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viernes, 30 de septiembre de 2016

EL ESTAFADOR. (James M. Cain)

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EL ESTAFADOR (The Embezzler)
James M. Cain
TRADUCCIÓN: Manuel Barberá

EDITORIAL BRUGUERA. LIBRO AMIGO
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Bruguera, en su colección «Club del Misterio», publicó en 1981 y en su número 9 la narración conjunta de «El cartero siempre llama dos veces» y «El estafador», ambas originales del escritor americano James Mallahan Cain, con cubierta de Isidre Monés e ilustraciones interiores con la firma, nada menos, que de Carlos Freixas. Posteriormente sería la propia editorial Bruguera quien reeditaría «El estafador», en la colección «Libro amigo», en el año 1985. «El estafador» fue un relato que salió originalmente a la luz por entregas allá por el año 1938, en «Liberty», bajo el título «Money and the Woman», para acompañar posteriormente a «Double Indemnity» en su edición en formato de libro. «Money and the Woman» fue llevada al cine en 1940 por William K. Howard, con Jeffrey Lynn y Brenda Marshall como protagonistas.

Dave Bennett, vicepresidente de una corporación bancaria de California, es trasladado a la pequeña y cercana sucursal de Glendale con la misión de realizar una tarea de control y supervisión de las operaciones de ahorro impulsadas por el empleado Charles Brent. Desde ese mismo momento, planteado ya en las primeras páginas con la vertiginosidad propia de Cain, un torbellino de suspense y turbulentas pasiones se desata sobre cada uno de los protagonistas de esta aventura. Cuando Brent, un hombre oscuro y taciturno, cae gravemente enfermo y es hospitalizado para sufrir una operación de úlcera de duodeno, su esposa Sheila Rollison se las agencia para ocupar su puesto en la entidad bancaria, y Dave pronto se enamora de ella. En el transcurso de su investigación, Dave descubre un desfalco en las cuentas de Brent, y debido a su amor por Sheila retiene la información y asume la responsabilidad de los 9.000 dólares que se requieren para equilibrar las susodichas cuentas. En secreto Sheila y Dave depositan el dinero en las cuarenta y siete cuentas de ahorro adulteradas con el fin de ocultar a las hijas de aquella el conocimiento que su padre es un estafador. Sin embargo, ésta solo será la primera y la menor de toda una larga serie de pesadillas que acompañarán a Bennett a lo largo de toda la obra.

En «El estafador» es posible encontrar algo del más genuino Cain. La novela forma parte de una trayectoria creativa de imborrable brillantez que alcanza –en diferentes momentos- un atractivo escurridizo, una poesía conmovedora, una capacidad de desasosiego que, afirmada en la violencia y en el suspense, crearon un estilo inimitable y señalaron con firme olfato, el camino definitivo para la por entonces recién nacida novela negra.

En este breve relato de Cain son de nuevo los amores peligrosos el desencadenante de todo tipo de infortunio, testimonio fiel de unas flaquezas humanas rebosantes de realismo. “Algunos de mis libros tratan acerca de cosas que todo el mundo sabe pero nadie reconoce”, declaró Cain poco antes de morir en una entrevista, que suena como un diálogo con guion, realizada por el periodista David Zinsser para la conocida revista literaria «The Paris Review», y que apareció intitulada como «James M. Cain, El arte de la ficción Nº 69».

Cain pertenecía a ese grupo de escritores de los años 1920, 1930 y 1940 conocido como «hard-boiled», o simplemente «duros». Ellos escribieron cuentos concisos, morbosos y violentos sobre el crimen y la desesperación, con paisajes poblados de lumpen-proletarios y anti-héroes que farfullaban continuamente en su propia jerga. Algunos de estos escritores, como Dashiell Hammett («Red Harvest», «The Maltese Falcon») y Raymond Chandler («The Big Sleep», «Farewell, My Lovely»), escribieron novelas policíacas. Otros, como Horace McCoy («They Shoot Horses, Don't They?»), «No Pockets in a Shroud») y Cain, abordaron el mismo asunto desde el punto de vista de aquellos que cometieron los crímenes. El crítico Edmund Wilson llamó a estos últimos escritores «Los poetas del asesinato» y, de ellos, James M. Cain siempre ha sido considerado el más destacado.

Pocos escritores han recibido estimaciones tan increíblemente variables por su trabajo como James M. Cain. Él se basó en su sentido rítmico del diálogo y la comprensión de la psicología humana y el contexto social para contar sus cuentos; cuentos que tratan sobre la mujer depredadora, los hombres de voluntad débil obligados a cometer un crimen horrible, y el sentido general de la sed de sangre que acecha bajo la superficie del sueño americano. A nadie se le oculta que uno de los temas que caracterizan su narrativa es el de la culpabilidad compartida: dos personas que se involucran en un mismo acto delictivo y se ven imposibilitadas de revelar su terrible secreto y vivir juntas. Sin embargo a mí me parece que el tema que ronronea en el viejo motor de los mejores trabajos de Cain («El cartero siempre llama dos veces», «Mildred Pierce», «Perdición» o «Serenade») es la proposición que predica que «El amor es algo peligroso». Para él, para James M. Cain, cuando las relaciones sentimentales comienzan a aflorar, se produce una fatiga de la actividad cerebral. Cain no es un hombre de relaciones significativas y contratos matrimoniales, según él, al igual que consideran los psicoanalistas, la libido es el impulso fundamental de toda energía vital. 

