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sábado, 31 de diciembre de 2016

FREDERICK NEBEL Y «LOS CRÍMENES DE LA CIUDAD DE RICHMOND»

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Louis Frederick Nebel vino al mundo el 4 de noviembre de 1903 en Staten Island. Su padre Louis, era sueco, y su madre, Mathilda, germano-estadounidense. A los dos años de su nacimiento sus padres se separaron y Mathilda recibió la custodia de su hijo. Fred se crio en Staten Island sin padre hasta los diez años, fecha en que su madre se casó con un restaurador. A los doce años su madre le dio un medio hermano. A los quince años, cuando aún estaba en la escuela, trabajó como mecánico de coches en el muelle. Su educación fue interrumpida a los diecisiete años cuando un tío de su madre, que tenía una enorme plantación cerca de Alberta, en Canadá, lo invitó a ayudar en la granja. Su experiencia en los bosques del norte se convirtió en su principal fuente de inspiración. En 1925, ya de vuelta en Nueva York, Louis Frederick Nebel convirtió la máquina de escribir en su herramienta de trabajo y se dedicó a producir historias pulp a tiempo completo. Nebel escribió y escribió, y luego escribió un poco más. Su primera historia apareció en la revista Black Mask en 1926, sólo unos pocos años después que lo hicieran Dashiell Hammett y Caroll John Dally. Nebel se convirtió en miembro fundador de la «Escuela Black Mask», el equipo de escritores que trabajaron para esa revista y que defendieron el estilo detectivesco harboiled en la década de los 20.

Durante los años de apogeo de la revista Black Mask dos series alcanzaron los puestos de honor en cuanto a popularidad y seguimiento. Fueron éstas las aventuras del «Agente de la Continental» de Dashiell Hammett y la saga de «Richmond City» de Frederick Nebel. Ambos autores destacaron por su dominio del estilo hardboiled, la profundidad y el humor de sus personajes, la riqueza de sus valores y el variado alcance de sus historias. Pero mientras Hammett es ahora un escritor familiar, Nebel ha sido relegado a las sombras. La razón es muy simple. Mientras Hammett y muchos de sus contemporáneos se dedicaron a escribir novelas de misterio, Nebel siguió apegado a las novelas cortas. A medida que las publicaciones pulp dieron paso a los libros de bolsillo, en la década de los cincuenta, la novela se convirtió en la forma dominante de ficción, dejando a la narración corta poco menos que en el ostracismo.

Nebel debutó en Black Mask en marzo de 1926 con el pseudónimo de «Lewis Nebel». El editor era por ese entonces Philp Cody y las estrellas de la revista Carroll John Daly, Erle Stanley Gardner y Dashiell Hammett. Ese mismo año, cuando Joseph T. Shaw tomó las riendas de la revista se interesó por Nebel y en su primer número, en noviembre de 1926 incluyó «Grain to Grain», basada en las aventuras de dos agentes de policía, un ex-mafioso y un ex-boxeador. Black Mask se convirtió rápidamente en uno de los  principales mercados de Nebel, y le pagó a dos centavos la palabra, el doble de la tasa habitual.

Nebel era un hábil artesano que dejó su sello en la escuela harboiled. Su prosa plagada de diálogos y caracterizaciones agudas es hoy tan fresca como lo fue en la década de los años treinta. Su secreto era simple, al escribir sobre la ciudad de Richmond estaba escribiendo sobre su ciudad natal. El término municipal de Staten Island, en el que nació, es una isla costera del Océano Atlántico perteneciente al estado de Nueva York, territorio coextensivo con el condado de Richmond. Nebel tomó el puerto y las zonas residenciales de Staten Island y las combinó con elementos del Bronx y Manhattan para crear su propia versión a escala reducida de Nueva York. Richmond City parecía muy real.

Y allí, en Richmond City, Nebel recreó las aventuras del capitán Steve MacBride y su amigo, el periodista Kennedy. La serie debutó en Black Mask en el número de septiembre de 1928, bajo el título de «Los crímenes de la ciudad de Richmond». El rótulo es muy apropiado, indudablemente, pues la historia de éstos dos personajes es la historia de la corrupta ciudad de Richmond. Nadie es ajeno a la corrupción en esta ciudad. Jueces, jefes de partidos, comisionados, concejales, magistrados, abogados del Estado e incluso el Alcalde, son susceptibles de corrupción. Pero frente a todos ellos se encuentró el capitán de policía de la ciudad, Steven J. MacBride, el «incorruptible MacBride».

Al igual que la ciudad de Richmond, MacBride y Kennedy llevan el sello de la autenticidad. Durante los primeros números de la serie la estrella fue MacBride mientras que Kennedy no fue más que un miembro sin importancia de su equipo de apoyo. No fue hasta «Wise Guy», en junio de 1930, que Nebel empezó a jugar con otros puntos de vista y Kennedy alcanzó su propia identidad. En los cuentos publicados entre septiembre de 1928 y febrero de 1930 nos tropezamos con la cara más violenta de la ciudad de Richmond. Batallas campales en las calles, con MacBride a la cabeza, y un enorme número de muertos por ambos bandos. Los peores delincuentes son eliminados pero la corrupción es un problema que sigue manteniendo a MacBride a la defensiva. La serie duró nueve años, durante los cuales la ciudad de Richmond fue contemplada como un ser vivo, casi un personaje en sí misma.

A finales de 1928 Nebel viajó a Francia. Allí, su compañero de Black Mask, Nels Leroy Jorgensen, le presentó a la que sería su esposa, Dorothy, hija de uno de los directores de los Almacenes St. Louis. Cuando Dorothy y su madre regresaron a EE.UU. Nebel permaneció en Francia dos meses más. Regresó a Nueva York a principios del verano. Fred y Dorothy se casaron en St. Louis el 12 de mayo de 1930. St. Louis hizo notar su presencia en la obra de Nebel casi inmediatamente. Él se tomó un descanso con MacBride y Kennedy para crear al detective “Donny” Donahue, de la Agencia de Detectives Interestatal, de misión en St. Louis. Donahue hizo su debut en Black Mask en noviembre de 1930. Con el Agente de la Continental ya retirado del servicio, Donahue fue entonces el número uno de la agencia de “Cap” Shaw.

