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domingo, 26 de junio de 2016

GALVESTON. (Nic Pizzolatto)

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GALVESTON (Galveston)
Nic Pizzolatto
TRADUCCIÓN: Mauricio Bach Juncadella
EDICIONES SALAMANDRA, S. A.
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Como un encuentro entre «El halcón maltés» de Dashiell Hammett y los cuentos de Raymond Chandler, la primera novela de Nic Pizzolatto, «Galveston», narra la historia de un tipo duro desesperado que lucha en vano contra su destino; un personaje que tiene el aire justo entre «Sam Spade» y el «Agente de la Continental».

Las cosas no son tan malas como parecen en este mundo, son peores. Poblada de prostitutas, mafiosos de poca monta y un buen surtido de personajes faltos de moralidad, «Galveston» es una novela que ofrece una visión sombría y a la vez hermosa de la vida; un espectáculo no apto para los débiles de corazón. El abuso y el homicidio, la perversión y depravación sexual, la ansiedad y la ambigüedad matizan la existencia de una humanidad enloquecida. Con una visión fatalista de las cosas, los individuos de esta novela caen presas de un mal endémico, en un sistema y una sociedad donde los valores de la democracia, la ley, el orden y la justicia se han desmoronado.

La violencia ha ensombrecido la infancia de Roy Cady. Su padre alcohólico cayó al vacío desde la torre de refrigeración donde trabajaba y se fracturó el cráneo; su madre nunca llegó a recuperarse y años después se suicidó arrojándose a la carretera desde un puente. Ella había trabajado años atrás para el propietario de un bar mafioso, y a los 17 Roy comenzó a laborar para él. Con el tiempo se trasladó a Nueva Orleans y se convirtió en el matón profesional de otro mafioso, Stan Ptitko.

Ahora en 1987 y con 40 años de edad, Roy se entera de que sus pulmones están repletos de copos de nieve; está convencido de que su mal es terminal. Cuando Ptitko lo envía a intimidar a un funcionario corrupto del sindicato de trabajadores portuarios, se tropieza con una trampa; Ptitko lo quiere muerto. Roy sobrevive contra todo pronóstico a un violento tiroteo y pone pies en polvorosa. Las cosas van mal. Se aleja en un remolque, acompañado de una prostituta adolescente, Raquel («Rocky») Arceneaux. Al este de Texas rescatan de la miseria a una niña de 3 años de edad, Tiffany, supuesta hermana de Rocky y se dirigen a Galveston. Allí se alojan en el Emerald Shores, un motel de carretera a pocas cuadras de la playa de Galveston. Se unen a una inadaptada colectividad de «casos de mala suerte»; allí todo el mundo huye de la destrucción o se dirige irremediablemente hacia ella.

Mientras se escabullen por la Interestatal en dirección oeste, en un viaje hacia el abismo, un mundo moteado de hiedra, árboles escuálidos y aguas negruzcas se sucede ante los ojos rendidos de estos personajes; un paisaje cuya gravedad tira de ambos hacia atrás en el tiempo y los obliga a recordar las personas que han sido. Pizzolatto describe la Costa del Golfo con un gemido: “El paisaje que recorríamos se fragmentaba como una placa de arcilla rota en islas cubiertas de hierba, y el agua turbia y cenagosa se extendía hacia el golfo, que se vislumbraba a lo lejos, por el sur. Como un fuego incandescente, la luz del sol esmaltaba la superficie ondulada del agua y el lodo de los bajíos.” O: «Pasamos junto al campo de fútbol americano del colegio y al salir del perímetro del pueblo, en un cartel negro clavado junto a la carretera, se leía en letras blancas: EL INFIERNO EXISTE.