Cuando la gente piensa en Cain, piensa en el cine negro. ¿Y por qué no? «El cartero siempre llama dos veces», «Perdición» y «El estafador» nos remiten a las obras maestras de los pulp de 1930, repletas de adulterio, homicidio conyugal y fraude de seguros, que una vez admitidas a la pantalla por los censores de la «Hays Office» de la década de los 1940 se convirtieron en verdaderas plantillas para un asombroso número de películas noir. Este uso, o tal vez el uso excesivo, de la «plantilla de Cain» se extendió más allá de la desaparición de la película original de la era negra en la década de 1950. En cuanto a él, Cain, no fue lo que se dice muy amigo del cine. En 1948 abandonó Hollywood y se instaló en su Maryland natal, donde siguió escribiendo novelas. Su imagen nos es devuelta a través de los retratos posteriores como una persona terca y cascarrabias, pero fiel a su vocación y alejado completamente de la homogeneización literaria que había sostenido su obra en los momentos de su apogeo. 
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domingo, 25 de septiembre de 2016

PRIMERA EDICIÓN: «EL CARTERO SIEMPRE LLAMA DOS VECES». (JAMES M. CAIN)

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EL CARTERO SIEMPRE LLAMA DOS VECES
(THE POSTMAN ALWAYS RINGS TWICE)
JAMES M. CAIN
ALFRED A. KNOPF INC.
1934
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EL EMBROLLO. (Jim Thompson)

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EL EMBROLLO (The Riff-Off)
Jim Thompson
TRADUCCIÓN: María Antonia F. Álvarez-Nava
EDICIONES JÚCAR
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La estructura de «El embrollo» se inicia en un motel de mala muerte donde Britt Rainstar, el último miembro superviviente de una familia ilustre, es inmovilizado por un enorme pastor alemán de dientes inconmensurables, ojos imperturbables e imponente hocico. A continuación, la novela se mueve hacia atrás en el tiempo para revelar cómo Britt conoció y se involucró con Manuela Aloe, la sobrina loca y sexualmente voraz de Patrick Xavier Aloe, cabeza visible de una extraña corporación conocida como PXA. De hecho, la primera reunión de Rainstar con Manuela en un restaurante ya pone de manifiesto el cruel poderío de PXA, y es una muestra de lo que le puede suceder de caer en desgracia con los Aloe. A lo largo del tiempo Manuela hará provisión de sus cualidades soterradas de astucia y poder para causarle muchos disgustos y lo mantendrá en un estado continuo de alerta, hasta el punto de llegar a cuestionarse cómo murió el marido de ella. Después de ponernos al día en la trama, Thompson nos devuelve al presente, donde avanzamos a salto de mata a través de los numerosos y extraños encuentros de Britt con la muerte.

Fuertemente endeudado y con la fortuna familiar dilapidada, Britt, lleva una existencia monótona, conviviendo con un ama de casa borracha en su destartalada mansión familiar. Britt está casado con una mujer desagradable, llamada Connie, a quien conoció brevemente antes de contraer matrimonio como hija del propietario de una Agencia Inmobiliaria de un hogareño pueblo anidado entre redondeadas y verdes colinas. Una breve y desgraciada vida conyugal terminó con Connie paralizada gracias a la temeraria conducción de Britt. Ahora están separados de hecho y Connie se niega a concederle el divorcio. Britt es acosado por su esposa quien le reclama una pensión y, puesto que él no tiene donde caerse muerto, las amenazas y fricciones son constínuas. Así que cuando Manuela oferta a Britt un trabajo absurdamente bien pagado de 35.000 dólares al año escribiendo panfletos ecológicos, él piensa que todos sus problemas están resueltos. Después de sus encuentros sexuales, Manuela le otorga con frecuencia bonificaciones de 2.000 dólares, hecho que parece más bien un pago por sus momentos de sexo que por los folletos ecológicos que escribe Britt. Éste no tarda en captar el mensaje de que está siendo postulado como marido de Manuela; pero hay un problema: él ya está casado....

Aquí, en «El embrollo», hay tres mujeres que no quieren darle la espalda a Britt, eso sí, cada una por un motivo diferente: la caliente y a la vez paranoica Manuela –familiarmente «Manny»-; la pelirroja enfermera Kay; y su esquizoide esposa Connie, quien es descrita con todo el mal gusto del mundo por el propio Britt:

« ¿Quién soy yo para burlarme de la pobre Connie y su hiperdilatado aparato?, ¿o burlarme de alguien por esa razón? Una de las jugarretas más tristes que suele gastar el destino es dotar a los menos apetecibles sexualmente con el más voraz de los apetitos sexuales. Expiar tal chanza, considero es la obligación de los que están mejor dotados. Y por mantener dicha obligación he tenido apareamientos más tristes que Connie. He recibido escasa gratitud por mis esfuerzos. Es más, invariablemente termino con un polvo peor que el que yo echo. Porque también es una broma del destino atribuir complejos de superioridad a las chicas con peor carrocería fornicadora. Y éstas parecen sentirse justificadas en darte figuradamente algo tan malo como lo que te dan literalmente.»

La trama se vuelve difusa cuando se hace patente que están tratando de acabar con la vida de Britt Rainstar, y el policía Jeff Clagget –jefe de seguridad del Campus Universitario en los tiempos en que el padre de Britt «exprimía» las botellas en la Universidad- trata de descubrir quién está detrás de todos los atentados contra su vida. Probablemente lo mejor sería recluir a Britt en cualquier monasterio perdido, allí donde no esté al alcance de cualquiera de «sus mujeres», ya que no puede vivir sin ellas. Es un hombre débil y ante cualquier circunstancia toma el camino más fácil, por lo que siempre termina en la cama con alguna de ellas. Como no podía ser menos, también es víctima pasiva de su ama de casa, quien emplea el dinero de la compra en mantener bien surtida  su provisión de botellas de whisky Jack Daniel´s.