En 1933 los Nebel se habían asentado en Laguna Beach, California. Allí Nebel comenzó a escribir sus únicas tres novelas: «Sleepers East, (1933)», «But Not the End, (1934)» y «Fifty Roads to Town, (1936)», ambientadas en la época de la Gran Depresión. En esos momentos se encontraba, asimismo, escribiendo cuentos para la revista «Dime Detective». Para ella creó a Jack Cardigan, en el molde de Donahue. Cuando comienza la serie, Cardigan se encuentra al frente de la delegación de la Agencia de Detectives en St. Louis. Al igual que Donahue, Cardigan trabajó sólo, aunque a veces aparecía acompañado de una operativa llamada Pat Seaward. A diferencia de Donahue, un personaje relativamente tranquilo, Cardigan tuvo más de una confrontación.

En 1934 el matrimonio Nebel se instaló en el pueblo de Ridgefield, en el condado de Fairfield, Connecticut. Allí encontraron una enorme granja de doscientos años de antigüedad recluida en cuatro acres de tierra. Fue justo lo que deseaban, y sólo a cincuenta millas de Nueva York. Permanecerían allí durante los próximos veinticinco años. En abril de 1937 Dorothy Nebel dio a luz a su primer y único hijo. El niño, Christopher, tuvo problemas con los pulmones y el sistema nervioso. Ese mismo año Nebel renunció por completo a la venta de cuentos a revistas pulp, y comenzó a escribir para revistas del corazón, tales como Collier.

En noviembre de 1958 los Nebel se vieron obligados a vender su casa de Connecticut. La mansión tenía treinta y tres ventanas que había que abrir y cerrar cada día. Cuando la presión arterial de Fred ya no lo permitía regresaron a Laguna Beach, en California, donde todavía conservaban algunos amigos.

Nebel nunca dejó de escribir. En el momento de su muerte el 3 de mayo de 1967, a consecuencia de una hemorragia cerebral, tenía un esquema para una nueva novela y la máquina de escribir con una hoja en blanco a punto para dar inicio a un nuevo misterio.
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viernes, 30 de diciembre de 2016

LA GRANJA. (Tom Rob Smith)

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LA GRANJA (The Farm)
Tom Rob Smith
TRADUCCIÓN: Javier Guerrero
SALAMANDRA BLACK
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«La Granja» establece un patrón con el que los lectores se sienten ya familiarizados. El pintoresco pero aburrido pueblo rodeado de granjas aisladas en un distrito dominado por un patriarca poderoso pero taciturno, la desaparición de una mujer joven y vulnerable, que es reivindicada por una investigadora femenina poco fiable, y el barniz de respetabilidad de una sociedad que los leedores no tardan en sospechar que esconde algo podrido. Pero Smith, el autor, cuya madre es sueca, está recreando un juego muy complicado. El mundo que ha creado inicialmente puede parecer divertido, pero éste es un libro cuidadosamente trazado, lleno de historias dentro de otras historias, historias éstas que se desenredan gradualmente para confundir nuestras expectativas.

El relato de «La Granja» es el relato de Daniel, un joven londinense de 29 años, de madre sueca y padre inglés, que han renunciado a su negocio de jardinería en Londres para retirarse a un paraíso rural al sur de Suecia, país natal de ella. Daniel vive en Londres con un compañero Mark, y, cuando se abre el libro, él recibe una llamada telefónica de su padre, Chris, para comunicarle que su madre, Tilde, ha desaparecido después de sufrir un brote psicótico. Poco después Tilde se presenta en Londres llena de acusaciones contra su marido y portando una cartera repleta de pruebas. Sin solución de continuidad nos tropezamos a Tilde en casa de Daniel comunicándole que no hay nada malo en ella, que todo se reduce a una conspiración para recluirla en una clínica psiquiátrica.

La mayor parte del libro se centra en un «tête à tête» entre Daniel y Tilde, en el que ésta trata de poner en evidencia la claridad de sus afirmaciones. Es algo así como una sesión de terapia: Daniel escucha pacientemente el testimonio de su madre que viene respaldado por notas y anexos. Y este testimonio es esencialmente el siguiente: ella insiste que su marido ha sido corrompido por un vecino carismático, un poderoso agricultor de nombre Håkan Greggson, que tiene al resto de la comarca, entre ellos al alcalde, como esclavos. Para colmo de males, el tal Håkan se ha dispuesto a ridiculizar a Tilde, y lo hace por medio de desaires sutiles en las reuniones sociales. Mientras que toda la región está esclavizada por Håkan, Tilde detecta algo siniestro en él y se dispone a investigar. La hija adolescente adoptiva de Håkan, Mia, la única persona de color en la comunidad, ha desaparecido. Tilde está convencido que su marido, Chris, ha sido inicializado en un grupo de hombres que explotan sexualmente a mujeres jóvenes y que es cómplice en el asesinato de Mia. «Abusando de las niñas. Abusando de las niñas adoptadas. El sistema de adopción se ha corrompido. Estas niñas son vulnerables. Las perciben como una propiedad.» La verdad, desde el punto de vista de Tilde, se revela como consecuencia de una operación que ha llevado a un poderoso grupo de gente a desacreditarla y, en última instancia, a encerrarla donde no pueda causarles daño.

Uno de los muchos aspectos fascinantes de «La Granja» es que prácticamente la totalidad de sus protagonistas abriga algún secreto; Daniel no ha comunicado a sus padres que convive con un hombre; Tilde, a su vez, no ha comunicado a su hijo un acontecimiento clave de su adolescencia, un acontecimiento que marcará definitivamente su existencia...

La narración es propulsada por la decisión que debe tomar Daniel: ¿Creer la versión de los hechos de Tilde o llegar a la misma conclusión que su padre, que a su madre le flojean las mientes, o dicho de otra forma que su madre está mal y necesita tratamiento inmediato? Según las propias palabras de Tilde, ¿está ella «non compus mentis»? ¿No está en su sano juicio? Daniel es, por lo que a su madre se refiere, juez y jurado, así como médico de admisión.

En el fondo «La Granja» es un thriller psicológico. ¿Está la madre de Daniel verdaderamente loca o está siendo incriminada? En cuanto a las conspiraciones que parece ver en cada esquina, ¿son reales o son consecuencia de su fantasía paranoica? El drama aumenta por el tema de la lealtad dividida. ¿Es su padre un marido dañado o está siendo acosado por las reivindicaciones de su madre? Tal vez debido a las destartaladas pruebas existentes en la cartera de su madre, Daniel no se muestra consciente de la amenaza. Para Tilde existe un peligro en la comunidad, un sentimiento latente de sentidos compartidos. Ella es sospechosa debido a los interrogantes de su vida –huyó de Suecia a los dieciséis años debido a un trauma personal y se trasladó a Inglaterra, donde se casó y crió a su hijo- además de por su independencia.