La novela es de ambiente, con ese paisaje entre Texas y Luisiana que derrite el cerebro de sus habitantes y que pone de relieve un sello distintivo del noir americano: la búsqueda de su pasado. El mundo de «Galveston» es un mundo pobre y mentiroso. «Estás aquí porque ésto aparece en el mapa. Los perros resuellan por las calles. La cerveza no aguantará fría mucho tiempo. La última canción nueva que te gustó salió hace mucho, mucho tiempo, y ya nunca la ponen en la radio». Sin embargo, el pasado es una quimera, así como el futuro, inventados ambos para adormecer las acometidas del  presente. Es aquí, en Galveston, donde Roy tiene la oportunidad, fugaz y sin esperanza, de resucitar lo poco bueno que todavía lleva dentro. Y así «Galveston», la novela, se convierte en algo inesperado, una fábula que se ocupa de la recuperación del espíritu, si no del todo de su redención.

Todo este caos se lleva a cabo en 1987, cuando Cady asesina a un puñado de pobres diablos en su peregrinaje a la prisión y su ulterior redención, pero la verdadera historia de Cady se desarrolla en 2008, cuando el huracán «Ike» azota la isla de Galveston. La pericia adquirida con el tiempo permite a Cady hacer gala de la sabiduría del hombre avezado: «Me he dado cuenta que toda la gente débil comparte una obsesión  básica: una fijación por la idea de la complacencia. Vayas a donde vayas, los hombres y las mujeres son como cuervos atraídos por los objetos brillantes. Para algunos, los objetos brillantes codiciados son otras personas, y antes que caer en esto más te valdría hacerte adicto a las drogas.» Existen ciertas experiencias a las que no puedes sobrevivir; después de padecerlas ya no existes de verdad, aunque hayas esquivado la muerte. Lo que le pasó a Cady en el 87 le sigue pasando todavía en el 2008, solo que han transcurrido veinte años y lo que pasó fue un relato...

Ya comenté una vez que los personajes noir son «perdedores» por naturaleza. No importa cuán sombrío sea su panorama, no importa cuán vana sea la lucha que estén dispuestos a afrontar; el héroe noir, tal como está concebido -probablemente condenado al fracaso desde el principio-, trata con todas sus fuerzas de superar su destino. El adalid noir puede ser un “perdedor”, pero no es un “cobarde”.

Impulsada por un potente cóctel de licor y delincuencia, «Galveston» es una novela trepidante, que obliga al lector a mantener la cabeza fría y el corazón palpitante. Hay una honestidad abrasadora en sus páginas, y Pizzolatto juega sus cartas en una buena mano de póquer, manteniéndolas a cubierto, esperando hasta último momento para mostrar sus ases.
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martes, 21 de junio de 2016

CRIMEN DE AUTOR. (Gregg Hurwitz)

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CRIMEN DE AUTOR (The Crime Writer)
Gregg Hurwitz
TRADUCCIÓN: Luis Murillo Fort
EDICIONES B, S. A., 2016
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Drew Danner es un escritor de novela negra residente en Los Ángeles, que despierta en una cama de hospital con una cicatriz en la cabeza, sangre debajo de las uñas, y un policía a su lado. Acusado de asesinar a su ex prometida, Drew no guarda memoria del crimen, pero reconstruye la historia de la única manera que sabe, novelando los hechos. Mientras rebusca en los oscuros pasadizos de su vida, otra joven es asesinada de manera similar y Drew debe enfrentarse a la posibilidad muy real de su propia culpabilidad. 

Cuando Drew despierta en la cama de un hospital después de ser sometido a una cirugía de emergencia donde le es extirpado un tumor cerebral, se entera de dos cosas: que ha sido acusado del asesinato de Geneviève, y que esa operación que acaba de sufrir ha borrado de su memoria todo recuerdo de sus últimas horas de vida consciente. En el posterior juicio, la fiscal se burla de él haciendo gala de sus propios escritos: “En lo más oscuro de mi corazón, estoy convencido de que, cuando pasión y destino se alían, todos, desde el que grita en el púlpito hasta la chica con el pelo teñido de azul que espera el autobús, somos susceptibles de matar”. Después de haber sido declarado inocente por razones de demencia temporal, Danner se esfuerza en recordar los acontecimientos que condujeron a la muerte de Geneviève. Su memoria no conserva conocimiento alguno de un deseo, enjundioso o no, que lo condujera a la consumación de tal asesinato, pero sus dudas persisten: «¿Qué pasa si en realidad lo hice?». A pesar de su puesta en libertad después del juicio, se encuentra con que su vida ha dado un giro completo. Siente que no tiene más remedio que averiguar lo que realmente sucedió la noche en que su ex prometida fue asesinada.