Thompson sólo se molestó en completar una de todas sus muestras tardías, precisamente ésta –«El embrollo»-, sin embargo ni su atrayente título, «The Rip-Off», bastó para aportarle algo de credibilidad a una inarmónica trama de estafas de seguros. Aquí todo el mundo parece empeñado en matar al protagonista, Britton Rainstar: su esposa tullida, su frívola novia, su desconcertante enfermera y la siniestra corporación PXA. El empleo de Reinstar como redactor de informes para la fundación Hemisphere, su ruinosa mansión en un vertedero municipal o la certeza de que entre sus antepasados se encuentra un jefe indio cuyo retrato, pintado por Remington, cuelga en el Metropolitam son, quizás, los únicos  fundamentos prometedores de esta obra. Rainstar se deja arrastrar durante toda la novela por un plañido desesperado y quejumbroso: «No sé lo que les ocurre a ustedes en tales circunstancias, pero a mí me invade la culpabilidad. La simple necesidad de tener que explicar que esto y lo otro es un error, endurece mi sonrisa en exceso y me hace sudar profundamente, y mi voz se vuelve trémula y temblona. De modo que, no sólo me siento culpable hasta la saciedad, sino que además lo parezco.»

Si de algo presumen las novelas de Thompson es de ser oscuras y violentas, sin embargo «El embrollo» no es más de un jugueteo con la crudeza sexual. Es posible que llegue un momento en la vida de todo gran escritor que no atesore otra motivación más que deslumbrar y alardear con la palabra. El Thompson de los «grandes psicópatas», aquél que conocimos en «El asesino dentro de mí», penetraba en la mente de sus personajes y exploraba y exponía sus patologías, sin embargo, treinta y siete años más tarde, el mismo autor es incapaz de alcanzar ese nivel de sabiduría psicológica en  «El embrollo». Aquí los personajes son bidimensionales. La figura de Britt Rainstar no puede catalogarse de medianamente interesante. La novela es también más «cruda», - no alcanza un nivel adecuado de madurez-, en forma y contenido que otros libros de Thompson. Éste se siente aquí mucho más «moderno» y atrevido con el lenguaje chabacano; así pone en boca de Connie las palabras: «¡Ya lo verás! ¡Ya verás si hablo en serio o no! ¡Di una palabra más sobre el divorcio y... y... “te enterarás de quién es un montón de mierda”».  Britt insinúa que su padre fue arruinado por su postura en contra del Comité de Actividades Antiamericanas, aspecto éste de la historia que se remonta varias décadas atrás, con el resultado de producir una especie de disonancia inquieta en la novela. Thompson escribió «El embrollo»  cuando su carrera estaba en declive. Por ese entonces sufría de alcoholismo y cataratas y estaba sumido en dificultades financieras. En el momento de su muerte, todas sus novelas estaban descatalogadas en Estados Unidos.

«El embrollo» se publicaría de  manera póstuma  y muy retocada en la «Black Masterly». Cuando Thompson le envió el manuscrito a su editor en junio de 1974, añadió un triste y mordaz chiste acerca de su enfermedad de cataratas: «Creo que me hubiera quedado mejor si hubiera visto lo que estaba haciendo.»
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sábado, 17 de septiembre de 2016

AL SUR DEL PARAÍSO. (Jim Thompson)

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AL SUR DEL PARAÍSO (South of Heaven)
Jim Thompson
TRADUCCIÓN: Beatriz Pottecher
EDICIONES JÚCAR
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«Al sur del paraíso» es la única novela de Jim Thompson desde «Aquí y ahora» narrada en primera persona por un protagonista que no es un criminal. «Al sur del paraíso» recrea las experiencias de Thompson como «polvorilla» en 1927 quien, siempre delante de la cuadrilla de montadores, ayudaba a despejar el camino hacia el golfo con una perforadora de roca y dinamita para la construcción del oleoducto de la Texas Company en dirección a Port Arthur. 

Huérfano a causa de un trágico accidente a los dieciséis años, -sus abuelos, «mis únicos parientes vivos», estallaron bajo una carga explosiva al dinamitar una roca- Tommy Burwell, un aspirante a poeta y novelista convertido en vagabundo de los yacimientos, es un chico duro que ha llevado una existencia precaria de trabajos sin futuro desde hace años, un hijo pródigo de veintiún años de camino a los cuarenta: «...un golpe enérgico con la culata puede tener un efecto aleccionador sobre un joven de veintiún años y el que había recibido yo me había arrebatado algo de descaro... Era un trotamundos, un jornalero, un jugador de pacotilla, un hombre que desperdiciaba su vida en un desierto. Éso era ahora. Éso es lo que seguiría siendo dentro de otros veintiún años si es que conseguía vivir tanto...» Los trabajadores de los oleoductos tenían reputación de ser menos educados que otros jornaleros de la industria del petróleo. Mal pagado, y sin oportunidad de ascenso laboral, cualquiera capaz de doblar los riñones y con cierta tolerancia al dolor físico podía aspirar a trabajador en la construcción de un oleoducto. En «Al sur del paraíso» Thompson cataloga a sus hermanos del oleoducto como, «presidiarios, hospicianos, vagabundos...»