Sin embargo, ésta es la intención de Smith; él quiere que cuestionemos su historia, su deseo es mantenernos en el mismo estado de suspensión en el que habita Daniel. «Aunque nunca había dudado de los detalles del relato de mi madre, sí cuestionaba sus interpretaciones de los hechos». Esta reflexión sugiere que la cordura está en el ojo del espectador, que la realidad es difícil de alcanzar. Smith sin embargo no está dispuesto a mantenernos en ese territorio incierto. Él ata los cabos sueltos, la realidad es que telegrafía el resultado desde el principio. Sin embargo, para un hombre atrapado entre dos padres muy diferentes, Daniel actúa como si realmente no le importara, como si no fuera su familia la que estuviera en juego. «¿Qué podía hacer yo? No había ido allí a buscar venganza, sino información. Algunas ideas violentas cruzaron por mi mente como fogonazos, pero no eran reales. Eran sólo ideas y encima ideas infantiles empeñadas en encontrar una solución, cuando en realidad yo no tenía ya ningún poder.»

Incluso en las páginas finales, cuando Daniel se hace cargo de la historia y se traslada a Suecia con el objeto de «aportar una nueva mirada a los hechos», y nos saca de la habitación cerrada de la imaginación de su madre, él se forja su propio camino a través del misterio y se da cuenta de que no conoce realmente a sus padres. Es poco lo que nos ofrece, y encima demasiado tarde. Smith convierte la novela en una muestra de que el crimen en Escandinavia también conserva la capacidad de sorpresa y conmoción.
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sábado, 24 de diciembre de 2016

OBSERVADA. (Renée Knight)

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OBSERVADA (Disclaimer)
Renée Knight
TRADUCCIÓN: Carlos Mayor
SALAMANDRA BLACK
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No es «Observada», -tal como la conocemos en español; algo así como «Renuncia» o «Negación», si aceptamos la traducción literal del inglés-, una novela que se adapte a los cánones establecidos en la apertura de este género de literatura. «Observada» no comienza con un asesinato más. Tampoco con el descubrimiento de un cadáver. El primer movimiento de su autora, Renée Knight, es algo especial; es un movimiento hecho con «imaginación». Sigan ustedes leyendo y descubrirán el por qué.

Catherine Ravenscroft, una exitosa cineasta de documentales recibe un libro titulado «El perfecto desconocido». Durante el transcurso de su lectura ella se siente reconocida en la heroína de la historia y comprueba horrorizada que en él se relatan detalles de unos sucesos ocurridos en su vida veinte años atrás, unos sucesos que ella ha tratado por todos los medios de olvidar. El terrible secreto que encierra el libro es capaz, de llegar a hacerse público, de destruir la armonía que ha presidido su vida y su matrimonio durante todos esos años. Ella es consciente de que alguien rencoroso, que no la aprecia bien, ha descargado su responsabilidad en el libro.

La Sra. Knight es nueva en estos menesteres de la escritura y viene precedida de algunos créditos en la televisión. Nada hacía suponer que pudiera saltar al campo de la literatura criminal y situarse en primera línea con su «ópera prima». Pero éso es precisamente lo que ha hecho, con una historia asombrosamente inteligente y retorcida, diseñada para mentes ávidas de emociones. Su primera genialidad, después de poner al lector al corriente de las trivialidades de la vida de Catherine, ha sido retrotraerlo dos años en el tiempo, y aprovechar la ocasión para introducir la figura de la persona que se ha empeñado en atormentarla.

Es ésta persona un viejo maestro de escuela retirado, llamado Stephen Brigstocke, un viudo, que descubre un buen día entre las pertenencias de su difunta esposa un manuscrito horripilante. La figura de Brigstocke adquiere un halo siniestro y sospechoso en ésta novela. Su esposa, Nancy, es descrita con tal realismo que no es fácil llegar a saber si, al igual que la madre de Bates en «Psicosis», está viva o muerta. En ésta parte del libro, -unos capítulos que se alternan con los que narran las vicisitudes de la vida de Catherine-, relatada en primera persona para estar mucho más cerca del lector, se describe como Brigstocke no duda en transcribir el libro, operación que le ocupa un año, y enviarlo a Catherine, debidamente encuadernado. Éste, el libro, contiene detalles de un terrible secreto que ella ha mantenido oculto a su marido y a su hijo durante todos esos años. La otra persona que sabe lo que realmente ocurrió, Nancy, está muerta, pero «El perfecto desconocido» sugiere que el secreto de Catherine no se enterró con ella.

«Observada» se cuece a ritmo lento, con un Stephen que se sitúa en posición de acechar a Catherine y una Catherine que intenta subrepticiamente averiguar cómo rayos entró el maldito libro en su casa. («¿Cómo coño ha entrado esa novela en su casa? No recuerda haberla comprado. Es como si hubiera aparecido de repente en el montón de libros de su mesilla de noche»). Ambos mantienen diferentes puntos de vista y parecen guardar secretos el uno del otro. En un terreno paralelo Stephen y Nancy también mantienen un matrimonio lleno de secretos. («¿Cómo podía haber metido Nancy aquellas fotos en nuestra casa? ¿Cómo podía habérmelas escondido, haber permitido que infectaran nuestro hogar?»). Y para colmo cada pareja tiene un hijo, un aspecto de la trama, éste, que finalmente va a tener una trascendencia notable.

Tanto Catherine como Stephen son demasiado inteligentes para sostener las mismas estrategias de forma indefinida. Ella decide dejar de tener miedo y pasar a la ofensiva. Mientras tanto es inevitable que Richard Ravenscroft y Nick, el hijo que comparte con Catherine, lean «El perfecto desconocido» y descubran el secreto por sí mismos. Nick lo lee sin llegar a darse cuenta que tiene algo que ver con su madre; es por ello que recibe la ayuda de Brigstocke, quien lo ilustra sobre la verdad a través de internet: «Pobre Nick. Está esperándome, quiere más información sobre las fotos. ¿Quién las hizo? Y se lo cuento. Luego cuelgo la imagen de Jonathan que he elegido... Y añado las palabras: “Jonathan Brigstocke. 26 de junio de 1974 – 14 de agosto de 1993. Un perfecto desconocido que murió al salvarte la vida”.»