En el momento que una segunda mujer aparece asesinada y se encuentra sangre de Danner en la escena del crimen, éste remueve sus recuerdos más profundos para encontrar algún rastro que lo ponga tras la pista del asesino: ¿Es el violador aquél cuyo Volvo marrón fue divisado en la escena la noche de autos? ¿Es un imitador? ¿Quién está tratando de involucrarlo? ¿Está su propia vida en peligro? Con la ayuda de su editor de libros –Preston-, Danner decide reconstruir la trama de una historia donde todo parece implicarle. Ayudado por su amigo Chic, un jugador de béisbol fracasado, y por Héctor, un adolescente artista de graffitis que se encuentra recluido en una institución para el cuidado de menores, intentará profundizar en el caso, bajo la consultoría de Lloyd, el especialista forense que ha sido su asesor en su ficción literaria.

«Crimen de autor» presume de una trama tejida con sumo esmero y de la tensa escritura de Hurwitz, que adicionadas a la descripción pulsante de Los Ángeles, da como resultado una lectura profundamente satisfactoria. Los Ángeles es el escenario perfecto para los misterios. Después de todo, Raymond Chandler estableció «El sueño eterno» en Los Ángeles. Y éstas son palabras mayores. Aún así, Chandler no fue a Harvard y Oxford, como sí lo hizo Gregg Hurwitz. Sin que ésta premisa nos lleve a plantear ningún juicio de intenciones, si una persona obtiene una educación apropiada en dos de las mejores universidades del mundo, y luego se dedica a la escritura de novelas policíacas, podemos estar seguros que, aunque pueda comenzar a sentirse restringido por las convenciones del género, su ficción no nos va a defraudar.
  
En «Crimen de autor» -The Crime Writer- coexisten dos historias, o para ser más exactos una historia contemplada desde dos puntos de vista, la ficción descrita por el autor y la vivida por el protagonista. Su héroe, el héroe de Hurwitz, es un escritor, después de todo. Él puede o no haber matado a un ex amante, lo   que no puede es dejar de sentir el deseo de escribir un relato sobre lo que sucedió con el fin de limpiar su nombre. Para distinguir ambas crónicas Hurwitz hace uso de la fuente «Courier», junto con anotaciones escritas a mano. 

Al final, como no podía ser de otra forma, Danner identifica al asesino, un tipo poco probable con el más puro de los motivos. Un final, revelado con sencillez magistral, que muestra los deseos complejos que hacen de cada uno de nosotros un potencial asesino.
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sábado, 11 de junio de 2016

ARTE SALVAJE. (Robert Polito)


ARTE SALVAJE (Savage Art)
Robert Polito
TRADUCCIÓN: Óscar Palmer Yánez
ES POP EDICIONES, 2014
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«Una biografía de Jim Thompson»

Jim Thompson escribió varias de las novelas más audaces y novedosas de la literatura norteamericana moderna, entre ellas «El asesino dentro de mí», «La huida», «1.280 almas» y «Los timadores». Con «Arte salvaje», obra que viene avalada por el premio Edgar de 1996 al mejor ensayo -Edgar Award Best Paperback Original Mystery Novel- es una obra cimentada en documentos archivados, manuscritos inéditos y hallazgos fortuitos. En ella Robert Polito nos descubre la historia de uno de los autores más sobresalientes y peculiares que haya engendrado jamás la novela negra. La vida de Jim Thompson fue tan sombría y sorprendente como su «destrucción en prosa» del sueño americano.