Burwell y su vagabundo compañero y mentor Four Trey Whithey, un tosco jugador de dados, están dispuestos a trabajar como dinamiteros en la nueva cañería que se construye a través de las llanuras desiertas de Far West Texas. Ellos son conscientes que se encuentran ante una forma peligrosa de ganarse la vida. Los accidentes son considerables y las muertes escalofriantes proliferan.

Cuando Carol, una chiquilla manuda y baja, de ésas en que las partes son mayores que el todo, aparece siguiendo la caravana de los trabajadores, Tommy se enamora de ella casi de inmediato. No hay ofertas de empleo para las mujeres en los trabajos del oleoducto, pero Carol sabe algunas cosas que podrían hacer que los trabajadores se mantengan a flote, un arreglo éste que Tommy no puede soportar por mucho tiempo. 

Más que seguir una estructura novelesca, las ácidas  memorias de «Al sur del paraíso» van enlazando relatos episódicos. La mayoría de ellos explotan anécdotas de los yacimientos. Los trabajadores filtran etanol y se divierten amotinándose achispadamente cuando la empresa les adelanta alcohol en vez de cheques el día de cobro. Realmente había bastante ley y orden alrededor de estos campos de trabajo. No de un tipo oficial, pero si de la clase de ley que se obtiene con la culata de un rifle. Budd Lassen, delegado del sheriff de un pueblo perdido del Lejano Oeste de Texas, colindante a las obras del oleoducto, es contratado temporalmente unas cuantas semanas o meses con la sana intención de hacer pasar un mal rato a la gente. Y así, hace saltar en mil pedazos la cabeza de Fruit Jar, un amigo de Burwell, cuando éste pretende abandonar una gasolinera sin pagar el combustible. Cuando el cadáver de Lassen es hallado cerca del campamento, -la pala de una excavadora le había caído encima, abierta en dos, cortándolo virtualmente en dos mitades y aplastándolo contra el suelo-, Burwell es acusado de asesinato y recluido en la cárcel de Matacora, capital del condado. Los tres hermanos Long, extrañamente confabulados con Carol, testifican a favor de Burwell, empeñados en que no vaya a la cárcel.

A pesar del certero autoanálisis que hace de sí mismo tras ser liberado, Burwell vuelve a trabajar en la construcción de la gran cañería de petróleo, esta vez realizando trabajos mucho más duros. Es destinado a «montar el tablero mormónico». Era éste el trabajo más asqueroso del oleoducto. El trabajo más vil del mundo. Consistía en sostener un tablero de casi un metro ochenta de largo y quizá noventa centímetros de fondo, infernalmente pesado, por un mango de arado situado en cada extremo, al tiempo que el cable que lo unía a un tractor se tensaba haciéndole verter su pesada carga de relleno en una zanja. También participó Burwell en la «cuadrilla del lubricante». Había tres hombres en esta brigada, uno se situaba a cada extremo de la zanja y sostenía la punta de una especie de hamaca, atada con una vuelta alrededor del conducto, al tiempo que un tercero vertía la grasa en ese delantal. Este último tenía que situarse justo encima del conducto. «Durante el tiempo que estuve con el lubricante mi rostro se quemó tanto que la piel se me caía a tiras.»

Tommy Burwell permanece al margen de toda violencia y engaño. No es un mártir (en un determinado momento se ve obligado a rebanarle el pescuezo a un hombre para salvar a Carol), pero conserva las características del héroe: sencillo, puro y fiel.

«Al sur del paraíso», como gran parte de la prosa producida por Thompson a finales de los veinte y primeros treinta, pertenece al género de la literatura «hobo»: baladas, folklore, relatos y autobiografías de trotamundos. Desarraigado, desdeñoso con la autoridad y situado al margen de los paradigmas del éxito y el fracaso el vagabundo aventurero estableció un código de dureza norteamericana que antecede a Hemingway y a Hammett. El sardónico y autosuficiente «hobo», enterrado en tierra de forma anónima, es el predecesor de posteriores y más agresivos marginados que irían apareciendo en la ficción proletaria y criminal. «Él cogió al muerto por la cabeza y yo por los pies. Lo bajamos a la zanja, extendiéndole boca abajo contra el caño. Volvimos a subir, nos agarramos al tablero mormónico y le hicimos señales al conductor del tractor... El tablero se  movió hacia adelante, empujando su enorme carga de tierra a la zanja, enterrando bajo ella el cuerpo de Otto Cooper.»

Hombres y máquinas perdiéndose en la distancia.  Una larga línea de hombres quemados por el sol, el resplandor de sus palas lanzando destellos, las gigantescas excavadoras balanceándose adelante y atrás, los martillos neumáticos brincando y trepidando al moler la dura roca. . . «Preparad los salvavidas. El oleoducto se aproxima. ¡Alguien lo va a lamentar!» En el futuro Thompson les contaría a sus amigos que los campos petrolíferos le habían dejado con un profundo odio hacia los insectos y un temor perpetuo a ser enterrado vivo.
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lunes, 12 de septiembre de 2016

EL «NOIR» NO ES SOLO COSA DE HOMBRES

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El «noir» es el ejemplo perfecto de como una forma de literatura popular, denostada a veces ésta como «paraliteratura», es capaz de alcanzar la categoría de «clásico». Las tiendas de videos dedican estantes enteros al cine negro. La familia negro- criminal celebra encuentros anuales, donde se llevan a cabo reflexiones e intercambios sobre la actualidad del género. A nadie, medianamente afín a la lectura, le pasan desapercibidos títulos como «Perdición», «El cartero siempre llama dos veces» o «La jungla de asfalto». Dramaturgos, poetas y artistas crean hoy personajes y escenas noir, cada vez con mayor placer. Novelistas como Dashiell Hammett, James M. Cain y Jim Thompson han tomado por asalto las bibliotecas más respetadas del país.