A través de la historia de Stephen y de los hechos recogidos en  «El perfecto desconocido» el lector comienza a comprender como se llegó a gestar el libro. Y quién lo escribió en realidad. Y qué postulados de su articulado pueden catalogarse de locos y de poco fiables. La Sra. Knight demuestra en todo momento un agudo sentido de la oportunidad. Ella sabe exactamente cuándo llevar la acción hasta los límites del suspense y cuando enfrentar directamente, cara a cara, a Catherine con Stephen. Ésto último se produce cuando ella decide presentarse en casa de éste y dejar un mensaje en el correo. En él le insta a hablar, a cambiar sus puntos de vista. Stephen, como ya el lector podrá suponer, se siente ofendido y no responde. «Ha sido como si metiera una serpiente sin ojos –hace referencia al brazo de Catherine- por el buzón... Tendría que haberle dado un hachazo. Pero me equivoco de criatura endemoniada. Es más sirena que medusa. Hemos detectado la maldad de su voz, que trataba de atraernos hacia la puerta y luego ha cantado por el teléfono. Ahora resulta que quiere que la escuchemos. Tiene algo que decir. Bueno, pues es demasiado tarde.»

Si, como ya comentamos, «Observada», no se ajusta a los patrones de apertura establecidos para este tipo de literatura, su cierre es aún más sorprendente. Me cuesta elucidar con rotundidad si el desenlace de la novela nos conduce a la normalidad o si, por el contrario, es un exceso de crudeza. Cierto es que Catherine ocultó durante dos décadas su fatídico «escarceo» amoroso con un veinteañero; «escarceo» que degeneró en un aterrador desenlace. Como consecuencia de ello el Sr. Brigstocke la hizo pasar por un verdadero infierno, hasta que reconoció su error. La Sra. Knight tenía todos los motivos para contentarse con éso. Pero ella decide llegar más allá y recrea un final que podríamos catalogar de «resentido». Esta decisión habrá levantado no pocas ampollas entre aquellos que se muestren partidarios de abandonar el relato allí donde el Sr. Brigstocke reconoce su culpa y aquellos otros que, por el contrario, ven en su «terminación adicional» un motivo más de entretenimiento. Usted, amigo lector, tiene la palabra. 
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martes, 20 de diciembre de 2016

«LOS MAGNÍFICOS DEL HARDBOILED»

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No hay dudas respecto a que los escritores de ficción criminal han producido algunas de las mejores y más perdurables obras de la literatura del siglo XX y, ¿por qué no?, del XXI. Fue con la ficción criminal que la literatura alcanzó a comienzos del pasado siglo un grado sumo de elocuencia y colorido.

James M. Cain, escritor «hardboiled» por excelencia, llegó a afirmar en su momento que desconocía el significado del término. Así, pues, para lograr entendernos con claridad comencemos por definir de qué estamos hablando. Las historias «harboileds» se refieren esencialmente a aquellas en las que el investigador privado, (PI, acrónimo de «Private Investigator»), adopta el papel de héroe, aunque aquí de forma incongruente no tengamos más remedio que aceptar que Cain nunca escribió una novela policial. Las historias «hardboileds» son historias realistas, de una crudeza inusual desde el punto de vista que aquellos personajes que obtienen una licencia de investigador privado son contratados para resolver crímenes, y eso es algo que va más allá de lo que el vicario de un pequeño pueblo escondido de Escocia, investigador de salón éste, podría decir. Los «PI» son personajes solitarios, al igual que los viejos pistoleros del Oeste. Tienen un código del honor y la justicia que raya la ilegalidad, pero un código que a fin de cuentas es moral. Son personajes que pueden ser amenazados o golpeados pero no por ello renuncian a un caso ni traicionan a su cliente. Son individuos enfrentados a las organizaciones políticas y a los criminales corruptos y, además, prevalecen, porque son fieles a sí mismos y a su código.

La novela «harboiled» tiene restricciones más estrictas que las que sufre una monja de clausura a lo largo de su vida religiosa. Generalmente escrita en primera persona, la historia «harboiled» suele comenzar con la llegada a la destartalada oficina de un sabueso de una mujer joven con un paquete de problemas bajo el brazo. La policía no puede o no quiere ayudarla y la situación suele ser tan sensible que la investigación se debe llevar en el más absoluto de los secretos. El investigador acepta el caso. Se entrevista con personas y pone el pasado de su cliente patas arriba. En el momento en que concluye la investigación son varios los cadáveres que reposan sobre el mármol de la morgue, al tiempo que el investigador pone al descubierto al culpable y continúa con su solitaria vida a la espera de otro cliente que le haga revivir lo ya vivido con anterioridad.

El detective «hardboiled» vio la luz en las páginas de la revista pulp «Black Mask» a principios de 1920, debido a la pluma de Carroll John Daly, quien creó el prototipo del investigador privado harboiled en la figura de «Race Williams», un matón duro donde los haya, que mantuvo su popularidad durante más de una década. Las directrices de Daly fueron retomadas por Samuel Dashiell Hammett, quien aportó talento al género, dándole credenciales literarias. «El agente de la Continental» apareció en numerosos cuentos de Hammett y en sus dos primeras novelas, «Cosecha roja» y «La maldición de los Dain», antes de que aquél creara al mítico «Sam Spade» en «El halcón maltés». Ésta sigue siendo, en muchos sentidos, la última gran novela de detectives impresa en la memoria de la gente, gracias a la magistral interpretación para la gran pantalla realizada por Humphrey Bogard.

El testigo de Hammett lo recogió Raymond Chandler con su inmortal «Philip Marlowe», que emergió con «The Big Sleep» y se mantuvo en primera línea durante ocho novelas más. Chandler fue un escritor cuyo uso del símil y la metáfora nunca han sido igualados. Es unos de los magníficos de la literatura del siglo XX. Cuando Ross Macdonald decidió escribir sus novelas sobre el investigador privado «Lew Archer» intentó emular a Chandlerd en la medida de lo posible. Mediante la adición de la psicología freudiana a la mezcla, dio a sus novelas una profundidad rara vez conseguida.

Mickey Spillane, con su héroe «Mike Hammer», acaparó la popularidad en EE.UU. durante una década. Spillane fue un escritor vilipendiado por la crítica por sus conservadores puntos de vista políticos, pero sus lectores supieron ver su claridad literaria y así se convirtió en un gran favorito para el gran público.

Entre otros escritores sobresalientes de este período hay que destacar a Erle Stanley Gardner, cuyo «Perry Mason» vendió más de 100 millones de ejemplares; Howard Browne, también conocido bajo el pseudónimo de John Evans; Harol P. Masur, creador del investigador «Jordan Scott»; Thomas B. Dewey, y su popular estrella, el investigador privado «Mac»; Jonathan Latimer, conocido a partir de una serie de novelas protagonizadas por el detective «William Crane», en las que presenta una mezcla de hardboiled y comedia de enredo; William Campbell Gault, ganador del Edgar en 1952 por su primera novela «Don´t Cry for My»; Frederick Nebel, autor de las series policiales: «Kennedy & MacBride», «Dick Donahue» y «Jack Cardigan»; Paul Cain, quien llegó a escribir diecisiete cuentos para Black Mask y está considerado un punto de referencia en la ficción pulp; Raoul Whitfield, conocido por sus historias sobre «Jo Gar» y por último, George V. Higgins, cuya novela «Los amigos de Eddie Coyle», -la primera de un total de veintisiete-, lo catapultó a la fama.