Los orígenes paternos de Thompson se remontan a un teólogo escocés emigrado a EE.UU a finales del siglo XVIII. Su abuelo Samuel Thompson prosperó como granjero en Illinois, lo que le llevó a mecanizar la granja asumiendo la carga de varias hipotecas. Cuando a mediados del siglo XIX Norteamérica se vio sacudida por la crisis económica, Samuel terminó arruinado y humillado. Finalmente tras el embargo de su casa y existiendo la posibilidad de terminar en la cárcel, en el verano de 1879 huyó con su familia en dirección a Nebraska. No sería éste el único caso en la familia, pues años más tarde su hijo James –el padre de Jim- se vería obligado a hacer lo propio.

Existen momentos, personas y lugares en la vida de todo individuo que marcan su existencia. Durante su primera juventud una tirantez provocada por la incomprensión mutua comenzó a envenenar las relaciones de Jim con su padre. «No se entendían el uno al otro en lo más mínimo», cuenta su hermana Maxine. Un continuo rencor se fue gestando hacia su progenitor que llevó al escritor a soportar una pubertad tornadiza, descabellada e inhumana. En «La huida», Thompson escribe sobre una «inseguridad cuyas semillas quedan invariablemente plantadas de manera temprana por una falta o un exceso de protección, y que florecen en desconfianza hacia la autoridad paterna y por extensión hacia cualquier autoridad». 

Grande incluso de niño, el padre de Jim adoptó el papel de mediador dentro de su familia, una posición emblemática que mantendría sobre sus hermanos y hermanas durante el resto de  sus vidas. A finales de la década de los noventa James Thompson abandonó Nebraska para pasar tres años deambulando por la frontera norteamericana. Lo cierto es que el 6 de agosto de 1901 fue nombrado sheriff de Anadarko. Durante las Navidades de 1902 realiza un viaje a Nebraska para contraer matrimonio con Birdie Myers, hija de un granjero retirado. Como regalo de bodas el sheriff Thompson obsequió a Birdie con una lujosa mansión, que años más tarde cambiarían por un alojamiento más modesto –pero gratuito- situado sobre la nueva cárcel del condado. Jim Thompson –el escritor- bromeó durante toda su vida con la idea de que había nacido en la cárcel, y es que el 27 de septiembre de 1906, James Myers Thompson, nació sobre una improvisada mesa de paritorio colocada en la cocina de la casa del sheriff Thompson, su padre. Diez meses más tarde, en julio de 1907, acusado de desfalco y robo, su padre y toda su familia -al igual que hiciera su abuelo con anterioridad- se vio obligado a huir al amparo de la noche ante la amenaza de presidio. La huida del sheriff Thompson inició lo que para sus hijos sería una década de solitario peregrinaje.

Un personaje que ejerció su ascendiente destacado, y que actuó de padre sustituto en los momentos de ausencia de su verdadero progenitor, fue su tío «Bob» -Robert Wicks-, casado con una hermana de su madre. El tío Bob agasajó a Jim con una gran selección de libros y supervisó su rudimentaria educación literaria. Bob dio a conocer a Jim a una edad temprana los clásicos norteamericanos y europeos. De este modo, durante amenas veladas en la biblioteca de los Wicks, Thompson entró por primera vez en contacto con los textos que siempre consideraría como sus principios literarios.

Pero no todas las influencias familiares fueron positivas para Jim. De sus estancias en casa de sus abuelos maternos –cada vez que su padre emigraba de casa, su madre acudía a refugiarse allí-, Thompson adquirió el hábito de paladear un «vasito rehabilitador» de licor caliente en su desayuno, obsequio del abuelo Myers. Williams Henry Myers fue en su día el alistado más joven de la Unión. Tras retirarse como sargento contrajo matrimonio con Marguerite Ellen Cox, hija de una india cherokee de la Confederación Iroquesa, colectivo originario de Nueva York que se diseminó por el Sur y el medio Oeste. La abuela Myers se alza sobre la infancia de Jim como una especie de bruja malvada, arisca, mezquina e insufrible. El abuelo Myers, en cambio, encarnó la figura bonachona, un colega y una especie de consejero. Notables son las andanzas de un Thompson treceañero -impulsado por los tragos matutinos «medicinales» de whisky de maíz- en compañía de su abuelo, en una particular ruta turística por los cabarés de Forth Worth.