Las mejores series de la televisión aún mantienen vivas las tradiciones noir: ciudades corruptas, agentes de la ley tan cínicos como los criminales que persiguen, personas movidas por la codicia -dinero, poder, sexo-, y una sensación generalizada de que todo el mundo esconde sus motivos y nada es lo que parece. «Ley y orden», creada por Dick Wolf, con sus más de 400 capítulos y 20 temporadas de emisión en EE. UU., ha entrado a formar parte de la inmortalidad de la ficción televisiva. Las historias de corrupción de «The Wire», una serie centrada en el tráfico de drogas, hacen su visión amena y necesaria. George Pelecanos, uno de los mejores novelistas noir contemporáneos, participó en 2002 como guionista de esta serie, para luego convertirse en productor de la misma. También colaboró como guionista en la serie el afamado escritor Dennis Lehane, cuya película para la gran pantalla «Mystic River» significó su momento más álgido.

En la década de los 80 la pequeña editorial americana «Black Lizard», especializada en el redescubrimiento de los clásicos olvidados de la ficción negra, comenzó la reedición de novelas de los años 40 y 50 en todo su esplendor pulp: así surgieron pequeños volúmenes en papel fino con las cubiertas estilizadas, que parecían decir: "Soy un pedazo de recuerdo de los bajos fondos. Creo que nos vamos a entender bien”.

En 1990, la también americana «Random House» compró la vendimia de «Black Lizard», y sus primeras reediciones fueron lujosas y elegantes. Con el tiempo, «Random House» ha reeditado una selección mucho más extensa de estos libros en sus formatos originales.

Parece que el «noir» lo está “reventando” todo. Pero ¿por qué ahora? El género negro despegó a finales de los 40, y su edad de oro coincidió con los primeros 10 años de la guerra fría entre EE.UU. y Rusia. Su reaparición no es accidental. «Noir» es sinónimo de crítica al poder. El género opera sobre la premisa de Balzac de que “toda gran fortuna es el resultado de un gran crimen”. Poder y dinero son apetecibles, no en vano en ellos se sustenta el gobierno. No lo es tanto, sin embargo, la forma de alcanzarlos. El «noir» ofrece una realidad alternativa, momentos de verdadera pasión, un código del honor sombrío y la necesidad de libertad en medio de tanta corrupción. Por momentos, el «noir» ofrece una posibilidad de subversión.

El «noir» fue una idea original de los Estados Unidos, aunque la denominación pueda deberse a los franceses, y la mayoría de los creadores del cine negro clásico –novelistas, guionistas, directores y camarógrafos- fueron hombres. Las mujeres, siempre seductoras y a veces malvadas, fueron sus misteriosos y oscuros objetos de deseo. No nos debe sorprender entonces que las escritoras de la generación de 1970 se recrearan en la creación de detectives femeninas con la integridad cínica de los hombres clásicos. 

Hoy la presencia de la mujer en el «noir» está en alza. Algunos de los mejores escritores del género son mujeres, y provienen de fuera de los Estados Unidos. Sin duda, las mujeres nunca habían escrito tanta novela negra como en la actualidad y, sobre todo, la habían protagonizado, ya fuera en el papel de detectives o en el de asesinas. Y así, no es de extrañar que en el mundo anglosajón se hable ya de una variante del género: el «femicrime». Al margen de cualquier etiqueta, lo cierto es que el género negro siempre ha tratado de demostrar que la codicia y el caos se encuentran muy cercanos a la empresa y a los políticos que votamos. Las mejores escritoras han añadido «la familia» a esta lista. Y si los escritores masculinos han explorado el amor por la violencia, las mujeres tratan ahora de explorar la violencia del amor.

Denise Mina llegó a la novela negra después de una infancia contradictoria. Nacida en Glasgow en 1966, de padre ingeniero en la industria petrolera, vivió en toda Europa hasta los 16 años, antes de ir a un internado en Perthshire y otras escuelas en Londres, París y Amsterdam. A través de amigos de sus padres en el servicio diplomático, asistió con frecuencia a fiestas infantiles en casas de los embajadores. “Aunque mis padres pertenecían a la clase trabajadora mi educación fue de clase media, así que siempre tuve la extraña sensación de ser una privilegiada”. 

Eventualmente, asistió a la universidad para estudiar Derecho, pero entretanto se le ocurrió la idea de «Garnethill». Desde el primer momento concibió la obra como una trilogía, en parte porque la historia era demasiado extensa como para encajarla en una novela y en parte porque le gustaba el tríptico en la historia del arte. La trilogía -las otras dos novelas son «Exile» (2001) y  «Resolution» (2002)-, recreada en Glasgow, cuenta las desventuras de -¡cómo no!- una mujer, Maureen O'Donnell, ex paciente psiquiátrica que arrastra tras de sí la experiencia personal de sobrevivir a los abusos sexuales de su padre, de sobrellevar a una madre alcohólica y a dos hermanas que se niegan a creer que fue maltratada de niña. 

Glasgow es también la ciudad «noir» de Louise Welsh. Welsh, nacida en 1965 en Londres, reside en la actualidad en Glasgow. Al igual que Mina, tuvo una infancia itinerante debido al trabajo de su padre como representante de ventas. “Debido a que nos trasladábamos con mucha frecuencia, no poseía muchos libros, así que confiaba en que las bibliotecas me solucionaran el problema. Soy una apasionada de las bibliotecas. Una de las primeras cosas que hacía al llegar a cualquier lugar era encontrar la biblioteca local y registrarme en ella”.  