Hasta ahora hemos hablado de investigadores privados, pero la realidad es que la prosa hardboiled también ha sido empleada por destacados escritores de suspense. Para ello no hay más que evocar el nombre de Cornell Woolrich. Asimismo, lo fue por escritores de novela negra que contaron sus historias desde el punto de vista del criminal, como James M. Cain, Jim Thompson, W. R. Burnett, David Goodis y Richard Stak -alias de Donald E. Westlake-, y por aquellos, como Ed McBain, Ed Dee, Stephen Solomita y Robert Daley, que crearon novelas policiales.
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lunes, 19 de diciembre de 2016

EL PERRO DE TERRACOTA. (Andrea Camilleri)

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EL PERRO DE TERRACOTA ( IL cane di terracotta)
Andrea Camilleri
TRADUCCIÓN: María Antonia Menini Pagès
EDICIONES SALAMANDRA, S. A.
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Camilleri nació en 1925 en Porto Empédocle, en la provincia de Agrigento, al sur de Italia. Llegó tarde éste gran maestro de la novela negra a la escritura, pues publicó su primer libro a la edad de 53 años. Antes de éso había sido miembro del Partido Comunista y ejercido como profesor y director de teatro. También fue productor de televisión. Entre sus publicaciones se cuentan ensayos, crónicas y narraciones ambientadas en la Sicilia de finales del siglo XIX. Durante más de tres décadas ha trabajado en Roma, donde en la actualidad vive con su esposa.

«El perro de terracota» es la segunda entrega de la excelente serie de novelas salidas de la pluma de Andrea Camilleri y protagonizadas por el melancólico inspector siciliano Salvo Montalbano. Personaje peculiar donde los haya, Montalbano es un funcionario celoso, representante de la Policía estatal, respetuoso con la ley, (ley que no duda en violar cuando sus casos lo requieren; no es de extrañar, por ello, que esta falta de ortodoxia con la legalidad le acarree no pocos problemas con sus superiores), lector voraz y gran amante de la gastronomía y de su propia tierra siciliana. Trabaja en la pequeña localidad de Vigàta, en la provincia de Montelusa, nombres éstos de invención, que supuestamente corresponden con la localidad de Porto Empédocle, -lugar de nacimiento de Camilleri-, en la provincia de Agrigento.

«El perro de terracota» comienza con una llamada telefónica de uno de los viejos amigos de Montalbano, Gegè Gullotta, -un pequeño camello de la droga blanda, organizador de un burdel al aire libre conocido como «el aprisco»-, que le propone una reunión con un mafioso local apellidado «Tano el Griego». De forma insólita y un tanto estrambótica, Tano quiere organizar su propia captura por «motivos de salud». Como él mismo señala ha llegado el momento de hacerse a un lado antes de que una nueva generación de criminales lo deje muerto en una zanja. «Los tiempos cambian y la rueda gira muy rápido», alega Tano. Por tanto, ambos urden una estratagema en la que «El Griego» es detenido tras un heroico tiroteo en una casucha situada en lo alto de una montaña y rodeada de olivos gigantescos.

Diversas son las tramas que surcan las páginas de este libro. Un robo absurdo en un supermercado culmina con la aparición al día siguiente, en una gasolinera, de un camión con el total de la mercancía robada; un inútil accidente de tráfico, supuestamente fortuito, degenera en la muerte de un fascista recalcitrante y entrado en años, en proceso de informar a Montalbano sobre el robo al supermercado; un depósito de armas es rescatado de la «cueva de Alí Babá», cuidadosamente protegida por una enorme laja de piedra de forma rectangular que parece formar un solo cuerpo con el peñasco que la protege. Y por si esto fuera poco, el inspector descubre un extraño cuadro en la trastienda de la cueva, un antro que ha permanecido sellado durante una ingente cantidad de años: los cuerpos entrelazados de un hombre y una mujer, aparentemente custodiados por un enigmático perro de terracota que no les quita los ojos de encima y acompañados de un cuenco repleto de monedas de la época y una jarra de agua. Ambos cuerpos parecen haber exhalado el último suspiro hace más de cincuenta años, y no es de extrañar que Montalbano sienta deseos de averiguar su identidad, por qué aparecen sellados en la cueva y cuál es el significado de los objetos que los acompañan.

Son los personajes los que hacen este libro, especialmente Montalbano. En un determinado momento, él llega a definirse a sí mismo como un cazador solitario: «El caso es que, con el tiempo, me he convertido en una especie de cazador solitario, perdóname la chorrada que quizás no es acertada, porque me gusta cazar  con los demás, pero quiero ser yo el que organice la cacería. Para que mi cerebro funcione debidamente, ésta es la condición indispensable. Una observación inteligente de otra persona me desanima, me puede descolocar a lo largo de todo un día y hacer que ni yo mismo consiga seguir el hilo de mis razonamientos.» Cuenta Montalbano con un elenco de subordinados a cual más peculiar. Él los conduce con un temperamento alocado, pero lo contrario también es cierto; algunos de ellos no están muy cuerdos que digamos. Por la oficina se ha dejado caer últimamente un tal Catarella, un sujeto corto de entendederas y lento de reflejos, que ha ingresado en el cuerpo de policía por ser pariente lejano de un individuo que ha sabido estrechar vínculos con los nuevos poderosos del país. El tal Catarella, hilarante lingüísticamente, habla una jerga extraña que él llama “tàliano” y que enreda las palabras hasta el punto de hacerlas ininteligibles.

A Montalbano, como a todo buen siciliano, le encanta la buena comida y aprecia la cocina, no en vano está asistido por un ama de casa que no regatea una gollería a la hora de prepararle exquisitos platos. No nos encontramos demasiado lejos de la verdad si pensamos que Montalbano degusta sus casos criminales como degusta su comida; cada detalle lo saborea de forma individual hasta que le entra de lleno al plato, cual torero al toro.

