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lunes, 12 de septiembre de 2016

EL «NOIR» NO ES SOLO COSA DE HOMBRES

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El «noir» es el ejemplo perfecto de como una forma de literatura popular, denostada a veces ésta como «paraliteratura», es capaz de alcanzar la categoría de «clásico». Las tiendas de videos dedican estantes enteros al cine negro. La familia negro- criminal celebra encuentros anuales, donde se llevan a cabo reflexiones e intercambios sobre la actualidad del género. A nadie, medianamente afín a la lectura, le pasan desapercibidos títulos como «Perdición», «El cartero siempre llama dos veces» o «La jungla de asfalto». Dramaturgos, poetas y artistas crean hoy personajes y escenas noir, cada vez con mayor placer. Novelistas como Dashiell Hammett, James M. Cain y Jim Thompson han tomado por asalto las bibliotecas más respetadas del país.

Las mejores series de la televisión aún mantienen vivas las tradiciones noir: ciudades corruptas, agentes de la ley tan cínicos como los criminales que persiguen, personas movidas por la codicia -dinero, poder, sexo-, y una sensación generalizada de que todo el mundo esconde sus motivos y nada es lo que parece. «Ley y orden», creada por Dick Wolf, con sus más de 400 capítulos y 20 temporadas de emisión en EE. UU., ha entrado a formar parte de la inmortalidad de la ficción televisiva. Las historias de corrupción de «The Wire», una serie centrada en el tráfico de drogas, hacen su visión amena y necesaria. George Pelecanos, uno de los mejores novelistas noir contemporáneos, participó en 2002 como guionista de esta serie, para luego convertirse en productor de la misma. También colaboró como guionista en la serie el afamado escritor Dennis Lehane, cuya película para la gran pantalla «Mystic River» significó su momento más álgido.

En la década de los 80 la pequeña editorial americana «Black Lizard», especializada en el redescubrimiento de los clásicos olvidados de la ficción negra, comenzó la reedición de novelas de los años 40 y 50 en todo su esplendor pulp: así surgieron pequeños volúmenes en papel fino con las cubiertas estilizadas, que parecían decir: "Soy un pedazo de recuerdo de los bajos fondos. Creo que nos vamos a entender bien”.

En 1990, la también americana «Random House» compró la vendimia de «Black Lizard», y sus primeras reediciones fueron lujosas y elegantes. Con el tiempo, «Random House» ha reeditado una selección mucho más extensa de estos libros en sus formatos originales.

Parece que el «noir» lo está “reventando” todo. Pero ¿por qué ahora? El género negro despegó a finales de los 40, y su edad de oro coincidió con los primeros 10 años de la guerra fría entre EE.UU. y Rusia. Su reaparición no es accidental. «Noir» es sinónimo de crítica al poder. El género opera sobre la premisa de Balzac de que “toda gran fortuna es el resultado de un gran crimen”. Poder y dinero son apetecibles, no en vano en ellos se sustenta el gobierno. No lo es tanto, sin embargo, la forma de alcanzarlos. El «noir» ofrece una realidad alternativa, momentos de verdadera pasión, un código del honor sombrío y la necesidad de libertad en medio de tanta corrupción. Por momentos, el «noir» ofrece una posibilidad de subversión.

El «noir» fue una idea original de los Estados Unidos, aunque la denominación pueda deberse a los franceses, y la mayoría de los creadores del cine negro clásico –novelistas, guionistas, directores y camarógrafos- fueron hombres. Las mujeres, siempre seductoras y a veces malvadas, fueron sus misteriosos y oscuros objetos de deseo. No nos debe sorprender entonces que las escritoras de la generación de 1970 se recrearan en la creación de detectives femeninas con la integridad cínica de los hombres clásicos. 

Hoy la presencia de la mujer en el «noir» está en alza. Algunos de los mejores escritores del género son mujeres, y provienen de fuera de los Estados Unidos. Sin duda, las mujeres nunca habían escrito tanta novela negra como en la actualidad y, sobre todo, la habían protagonizado, ya fuera en el papel de detectives o en el de asesinas. Y así, no es de extrañar que en el mundo anglosajón se hable ya de una variante del género: el «femicrime». Al margen de cualquier etiqueta, lo cierto es que el género negro siempre ha tratado de demostrar que la codicia y el caos se encuentran muy cercanos a la empresa y a los políticos que votamos. Las mejores escritoras han añadido «la familia» a esta lista. Y si los escritores masculinos han explorado el amor por la violencia, las mujeres tratan ahora de explorar la violencia del amor.

Denise Mina llegó a la novela negra después de una infancia contradictoria. Nacida en Glasgow en 1966, de padre ingeniero en la industria petrolera, vivió en toda Europa hasta los 16 años, antes de ir a un internado en Perthshire y otras escuelas en Londres, París y Amsterdam. A través de amigos de sus padres en el servicio diplomático, asistió con frecuencia a fiestas infantiles en casas de los embajadores. “Aunque mis padres pertenecían a la clase trabajadora mi educación fue de clase media, así que siempre tuve la extraña sensación de ser una privilegiada”. 