Welsh se matriculó en la Universidad de Glasgow, donde estudió Historia. Después estableció una librería de segunda mano en una pequeña calle de Glasgow. Ésto, aparte de husmear en las casas de las personas cuando iba a recoger los libros, le facilitó pasar sus días leyendo. 

A pesar de que los narradores de sus novelas son masculinos, sus libros dan expresión a las voces femeninas. En «The Cutting Room», un vendedor de libros de segunda mano, Rilke, descubre las fotos de una mujer joven, y sus investigaciones le llevan a recrear el submundo del tráfico sexual y la pornografía en Glasgow. 

Dos de los mejores novelistas «neo-noirs» de la actualidad son japonesas: Miyuki Miyabe y Natsuo Kirino. La literatura japonesa va mucho más allá de lo que nos sugieren los estereotipos y estas dos novelistas ponen sobre la mesa la cruda realidad de este país, lleno de desigualdades sociales.

Miyuki Miyabe nació en Tokio en 1960. Se graduó de la Escuela Secundaria «Sumigadawa» y empezó a escribir ficción en 1983, mientras trabajaba para un bufete de abogados. En 1984 se matriculó en los cursos de escritura creativa que ofrecía la editorial japonesa «Kodansha», cuya subsidiaria, «Kodansha International», publica en la actualidad gran parte de la literatura japonesa en lengua inglesa. Poco después, renunció a su trabajo en el bufete para centrarse en su escritura.

En 1992, publicó Miyabe la aclamada novela negra «Kasha», -para nosotros «La sombra del Kasha»-, que le valió el prestigioso premio «Yamamoto Shgor». La historia comienza cuando una hermosa joven –una mujer, sí- desaparece en Tokio y su prometido pide ayuda a su tío, un inspector de policía, con la esperanza de encontrarla. El detective no tarda en averiguar que la joven no es quien dice ser, y que oculta un oscuro pasado. Su búsqueda lo llevará a recorrer las ciudades más importantes de Japón y sumergirse de lleno en el peligroso submundo financiero donde las deudas astronómicas y la Yakuza empujan a las personas a la desesperación e incluso al suicidio.

La Sra Kirino, por su parte, comenzó su carrera en 1984 escribiendo novelas románticas. Sin embargo, este género no es muy popular en Japón, por lo que se concentró en la novela policíaca y de misterio, labor que empezó a llevar a cabo en la década de los 90. Ella es famosa principalmente por su obra «Out», por la cual recibió el «Premio de escritores de misterio de Japón», el galardón más alto del país en lo que literatura de misterio respecta, y fue nominada en 2004 al «Edgar» americano.

En «Out», Masako, Kuniko, Yoshie y Yayoi –cuatro mujeres, ellas- trabajan en el turno de noche de una fábrica de comida preparada de los suburbios de Tokio. Todas tienen graves problemas tanto económicos como familiares y se manejan en una atmósfera desfavorable e inhóspita. El caso de Yayoi desemboca en el asesinato de su marido cuando éste la agrede físicamente. Masako la ayudará a deshacerse del cuerpo, desagradable tarea para la que contarán con la ayuda de las otras dos compañeras de trabajo, Kuniko y Yoshie. Juntas descuartizarán el cadáver y lo dispersarán por varios puntos de Tokio.

Como podemos apreciar, en la literatura negra protagonizada por mujeres hay crímenes de todo tipo, pero en general a ellas les interesa más el engranaje que lleva a una persona a cometer un asesinato o a ser víctima de él, que el detalle de «cómo» se producen los hechos; se hace más incidencia en el factor psicológico y humano. No es que las mujeres sean menos crueles que los hombres, simplemente cabe concluir que «su mal es más sutil». 
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viernes, 9 de septiembre de 2016

EL EJÉRCITO FURIOSO. (Fred Vargas)

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EL EJÉRCITO FURIOSO (L´Armée furieuse)
Fred Vargas
TRADUCCIÓN: Anne-Hélène Suárez Girard
EDICIONES SIRUELA S. A.
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Una mujer de edad, frágil y poseída por el pánico, viaja a París para ver al comisario Jean-Baptiste Adamsberg, el único policía en quien confía, con la intención de solicitar ayuda para la peculiar aflicción a la que se ve sometido su pueblo natal de Ordebec. Su hija ha tenido una visión: unos jinetes fantasmales atacan a las «manzanas podridas», de la sociedad, aquellos que son culpables de alguna fechoría. Uno de estos hombres ha desaparecido, y parece que tres más se encuentran en una situación similar, a menos que Adamsberg pueda hacer frente a  las fuerzas de la superstición que tienen sojuzgado al pueblo.

Adamsberg, acosado por sus propios problemas, se alegra de tener una excusa para escapar de París, aunque no mantenga ningún vínculo real con este caso. Entabla así amistad con una anciana del pueblo que conoce íntimamente al extraño grupo de personajes de Ordebec. Léo, la anciana, es Léone Marie de Valleray, condesa de Ordebec. Cuando Léone es encontrada tendida en las baldosas del comedor de su casa con la cabeza bañada en un charco de sangre, Adamsberg se decide a resolver el caso con la ayuda de su extraño elenco de ayudantes.