Es indiscutible que en la obra de Camilleri tiene un valor sobresaliente el dominio de la ambientación, la evocación del lugar, la Sicilia contemporánea devorada por problemas como la Mafia y la apatía, pero preocupada a la vez por nuevos desafíos como la inmigración y las mafias del Este. La verdadera Sicilia vive en las páginas de sus novelas. Sus olores, sus gustos y sobre todo su lenguaje. Sus diálogos, los diálogos de Camilleri, son ricos, aunque con un ritmo algo acelerado que siempre cumple con el propósito de hacer progresar sus espesas tramas. En «El perro de terracota» se echa de menos la belleza textual, que queda enterrada bajo el trepidante ritmo de la narración, pero es en la trama donde se encuentra la perfección de la que carece  su estilo. 
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martes, 13 de diciembre de 2016

LA FORMA DEL AGUA. (Andrea Camilleri)

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LA FORMA DEL AGUA (Forma dell´Acqua)
Andrea Camilleri
TRADUCCIÓN: María Antonia Menini Pagès
EDICIONES SALAMANDRA S. A.
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Andrea Camilleri es actualmente el autor de mayor éxito en Italia, sin embargo, a mediados de la década de los noventa era un septuagenario prácticamente desconocido que había escrito apenas un puñado de novelas históricas. En 1994 su figura emerge de la nada acompañada de la de Salvo Montalbano, el héroe popular que puebla sus historias, personaje que vio la luz en «La forma del agua», y que le catapultó de manera inmediata a la fama.

En su aparición en el mundo de la página escrita, -del que «La forma del agua» fue su primera pincelada-, Salvo Montalbano no está entre nosotros. Está soñando. No es un sueño común, es un sueño erótico, una relación viva con su amada Livia, un éxtasis psíquico, intensivo y privado. Este sueño, sin embargo, se ve interrumpido por una llamada telefónica en la que el sargento Fazio le comunica la muerte de un hombre. Se abre pues un nuevo caso en la vida de Montalbano; para nosotros el primero de una larga serie.

Estamos ante la metáfora de un nacimiento implacable. Una llamada a la vida, repentina y traumática. Montalbano es arrebatado de los brazos de Morfeo para ser entregado por su autor a los lectores. La trama de «La forma del agua» es simple: el cuerpo de un hombre es descubierto en un coche, en lo que eufemísticamente es llamado «el aprisco», el barrio rojo de Vigàta, especializado en el trapicheo de toda clase de drogas blandas. La víctima, Silvio Luparello, es, o más bien fue, un político al borde del éxito y, cosa rara en Italia, tiene un historial intachable. Su cuerpo es encontrado en circunstancias comprometedoras, sin embargo en su autopsia consta como que murió por causas naturales. ¿Por qué, pues, este ciudadano, aparentemente notable, corre un riesgo tan absurdo como innecesario la víspera de su esplendor? Es más, tan pronto como su muerte es anunciada, el abogado de Luparello, considerado como el arquitecto de su exitosa carrera, une sus fuerzas a las del principal rival del abogado en el terreno político. Algo no calza bien...

La intención primera de Camilleri no llegó más allá de escribir un par de libros sobre Montalbano, pero cuando su segunda novela, «El perro de terracota», fue recibido con gran e igual entusiasmo por los lectores y la crítica el escritor decidió hacer pasar a su policía de mediana edad por situaciones criminales cada vez más complicadas. Los inmigrantes ilegales, las drogas, la venta ambulante, la prostitución, el fraude y el blanqueo del dinero son algunos de tantos males endémicos propios de estas tierras que hacen acto de presencia en esta serie. En la pequeña ciudad ficticia siciliana de Vigàta, los sucesos más viles se suceden sin que le extrañe a nadie. «Zara zabara, tal como decía el dialecto, o mutis mutandi, como se decía en latín, las cosas de la isla, y en particular de la provincia de Montelusa, jamás cambian, ni siquiera cuando el barómetro indica temporal.»

La prosa de Camilleri es magra, impregnada de ironía y escepticismo, cualidades volterianas éstas que son evidentes en su técnica narrativa. La fuerza de Camilleri reside en su galería de excéntricos personajes secundarios. La Sra. Luparello, viuda admirablemente lúcida de la víctima; Gegè, proxeneta y excompañero de clase de Montalbano; Giosue Contino, de 82 años de edad, maestro de escuela, que se lía a tiros con la gente porque piensa que, a sus ochenta años de edad, su mujer lo engaña, y la inspectora Anna Ferrara de la Brigada Móvil de Montelusa, hija de un compañero de escuela de Montalbano, que no desaprovecha ocasión para seducirlo. Incluso son notorios los dos personajes que trabajan en la recogida de basuras, Pino Catalano y Saro Montaperto, jóvenes arquitectos técnicos debidamente desempleados como arquitectos técnicos, que no dudan en esconder pruebas para ayudar al hijo enfermo de uno de ellos.

Las novelas de Camilleri son realmente divertidas, y es ésta una de las razones por las que son tan populares. Algunas de sus gracias son realmente exotéricas, como la referente al libro que el Juez Lo Bianco lleva escribiendo durante años: «Vida y obra de Reinaldo y Antonio Lo Bianco, maestros jurados de la Universidad de Girgenti, en tiempos del rey Martín el Joven (1402-1409)», ciudadanos de su tiempo a quienes el juez considera antepasados lejanos suyos. El título, como se puede ver, resume por sí solo el carácter del juez.

Montalbano es honesto y decente cuando fuerza a la gente que está interrogando a decir la verdad. Hay, sin embargo, un lado melancólico en su naturaleza que se muestra de forma expresiva cuando se enfrenta a la tristeza inherente a ciertas relaciones humanas. Él tiene una novia «a largo plazo» llamada Livia, que vive y trabaja en Génova. Siempre que el policía se siente especialmente despechado, ella es feliz en ajustar su horario y coger el avión a Palermo para consolarlo. Las escenas en la casa de Montalbano, -casa con vistas al mar, como no podía ser menos-, y con el detective sumido en los celos por Livia, son cada vez más frecuentes y están escritas con una ternura que nunca cae en el sentimentalismo. No obstante, aunque las mujeres de todas las edades encuentran atractivo a MOntalbano, ninguna lo hace en grado mayor que la hermosa sueca Ingrid Sjostrom, que se encuentra casada con un rico siciliano. Ingrid es, según Camilleri, la personificación de la idea que todo italiano tiene de una «bomba rubia». Ella no tiene ni límites ni escrúpulos con respecto a su satisfacción sexual. 
   