Eventualmente, asistió a la universidad para estudiar Derecho, pero entretanto se le ocurrió la idea de «Garnethill». Desde el primer momento concibió la obra como una trilogía, en parte porque la historia era demasiado extensa como para encajarla en una novela y en parte porque le gustaba el tríptico en la historia del arte. La trilogía -las otras dos novelas son «Exile» (2001) y  «Resolution» (2002)-, recreada en Glasgow, cuenta las desventuras de -¡cómo no!- una mujer, Maureen O'Donnell, ex paciente psiquiátrica que arrastra tras de sí la experiencia personal de sobrevivir a los abusos sexuales de su padre, de sobrellevar a una madre alcohólica y a dos hermanas que se niegan a creer que fue maltratada de niña. 

Glasgow es también la ciudad «noir» de Louise Welsh. Welsh, nacida en 1965 en Londres, reside en la actualidad en Glasgow. Al igual que Mina, tuvo una infancia itinerante debido al trabajo de su padre como representante de ventas. “Debido a que nos trasladábamos con mucha frecuencia, no poseía muchos libros, así que confiaba en que las bibliotecas me solucionaran el problema. Soy una apasionada de las bibliotecas. Una de las primeras cosas que hacía al llegar a cualquier lugar era encontrar la biblioteca local y registrarme en ella”.  

Welsh se matriculó en la Universidad de Glasgow, donde estudió Historia. Después estableció una librería de segunda mano en una pequeña calle de Glasgow. Ésto, aparte de husmear en las casas de las personas cuando iba a recoger los libros, le facilitó pasar sus días leyendo. 

A pesar de que los narradores de sus novelas son masculinos, sus libros dan expresión a las voces femeninas. En «The Cutting Room», un vendedor de libros de segunda mano, Rilke, descubre las fotos de una mujer joven, y sus investigaciones le llevan a recrear el submundo del tráfico sexual y la pornografía en Glasgow. 

Dos de los mejores novelistas «neo-noirs» de la actualidad son japonesas: Miyuki Miyabe y Natsuo Kirino. La literatura japonesa va mucho más allá de lo que nos sugieren los estereotipos y estas dos novelistas ponen sobre la mesa la cruda realidad de este país, lleno de desigualdades sociales.

Miyuki Miyabe nació en Tokio en 1960. Se graduó de la Escuela Secundaria «Sumigadawa» y empezó a escribir ficción en 1983, mientras trabajaba para un bufete de abogados. En 1984 se matriculó en los cursos de escritura creativa que ofrecía la editorial japonesa «Kodansha», cuya subsidiaria, «Kodansha International», publica en la actualidad gran parte de la literatura japonesa en lengua inglesa. Poco después, renunció a su trabajo en el bufete para centrarse en su escritura.

En 1992, publicó Miyabe la aclamada novela negra «Kasha», -para nosotros «La sombra del Kasha»-, que le valió el prestigioso premio «Yamamoto Shgor». La historia comienza cuando una hermosa joven –una mujer, sí- desaparece en Tokio y su prometido pide ayuda a su tío, un inspector de policía, con la esperanza de encontrarla. El detective no tarda en averiguar que la joven no es quien dice ser, y que oculta un oscuro pasado. Su búsqueda lo llevará a recorrer las ciudades más importantes de Japón y sumergirse de lleno en el peligroso submundo financiero donde las deudas astronómicas y la Yakuza empujan a las personas a la desesperación e incluso al suicidio.

La Sra Kirino, por su parte, comenzó su carrera en 1984 escribiendo novelas románticas. Sin embargo, este género no es muy popular en Japón, por lo que se concentró en la novela policíaca y de misterio, labor que empezó a llevar a cabo en la década de los 90. Ella es famosa principalmente por su obra «Out», por la cual recibió el «Premio de escritores de misterio de Japón», el galardón más alto del país en lo que literatura de misterio respecta, y fue nominada en 2004 al «Edgar» americano.

En «Out», Masako, Kuniko, Yoshie y Yayoi –cuatro mujeres, ellas- trabajan en el turno de noche de una fábrica de comida preparada de los suburbios de Tokio. Todas tienen graves problemas tanto económicos como familiares y se manejan en una atmósfera desfavorable e inhóspita. El caso de Yayoi desemboca en el asesinato de su marido cuando éste la agrede físicamente. Masako la ayudará a deshacerse del cuerpo, desagradable tarea para la que contarán con la ayuda de las otras dos compañeras de trabajo, Kuniko y Yoshie. Juntas descuartizarán el cadáver y lo dispersarán por varios puntos de Tokio.

Como podemos apreciar, en la literatura negra protagonizada por mujeres hay crímenes de todo tipo, pero en general a ellas les interesa más el engranaje que lleva a una persona a cometer un asesinato o a ser víctima de él, que el detalle de «cómo» se producen los hechos; se hace más incidencia en el factor psicológico y humano. No es que las mujeres sean menos crueles que los hombres, simplemente cabe concluir que «su mal es más sutil». 
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