«The Times» adorna la portada de este libro de Vargas con la siguiente frase: “Una de las escritoras verdaderamente originales de la novela negra actual: molesta, rebelde, graciosa y hasta poética.” Cada uno de los libros del comisario Adamsberg incluye en su trama una leyenda antigua, espeluznante y, en algunos casos, paranormal. Plagas. Hombres lobo. Un fantasma con un tridente. Una poción mágica. Vampiros... En cada una de estas aventuras Adamsberg ha logrado resolver un crimen secular, la búsqueda de un criminal convencional, sin descartar por completo la presencia de estos extraños fenómenos. Y en «El ejército furioso» vuelve a conseguir lo mismo.

La intriga de Vargas puede resultar asaz graciosa, y hasta poética si se desea. Su héroe, Adamsberg, se niega a adaptarse a cualquiera de los moldes clásicos de los detectives, y su elenco de ayudantes es tan raro y absurdo como sea posible imaginar. La escultural Retancourt y el enciclopédico Danglard, fuente de todo conocimiento oscuro y purista de procedimientos correctos, a la vez que enamorado de las excelencias del vino blanco; el exteniente Veyrenc, con su cabello de color naranja y su inquebrantable amor por la versificación; la omnívora Froissy y su interminable colección de aperitivos y el narcoléptico Mercadet. Y añádase a ésto un colaborador informal en forma de hijo, Zerk, recién descubierto por Adamsberg tras veintiocho años sin tener conocimiento de su existencia.

Vargas tiene una habilidad fuera de lo normal para tejer toda una red sobrenatural sobre sus historias de crímenes sin romper con la credibilidad de la trama. En las novelas anteriores, sus  lectores han tenido que tragar con vampiros, hombres lobo y fantasmas, antes de llegar a una explicación racional de los hechos.

«El ejército furioso» no es una excepción, con su evocación a una terrible leyenda medieval que tiene el poder de conducir a la gente común a cometer asesinatos. «Cuando, hacia mediodía, yo y mi sirviente nos aproximábamos a dicho bosque, él, que me precedía cabalgando rápido para que fueran preparándome el albergue, oyó un gran tumulto en el bosque, como de numerosos relinchos de caballos, fragor de armas y clamor de una multitud de hombres yendo al asalto. Aterrorizados, él y su caballo volvieron hasta mí. Cuando le pregunté por qué había dado media vuelta, respondió: “No he conseguido que avance mi caballo, ni azotándolo ni espoleándolo, y yo mismo he sentido tal terror que no he podido seguir adelante, pues he visto y oído cosas asombrosas». Pero la historia llega más allá: «El bosque está lleno de almas de muertos  y de demonios. Les he oído decir y gritar: “Ya tenemos al preboste de Arques, vamos a prender al arzobispo de Reims”». Sin embargo, nunca queda duda alguna de que esta leyenda está siendo manipulada por un asesino real y mortal que está muy, pero que muy vivo. 

Vargas fuerza al lector a interesarse por Adamsberg -una de las creaciones más atractivas pero extrañamente exasperantes de la novela policíaca moderna-, por Danglard, y por su disparatado equipo. A preocuparse por la pobre Léone, cuya maquinaria corporal permanece en hibernación desde que recibió un golpe en la cabeza, y su hambriento perro Gand, quien reclama todos los días a las seis en punto de la tarde su ración de azúcar, y por los Vendermots, todos ellos locos de atar, -Hippolyte, a quien todos llaman «Hippo», conversa hacia atrás, Martin come nada más que insectos y Antoine cree que está hecho de arcilla-, que requieren un equipo de servicios sociales a toda horas sólo para resolver sus problemas. ¡Y, maldita sea, incluso por la paloma lisiada que duerme en el zapato de Adamsberg!

No es fácil identificarse con los personajes de Vargas; son, simplemente, «muy extraños». La escritora no manipula las emociones del lector, simplemente escribe de forma «diferente». Salta de un pasaje a otro, de la misma forma que lo haría una de las pulgas que pueblan el sucio plumaje de la paloma «Hellebaud»; inconscientemente nos invita a seguir el ritmo de su indisciplina, de su voz cómica y de su poesía. De su anarquía; de su alegre anarquía, diría yo. ¿Pero quién se atreve a romper sus reglas y, al tiempo, hacerlo con tanta brillantez?

Aunque sería maravilloso pensar Vargas es la pionera de la novela negra de este tipo, sospecho que es solo un caso aislado. Ella no es tan prolífica como otros autores negro-criminales, por lo que a veces hay que soportar una espera larga para contar con una de sus aventuras. Vargas misma admite que ésto se debe a que utiliza la escritura como una forma de terapia para relajarse de los rigores de su trabajo de investigación. Sin embargo, «Tiempos de hielo», la 8ª correría del comisario Jean-Baptiste Adamsberg, ya está en las librerías, y pronto la tendremos aquí en «L.B.Confidential». 
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sábado, 3 de septiembre de 2016

UN LUGAR INCIERTO. (Fred Vargas)

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UN LUGAR INCIERTO (Un lieu incertain)
Fred Vargas
TRADUCCIÓN: Anne-Hélène Suárez Girad
EDICIONES SIRUELA, S. A. 
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Diecisiete pies cortados a la altura de los tobillos, calzados en sus respectivos zapatos, son descubiertos frente al famoso cementerio de Highgate de Londres, donde reposan, entre  otros, los restos de Karl Marx y Charles Dickens. Este es el punto de partida de la nueva intriga policial ideada por Fred Vargas para su décima novela, «Un lugar incierto»El comisario Jean-Baptiste Adamsberg, tiene que cruzar el canal de la Mancha para asistir a un seminario internacional de tres días de coloquios, conferencias y debates, cuando se ve involucrado en el misterio de un necrófilo que dedicó su tiempo a cortar y coleccionar pies. Su fiel comandante Danglard reconoce un zapato que podría ser de su tío muerto hace veinte años, o de un primo, o de un hombre del mismo pueblo; lo cierto es que es un pie serbio, porque el tío de Danglard era serbio. Y como bien razona el propio comandante: «¿Qué puede meterse en unos zapatos? ¡Pies!. Y generalmente los propios. O sea que si los zapatos son de mi tío, hay muchas posibilidades de que los pies que están dentro le pertenezcan.»