Camilleri, ahora a sus 91 años, fumador empedernido, dedicado y desafiante, tiene tal vez su propia muerte en mente, sin embargo espera producir unas cuantas novelas más de Montalbano antes de que ésto ocurra. Él es consciente que la batalla contra la corrupción es interminable. Ni que decir tiene que Camilleri tiene sus detractores, pero suelen ser el tipo de lectores que prefieren la acción por encima de la caracterización y premian el suspense al factor humano. La verdadera Sicilia vive en las páginas de sus novelas; sus olores, sus gustos y sobre todo su lenguaje. Sicilia a su vez está orgullosa de él. Estoy  convencido que es éste un honor que le agrada mucho más que sus sorprendentes cifras de ventas.
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viernes, 9 de diciembre de 2016

PRIMERA EDICIÓN: "LA JUNGLA DE ASFALTO" (W. R. BURNETT)

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LA JUNGLA DE ASFALTO
(THE ASFALT JUNGLE)
W. R. BURNETT
ALFRED A. KNOPF (EE.UU.)
1949
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jueves, 8 de diciembre de 2016

LA VÍCTIMA. (David Goodis)

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LA VÍCTIMA (Somebody´s Done For)
David Goodis
TRADUCCIÓN: Floreal Mazía
BRUGUERA - COSECHA ROJA
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Esta obra, «La víctima», fue la última en la carrera de David Goodis, el más sombrío de los escritores del llamado género negro estadounidense. Fue a finales de los años 30 cuando el escritor de Filadelfia comenzó a escribir la primera de sus 18 novelas, novelas que reflejan su camino personal y los ámbitos por donde merodeó hasta su prematura muerte. Al comienzo de la década de los cincuenta Goodis se trasladó a Hollywood donde trabajó como guionista, para regresar con posterioridad a su Filadelfia natal en lo que supuso un vagabundeo por los antros de los bajos fondos de la ciudad. Ya en los años sesenta, y tras un dilatado período de escritura casi ininterrumpida, entra en un silencio de años cuyo último gesto es esta historia, «La víctima», compendio de todas sus obsesiones y pesadillas, publicada póstumamente en enero de 1967. Goodis había estado escribiendo prácticamente lo mismo desde el principio, una única y espesa novela contada sin parar. Sólo restaba el cierre. Y el cierre es este «Somebody´s Done For», o como la conocemos en español, «La víctima», nada más preciso para describirla.

En las novelas de Goodis la víctima no se muestra al principio ni al final de la narración, en sus novelas la víctima ya viene incorporada, «ya lo fue». La herida, el crimen, la marca de la desgracia es anterior al comienzo de la narración; la novela se limita a narrar los esfuerzos del pobre infeliz por dejar a un lado su carácter de «víctima», un carácter que no es ocasional, ni fortuito, sino que forma parte de su ser, es intrínseco a su personalidad. Si en las novelas de Goodis hay suspense, si hay tensión, éstos vienen motivados por los esfuerzos del personaje por solucionar su caótica situación. De ahí dimana el aliento trágico que desprende su obra, esa dimensión existencialista, ese clima de lucha desigual contra un destino que, por mucho que trate de evitarse, ya está escrito.

En «La víctima», curiosamente, no hay una víctima. Lo novedoso y patético aquí es que todos los personajes –la joven Vera; Thelma, su madre; Hebden, su padre; Gathridge; Renziger; (éstos tres últimos expresidiarios fugados de una cárcel de alta seguridad), y hasta el publicista Cattersby- participan de esa condición de víctima. Los personajes sobre todo hablan, se amenazan, recelan unos de otros, ocasionalmente se golpean. La tensión se manifiesta constantemente a flor de piel y las armas siempre están preparadas para ser disparadas, mientras que aquellos van revelando su pasado, poniendo al descubierto su herida, el motivo de su esclavitud. Al comienzo del relato, Calvin Jander se halla al borde de la muerte por asfixia, desnudo, intentando mantenerse a flote en las aguas del Delaware. Se encuentra allí por un accidente fortuito ocurrido un sábado de pesca. La tormenta que se levantó volcó su bote e inesperadamente se encontró realizando un enorme esfuerzo para mantener la cabeza fuera del agua. Es un hombre común, un perdedor, un personaje a secas, atrapado en aguas profundas. Las aguas de un destino que nunca podrá deshacer. Su intento de huida es todo un gesto desesperado, el símbolo de la impotencia.

Por allí pasan por casualidad en un bote Hebden y Renziger, dos personajes duros e insensibles, que como mismo vienen se van. No hay esperanza posible para un perdedor. No obstante, el pequeño regalo de Renziger en forma de salvavidas permite a Jander llegar a la orilla, donde es ayudado por Vera. Hay en Jander una potencia oculta que está esperando poder manifestarse, que busca la oportunidad de liberarle de su cárcel particular. Para Jander esa posibilidad tiene un nombre: Vera. Y a ese recuerdo se aferra. Jander la conoció en un momento anterior de su vida cuando acudió con su jefe, Cattersby, a un club nocturno donde Vera, promocionada en un gran cartel como «La inimitable Vera», trabajaba de bailarina. Allí todo era color púrpura. No hace falta decirlo, el color del dolor. «Además del piano y el bajo, la orquesta tenía una flauta y un cuerno francés. Los hombres afinaron sus instrumentos, y Jander vio que trabajaban sin partitura. Tocaban una especie de jazz ultramoderno. No tenía melodía, y poco a poco se volvió sombrío y finalmente lúgubre; el cuerno francés decía que no había esperanza y la flauta gorjeaba una especie de delirio suplicante.» El deseo de alcanzar lo inalcanzable es el peor de los sufrimientos. Y al final queda la herida, la herida púrpura, el color de la magulladura, para describir la marca dejada en él por Vera. 

Y hablando de cárceles, las de Goodis son múltiples. Una de las habituales es la prisión física, el lugar de acogida para los criminales. De allí parten Hebden, Renziger y Gathridge en busca de la libertad. Hebden condiciona la necesidad de huir a la posibilidad de hundirse en el aislamiento opresivo que simboliza la institución familiar: «de la prisión a la familia, es la consigna de Hebden». El propio Calvin Jander tiene su cárcel particular. Vive con y por su madre viuda y una hermana divorciada a quienes mantiene y soporta. «-Y entonces escuchó la voz de su hermana parloteando, injuriándole, con algunos hipos que indicaban que había estado bebiendo cerveza». Es obvio que la asfixia de Jander en el Delaware es una manifestación simbólica de ese lazo social que lo tiene prisionero.

Nada es fácil en el mundo de Goodis. Cada víctima tiene en él su cruz. «Este hombre se está destrozando. Y no puedes decirle nada que le haga las cosas más llevaderas. Si lo intentaras le harías un flaco favor. No quiere que le faciliten las cosas. Lleva un rótulo que dice “penitente” y quiere estar a solas con él y hacer lo posible para llevarlo.» En Goodis todo el estímulo reiterado y hondo termina convirtiéndose en dolor, un dolor de color púrpura.

