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domingo, 1 de mayo de 2016

ÓRDENES SAGRADAS. (Benjamin Black)

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ÓRDENES SAGRADAS. (Holy Orders)
Benjamin Black
TRADUCCIÓN: Nuria Barrios
PENGUIN RANDOM HOUSE, GRUPO EDITORIAL
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Es cuando menos curioso -por no calificarlo de desconcertante- el hecho de que novelistas consagrados en literatura culta de pronto transgredan las lindes de ésta y se adentren en el terreno del relato relacionado con la delincuencia. ¿Hay que considerarlos por ello escritores diferentes? John Banville, ganador del Premio Booker 2005 por «El mar», amén del Premio Principe de Asturias de las Letras 2014, ha publicado siete relatos de suspense. Él firma sus novelas negras como Benjamin Black, su «otro yo» y, desde luego, se ve diferente.
La primera novela negra de Black, «Christine Falls», se publicó en 2006. Según Banville, fue un subproducto de un guion para una serie de televisión que nunca se llevó a cabo. Situada entre Dublín y Boston, capital esta última del estado de Massachusetts, allá por la década de 1950, la narración aporta toda la viveza y penetración psicológica posibles a una historia de crimen, emocionante y atmosférica. Una noche, después de tomar unas copas, Quirke baja al depósito de cadáveres donde trabaja y encuentra a su hermano adoptivo –Malachy- ajetreado con un archivo que no tiene por qué estar en sus manos. A la mañana siguiente, cuando la niebla se ha levantado, el médico toma conciencia de la manipulación de un cadáver y la ocultación de la causa de la muerte.
Quirke, el protagonista de la serie policíaca de Black, es un patólogo de Dublín que se define a sí mismo como “Un consultor para los muertos”, y al que conocemos solo por su apellido. Es un alcohólico con tendencias misantrópicas y con un gran atractivo para las mujeres. Tiene un gusto especial por los zapatos hechos a mano. Su infeliz familia incluye a su hermano Mal; la esposa de éste, Rose; su desafortunada hija Phoebe, quien se pasa la vida colaborando en sus casos de asesinato, y su compañera, Isabel Galloway, actriz de teatro en activo. Su padre adoptivo fue el fallecido Garret Griffin, juez del Tribunal supremo de Irlanda. Su vida familiar no es tanto disfuncional como desenfrenadamente gótica, con manifestaciones de ilegitimidad, de adulterio, crueldad y confusiones acerca de su paternidad.
«Christine Falls» se convirtió en una «plantilla» para la serie. En el corazón de la misma late Quirke, a quien hemos calificado como una mezcla profana de licores, tristeza y apetitos animales. Sus relaciones familiares, por lo general, forman parte de la trama. Un recurrente común de la villanía que le acompaña, directa o indirectamente, es la Iglesia Católica Apostólica y Romana, por la que Quirke siente un odio inveterado debido a su corrupción institucional y el daño que produjo en él siendo escolar. 
Los libros de Benjamin Black están dominados por la imagen brillante y convincente del Dublín de hace 60 años. Todo está aquí, los bares llenos de humo, los edificios de mala muerte, la lluvia y la silenciosa desesperación de muchos de los habitantes de ese mundo corrompido. Pocos novelistas son capaces de fijar la atención en los detalles pictóricos tal como lo hace Black, y pocos escriben una prosa tan límpida y expresiva como la suya. Hay una cualidad que fluye de la lengua de Benville que es difícil encontrar en la ficción literaria de otros escritores. 
La trama de «Órdenes sagradas» es básica. Un joven reportero del «Clarion» es golpeado hasta la muerte en un campamento gitano cerca de Belfast y cuando Quirke -en su función de patólogo- hace un informe sobre el cuerpo del fallecido, lo reconoce como el de Jimmy Minor, un amigo de su hija Phoebe. Quirke mantiene una relación ambigua con su hija, reconociendo su capacidad para decir las cosas equivocadas en el momento equivocado. El Padre Honan, un hombre «bueno y piadoso» según todos, es retratado aquí de manera sutil, así como sutil es la tristeza que emana de Sally, la hermana del hombre asesinado, que encuentra su propia manera de venganza a través de su relación con la hija de Quirke.

Quizás el capítulo más horrible de este libro sea aquel en que se narra la visita de Quirke a «Trinity Manor» -refugio de los padres de la Santísima Trinidad-, que recrea en él los recuerdos de su infancia, y trae a su memoria las instituciones en las que se crio de pequeño. Sólo Quirke podría conjugar con tan acertada claridad la dureza de la remembranza con su observación de una casa decorada con medallones y leyendas latinas en sus puertas. “Al final del camino de entrada en curva se levantaba el edificio, imponente y gris, entre planas extensiones de césped. Los árboles –sicómoros, hayas y algún que otro roble- aún estaban sin hojas, sus ramas se perfilaban negras y austeras  contra el cielo azul plomizo y los grandes macizos de nubes plateadas”. Para añadir secamente a continuación: “Con qué rapidez se apoderaron los sacerdotes de lo mejor que dejaron los ingleses, tan pronto como estos se marcharon.”

Durante la extraña visita que realiza a la casa, refulge en su memoria la figura del hombre que en su día conoció como Nike, «Dean de disciplina» en Carricklea, orfanato donde estuvo recluido durante su infancia. Recuerda que en sus años allí no fue fustigado por Nike, como sí ocurrió con muchos de sus compañeros, e incluso de haberlo sido, no fue ella la mayor de sus preocupaciones. “Era un tipo especial de temor el que emanaba de Nike, íntimo, cálido y húmedo y ligeramente indecente.”

El hombre de edad avanzada, el viejo portero de Trinity Manor con quien Quirke se reúne en el caserón y con quien dialoga durante una media hora en la cocina, se hace llamar Thady hasta el momento en que se despiden en la puerta, momento a partir del cual conviene en llamarse, de forma sorpresiva, Richie. Lo más curioso es que Thady -¿o tal vez Richie?- parece haberse olvidado de la conversación que ambos mantuvieron en la cocina de Trinity Manor momentos antes.

La sensación de ser perseguida abruma a Phoebe, una Phoebe que se sorprende a sí misma tomando como huésped a una desconocida que resulta ser la hermana de Jimmy Minor. El objetivo de Sally no es ni Phoebe ni Quirke. Ella tiene sus propias ideas. A partir de este momento la narración alcanza una nueva y oscura dimensión. Sally acude al confesionario del Padre Honan. “Hace tiempo que no me confieso, padre...” Honan está a la espera de partir hacia África, hacia su amada Nigeria, donde ha vivido tres felices años como misionero. “En África, el pecado estaba lleno de vida, había un gozoso deleite en todas las oscuras posibilidades que el mundo ofrecía”. Y cuando Sally le pregunta simplemente, “¿Quién perdona sus pecados, padre?”, siente “una sensación de escalofrío” cuando él responde: “Dios, ¿quién sino Él?

Para Black el misterio de la condición humana sigue siendo impenetrable. «Órdenes sagradas» es un libro lleno de amargura y recuerdos tan dolorosos, que son casi alucinatorios. 
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