Si en Londres los acontecimientos están irrigados de un carácter paradójico, en París, a la vuelta, un terrible asesinato deviene en un auténtico desatino. Un solitario hombre rico, vecino del barrio de Garches, periodista especializado en temas judiciales, aparece cortado, troceado y triturado en un montón de piezas de sangre, carne y hueso, repartidas a discreción por toda su casa. Los sospechosos no se hacen esperar: un hijo repudiado desde el nacimiento, el jardinero a quien la víctima ha dejado toda su fortuna, la familia de un pintor que busca venganza por la muerte de su hijo... Si algunas de las novelas anteriores de Vargas tenían un ligero toque surrealista, «Un lugar incierto» rebosa el vaso de la irracionalidad; la novela nos muestra a Adamsberg y su camarilla luchando contra un hombre que se considera a sí mismo digno sucesor de Drácula. ¡Ahí es nada!

“El tema de los vampiros me fascina. La humanidad no ha podido deshacerse de él durante treinta mil años”, declaró la escritora en una entrevista publicada el 19 de junio en «The Express». Vargas leyó el «Drácula» de Bram Stoker a la edad de 13 años, pero finalmente optó por inspirar su historia en la del ciudadano serbio Peter Plogojowitz. Su caso es bien conocido por los aficionados a la upirología, por ser uno de los primeros que fueron registrados oficialmente de entre varias epidemias de vampirismo que asolaron el imperio Austro-Húngaro en el siglo XVIII.  

La investigación sigue un curso sinuoso al ritmo del flujo y reflujo de la incierta disponibilidad emocional de la psique de Adamsberg. Así, sus cavilaciones nos hacen viajar de París a un pequeño pueblo del noroeste de Serbia, a orillas del Danubio, donde todo parece tener su origen; a Austria, Suiza, Alemania y Finlandia, lugares éstos donde viven personas que tienen un apellido común, donde se revelan crímenes similares, y donde el asesino elimina, destruye y, en una palabra, condena la imposibilidad de retorno. «Aquí yacía el origen de la familia víctima. El patronímico original: Plogojowitz o Blagojevic. Luego el apellido había sido deformado o adaptado según los países a los que los descendientes dispersados habían ido a  parar. Aquí yacía la raíz de la historia y la primera de las víctimas, el antepasado exiliado, a quien estaba prohibido hacer visita u ofrenda, expulsado al linde del bosque. Sin duda asesinado también...»

El punto fuerte de Vargas reside en la soberbia caracterización de sus personajes, empezando por el propio Adamsberg, un tipo que disfruta de un carácter que parece hecho de nieblas pero que resulta inequívocamente seductor. Adamsberg no se encuentra solo en esta aventura y el lector es consciente de que Fred Vargas ha concebido la Brigada de Froissy bajo un vínculo obsesivo-compulsivo de justa hermandad; cada cual tiene su pequeña parte de verdad que añadir a la realidad de todos: Danglard, hombre de múltiples y enciclopédicos conocimientos, finalmente ha decidido dejar el vino blanco, -se pasa al tinto-; Retancourt, una mujer enorme y atlética, resulta ser el «animal más peligroso del equipo», según la adjetivación del propio Adamsberg; el siempre ingenuo Estalere sigue haciendo gala de su estupidez; el imponente gato que vive al calor de la fotocopiadora es feliz mientras lo transporten al cuenco de comida...

Fred Vargas quiso dar importancia a los idiomas extranjeros en esta novela. Así, la autora no solo juega con las dificultades de Abamsberg con el inglés, -Stock por Radstock; «Jaijgueit» por Highgate-, sino que, por medio de un correo alemán, descubre el alfabeto cirílico, hecho que marca la investigación.

Éste, el décimo álbum de Fred Vargas, lanzado dos años después de «La tercera virgen» (Dans les bois éternels, 2006), no es una excepción a la hora de explorar el tema de la catarsis, todo lo contrario, ésta es una constante en la narrativa de esta autora. «Las historias de detectives son la puesta en escena de contradicciones que nos hacen sufrir; nuestro miedo a la muerte, la dureza de la vida, la maldad que llevamos dentro y nuestros malos sentimientos». 

«Un lugar incierto», es un túnel que cubre la distancia entre lo racional y lo irracional, donde el asesino impone un ritmo frenético a su propia leyenda y a los cuentos de vampiros que sustentan esa misma leyenda. Criptas, juramentos y una asfixiante lucha contrarreloj convierten el viaje de Adamsberg a las tinieblas en un aterrador descenso a los infiernos. Con «Un lugar incierto» Fred Vargas consigue el más difícil todavía, al ejecutar un cóctel placentero de sangre e inteligencia conjugado con una prosa de primera clase. Lo que al final podía haberse convertido en una conspiración pueril, una secta execrable o una sociedad secreta, se resuelve en una cristalina y estremecedora maniobra literaria. 
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