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viernes, 5 de febrero de 2016

LA TERCERA VIRGEN. (Fred Vargas)

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LA TERCERA VIRGEN (Dans les bois éternels)
Fred Vargas
TRADUCCIÓN: Anne-Hélène Suárez Girard
PENGUIN RANDOM HOUSE GRUPO EDITORIAL, S. A U. 2015
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«El ángel de la muerte»

En Francia, Pierre Magnan y Jean-Christophe Grangé, ambos en uno, son el paradigma del escritor que precipita a su héroe-detective en un mundo imaginario; mundo que conjuga ritos distantes en el tiempo, y que deriva hacia los extremos de la sociedad contemporánea. Su narrativa sondea los rincones más oscuros del alma humana. Por ella deambulan inmorales brigadas de policía, colegas envidiosos y toda clase de problemas relacionados con el sexo y el alcohol, hasta el punto de llegar a crear una escuela de ficción con la complicidad del falso realismo que une a escritores y lectores. El máximo exponente de este estilo es Fred Vargas. Su comisario Adamsberg es un atractivo agente que lleva con suficiencia una rica vida intelectual y sexual, y que es muy apreciado por su equipo. Con él labora una colección barroca y grotesca de personajes que va desde el ascendido comandante Danglard, con su colección de botellas de vino escondidas en el sótano de la comisaría de policía, hasta el recién incorporado teniente Veyrenc, conocido como «el Nuevo», a pesar de sus 11 años de servicio. Y ello sin olvidar a un Lamarre tan cohibido que le cuesta mirar a los demás, a Kernorkian y su miedo a la oscuridad, al genio de los números Mercadet y al vehemente Estelère, quien profesa una auténtica devoción a la escultural teniente Retancourt. 
 
Veyrenc ha heredado de su abuela -una auténtica apasionada de la obra del escritor francés Racine- la costumbre de mascullar parrafadas enteras en versos alejandrinos. Tiene a bien el azar (o quizás sea más apropiado decir todo lo contrario) que el pobre Veyrenc se vea desde hace diecinueve días en la labor de vigilar a Cammille Forestier. Cada vez que la oye llegar a casa, Verynec aprieta los brazos, levanta la mirada hacia el ventanuco del cuartucho donde se  encuentra confinado, escruta el rostro de la chica en el polvo del cristal y murmura:

Mas te veo temblar, y tu alma vacila.
tú, vencedor de Troya que conquistaste un día
de la ciudad los muros y del pueblo el amor,
¿puede tu corazón ceder por una dama?

Veyrenc se enamora perdidamente de Camille Forestier, la adorada de Adamsberg. No en vano ambos provienen de la misma región montañosa de Pau, región llena de rencores antiguos. Veyrenc es gascón, bearnés del valle de Ossau y Adamsberg, pirenaico del valle del Gave, vecinos que nunca se entendieron bien. La gente de aquellos lares podía matar por un pedazo de terreno. Adamsberg, receloso, visita a «el Nuevo» sin más objetivo que extirparlo de la proximidad de Camille.

Oidme, pues, señor. Apenas regresado,
una cólera injusta prepara mi caída.
¿Qué fue, tan alabada, de vuestra compasión?
¿Merezco este castigo tan sólo por mi origen?
¿Es pecado, es un crimen haber visto la luz
cerca de vuestros valles? ¿Es acaso un ultraje
haber puesto mis ojos en esas mismas nubes...?

El equipo tiene que resolver varios misterios. El enterramiento de una mujer joven es perturbado; los profanadores reciben mucho dinero por abrir la tumba y su silencio les cuesta la vida. Resultan ser dos hombres degollados en Porte de la Chapelle, a pocos cientos de metros uno de otro. Dos pringados, dos bandidos de poca monta que trapicheaban en el Mercado de las Pulgas. La brigada de Estupefacientes y la de Homicidios se disputan el caso. Por otra parte, una enfermera -«El ángel de la muerte»-, que ha asesinado en serie a treinta y tres de sus pacientes, se escapa de su encierro. Es una asesina disociada, un individuo compuesto de dos partes no encajadas, una que mata y otra que vive con normalidad, ignorándose ambas de forma más o menos perfecta. Una forma peligrosa de psicopatía. En Normandía, dos ciervos han muerto y sus corazones han sido extirpados. Mientras tanto, Danglard ha encontrado una poción del siglo XVII que asegura la vida eterna y que alguien está tratando de volver a crear.

En las novelas de Vargas, no importa lo extravagante que pueda resultar la historia, es la racionalidad en el trabajo lo que cuenta. Ella es una maestra en el arte de no decir aquello que es menester decir. Dispersa las pistas, administra la información y mantiene la tensión hasta el final. La trama gira sobre si misma antes de llegar al desenlace. En su narrativa abundan los diálogos despiertos, descarados y con gran profusión de sentido del humor. «La tercera virgen» es un magnífico ejemplo de ello. Una novela que suma las experiencias recopiladas en relatos anteriores y condensa las cualidades literarias de una escritora brillante, avezada en la creación de diálogos y personajes, pero aún más en la intriga.
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