Goodis nunca fue considerado un escritor “serio”. Tal vez por éso este hombre serio y melancólico decidió regresar a Filadelfia en 1950, a sus 33 años, donde comenzó a ganarse la vida como periodista y autor de novelas basura para los libros de bolsillo. Su vida nada tiene que envidiar a la de sus personajes. En las 18 novelas que escribió el tema absoluto es el fracaso. La mala suerte como entidad ontológica, la soledad y la tristeza. «La víctima», como no podía ser menos, no despertó en su momento ni una pizca de interés por este solitario y amarrido escritor.  
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viernes, 2 de diciembre de 2016

EL MUERTO SIN DESCANSO. (Donald E. Westlake)

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EL MUERTO SIN DESCANSO (The Busy Body)
Donald E. Westlake
TRADUCCIÓN: Emilio Gallego
BARRAL EDITORES
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Aloysius Eugene Engel, de ascendencia irlandesa y judía, es el hijo de de Fred P. Engel, un personaje que trabaja a sueldo para la Organización tomando apuestas y cuya falta de dirección en la vida le llevó a convertirse en un simple mensajero de su jefe, el Sr. Mayershoot. El Sr. Engel tenía la mala costumbre de dilapidar sus ahorros en las apuestas a los caballos lo que motivó que Engel Jr. creciera en un hogar constantemente amenazado por el caos financiero. La dominante esposa del Sr. Engel era, y es, una mujer ambiciosa y desea que su hijo acuda a la universidad. Ella no duda en usar la información que le proporciona su marido para impulsar la carrera de su hijo. No es que el padre de Engel hubiera estado colocado nunca lo suficientemente alto en la Organización como para manejar información importante, pero su patrón, Ludwing Meyershoot sí, y es éste quien le pone al corriente de una trama que trata de acabar con la vida de Nick Rovito, el jefe del grupo. Por lo tanto, Engel Jr. es promocionado a una posición en la que puede decirle a la cara al jefe del equipo, Nick Rovito, que su mano derecha está a punto de traicionarle y en el proceso, Engel Jr. termina ocupando el lugar de aquél. Engel mata inadvertidamente al tipo que está traicionando a Rovito, sin pensar siquiera en ello, ya que cuando aquél está a punto de estrangularlo, Nick amablemente le arroja un arma de fuego, que Engel no duda en vaciar, con los ojos cerrados, en el cuerpo del conspirador.

La historia comienza en serio con el funeral de alguien muy poco importante, un pelanas, un personaje llamado Charlie Brody que ha estirado la pata en cumplimiento de su deber. El único trabajo de mediana significación que realizó Charlie en su vida fue transportar grandes cantidades de narcóticos cosidos a su traje azul. Rovito siente como que no se ha celebrado un buen funeral en bastante tiempo, y recrea una pomposa despedida para Brody. Aunque tarde, toma conciencia de que la afligida viuda, ex prostituta ella, ha elegido ese traje azul para enterrar a su marido. Un traje con un cuarto de millón de dólares en drogas cosido a la chaqueta.

A Engel le toca pues ir a desenterrar a Charlie y obtener la chaqueta del traje. En el proceso, después de que un joven repudiado por la Organización le ayude a desenterrar a Brody, Engel debe golpearlo con la pala y enterrarlo en la tumba de Charlie. Y he aquí el gran problema, el ataúd de Charlie aparece vacío, y Engel se encuentra ahora en serios problemas con su jefe. Ya es bastante jodido tener que jugar a ladrón de tumbas, pero ahora el juego se endurece, Engel debe asumir el papel de detective, resolver el caso del cadáver desaparecido, y recuperar las drogas, o al menos averiguar que ha ocurrido.

«-Más me hubiera valido ir a la universidad- se queja Engel, como quería mi madre. Más  me hubiera valido ser un hombre decente y aceptar los flechazos de la terrible fortuna. Tengo dinero, prestigio, el respeto de mi comunidad, pero ¿vale la pena? ¿Vale la pena estar metido con un bestia como ésta tirado ahí en el piso? Para ir a cavar tumbas y romperle la cabeza a la gente con una pala y conducir un auto con cambios estándar y perderse cuarenta veces en Brooklyn y asociarse con bestias como Willy Menchik a esta hora de la noche, más me hubiera valido ser lechero»

Engel acude a la funeraria donde se preparó el cadáver de Charlie para su enterramiento y allí pide hablar con el director  de pompas fúnebres. Pero, ¡oh intrigante destino!, éste es descubierto por Engel en su estudio con un cuchillo en la espalda. Y para más inri, en ese momento, la atractiva esposa del difunto lo descubre y empieza a gritar. Y así nos damos de cara con Engel huyendo de lo que parece representar, más o menos, la mitad de la policía de Nueva York.

Ante cada nueva dificultad que se le presenta en su vida Engel se consume en un aura de melancólica renuncia, porque el destino está decidido a jugarle una serie de interminables bromas, y él tiene que decir algo al respecto, aunque sólo sea para que quede claro que no está de acuerdo con el tratamiento totalmente inmerecido que recibe de los poderes superiores. Engel es una creación seminal de Donald Westlake; un prototipo, si se quiere. Aloysius Engel es el embrión de John Dortmunder, un brillante y a la vez hilarante maestro de la mala suerte criminal, salido de la mente del genial Westlake.

En su carrera de casi cinco décadas, Westlake, que murió en 2008, creó un catálogo, tan variado y extraordinario, que abarca el crimen –desde ambos lados de la ley-, la ciencia ficción, la crítica, la ventura y no pocas agradables rarezas que no encajan en ninguna categoría. Westlake fue increíblemente prolífico y altamente legible; tenía un sólido fundamento de seguidores leales y gozaba del respeto entre sus pares. Él es conocido por muchos por sus novelas cómicas, la más popular de las cuales contó con un personaje de imborrable memoria que responde, como se comentó con anterioridad, al nombre de John Archibald Dorrtmunder. «La literatura cómica de cualquier tipo es la más difícil de escribir», dice Otto Penzler –amigo de Westlake en vida de éste-, editor y propietario de la Mysterious Bookshop de Manhattan.

Todo ésto puede explicar por qué Westlake no es más famoso fuera de los círculos de la escritura criminal, y por qué a veces es fácil pasar por alto que fue, al menos, uno de los escritores estadounidenses más versátiles del siglo XX.
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