. Beaumont tiene conocimiento del asesinato de Francis West a su regreso de Nueva York, mientras lee un periódico en un taxi que lo conduce de la estación a Randall Avenue. Madvig declara la guerra a O'Rory –decide aplicarle lo que él llama «el tratamiento del torpedo»-, mientras O´Rory le ofrece 10.000 dólares a Beaumont para que acuda al periódico local –el «Observer»- y les ponga al tanto de todas las trapisondas en las que se encuentra metido Madving. Beaumont se niega y se despierta en cautiverio en una habitación lúgubre, donde es golpeado continuamente, dando lugar a algunas de las escenas más inhumanas de la narración.

EL HOMBRE DELGADO (THE THIN MAN, 8 de enero de 1.934)
En EL HOMBRE DELGADO, Hammett da vida a los personajes de Nick y Nora Charles, una joven pareja relativamente adinerada, residenciados en San Francisco, que, en cada una de sus visitas a Nueva York se dan de cara, como quien no quiere la cosa, con un crimen o un misterioso asesinato. Nick Charles tiene fama de ser un curtido detective, capaz de desenmarañar hasta el más enrevesado entuerto. Pero él, ante todo, es un hombre refinado que desea gozar con su atractiva esposa los placeres que le proporciona la herencia que les ha legado su suegro. Entre los festejos y los convites, Nick y Nora encuentran tiempo para esclarecer los motivos que llevaron a un homicidio y averiguar el paradero de un asesino.
Nick siempre tiene una observación apropiada y un guiño de atención para su bella mujer. De alguna forma, se podría llegar a afirmar que Nick y Nora Charles elevan a la excelsitud el precario ambiente, a veces indigno y siempre menesteroso, que caracterizó la infancia y la juventud de Dashiell Hammett. Una conducta que en manos de otro autor menos hábil con la pluma hubiera quedado reducida a una pantomima del buen placer.
En EL HOMBRE DELGADO Nick se ve forzado a intervenir cuando un viejo amigo -Clyde Wynant- le solicita encarecidamente en tono desesperado, mediante una carta, su ayuda para resolver un feo caso de asesinato donde la víctima resulta ser la amante de Wynant y en donde el principal sospechoso no es otro que él mismo. Aunque Nick no siente el menor deseo de aceptar la oferta, al poco tiempo es la familia de Wynant quien se pone en contacto con él para solicitarle que les ayude a resolver el entuerto y limpiar el nombre de Clyde, quien se encuentra en paradero desconocido y escondido de la justicia.

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