A pesar de que Thompson ambientó algunas de sus novelas en sus ulteriores lugares de residencia, léase San Diego, Nueva York o Hollywood, aquellas siempre se arrizaron a tres escenarios: Oklahoma, Nebraska y Texas, los maravillosos dominios de sus años formativos.

En Fort Worth, Thompson comenzó su inacabable carrera laboral, en un intento de ayudar a su madre a sacar su familia adelante, ejerciendo cualquier empleo disponible para un joven de quince años. Así se adjudicó, entre otros, los papeles de vagabundo y jornalero en los yacimientos petrolíferos de Texas, de aprendiz de periodista y de botones en el «Hotel Texas». Esa temporada que trabajó como botones nocturno durante la Prohibición impulsó su coqueteo con los bajos fondos de Fort Worth, experiencias que posteriormente vertería en sus novelas.

Después de un efímero paso por el Colegio de Ingenieros Agrónomos de la Universidad de Nebraska, donde frecuentó el taller de escritura del profesor Wimberly, Jim Thompson contrajo matrimonio con Alberta Hesse el 16 de septiembre de 1931. Su hija mayor, Patricia, vio la luz el 9 de septiembre de 1932, y posteriormente vendrían Sharon y Michael. Por las páginas de «Arte salvaje» desfilan sus años como escritor de «crímenes reales» en las revistas pulp de la época y su participación en el «Proyecto de Escritores de Oklahoma», donde ingresó como editor y terminó dirigiéndolo, tras la dimisión de Bill Cunningham. Su principal contribución para este organismo fue la publicación de la Guía Estatal de Oklahoma.

Thompson dejó una imborrable huella en la cultura popular norteamericana escribiendo sus más celebrados libros para los principales sellos de literatura pulp. Desde -entre otras-: «Always to Be Blest», novela no publicada, cuyo quebradizo manuscrito Thompson arrojó por la ventana de un autobús camino de San Diego; pasando por «Aquí y ahora», su primera novela publicada, que plasma sus memorias proletarias de los años treinta en un acerbo retrato de un psicópata incipiente; «El trueno», que levantó toda clase ampollas en la familia Myers y «Solo un asesinato» que recoge los gimoteos de un asesino quejicoso; para desembocar en los libros más negros que dieron pie a su edad de oro: «El asesino dentro de mí», una historia en primera persona de una mente pervertida y criminal, considerada por muchos su gran obra maestra; «Una mujer endemoniada», su novela más desenfrenada, una historia que nos lleva a cuestionar la misoginia del propio escritor; «Asesino burlón», una de sus novelas más personales, que aborda la castración y el suicidio; «Un cuchillo en la mirada», un intrigante cóctel de sexo y secuestros; «El exterminio», que gira en torno al asesinato de una hipocondríaca fofa y rebozada en talco que aterroriza con sus llamadas telefónicas a los habitantes de la villa de Manduwoc y «1280 almas», una novela donde Thompson volcó toda su desazón filial, un pesadillezco monólogo del manipulador y asesino psicótico Nick Corey, el estrafalario sheriff de un pueblo del Sudoeste. Thompson colaboró en los guiones de «Atraco perfecto» y «Senderos de gloria» para Stanley Kubrick, con quien mantuvo unas tensas relaciones. A pesar de sus posteriores penurias y de acabar cayendo en el olvido, Thompson siguió escribiendo hasta prácticamente el día de su muerte.

Su historia, la historia de James -«Jim»- Thompson es una historia del siglo XX, una aventura que abarca desde la Oklahoma territorial de principios de siglo hasta el Hollywood de los  setenta. Real, lúcida y rigurosa, «Arte salvaje» simboliza una sobresaliente indagación en la leyenda cultural de Norteamérica.
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