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TRAS LOS PASOS DE RIPLEY (The Boy Who Followed Ripley) Patricia HIghsmith TRADUCCIÓN: Jordi Beltrán EDITORIAL ANAGRAMA, S. A. |
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En esta cuarta entrega de la «Ripliada», publicada
en español en 1980 bajo el título de «Tras los pasos de Ripley», Tom Ripley sigue
disfrutando de una vida cómoda en el pueblo de Villeperce, a las afueras de
París, en la satisfacción financiera que le produce la asignación a su esposa
Heloise por parte de sus padres y sus propios negocios turbios en el mundo del
arte. Un extraño adolescente de 16 años, que responde al nombre de Billy
Rollins, se cruza en su camino y Ripley pronto llega al convencimiento de que
es hijo del magnate americano de la alimentación John Pierson, fallecido
recientemente, y a quien la familia reclama angustiada después de tres semanas
sin noticias suyas. «¿Y si el chico que había conocido la otra noche era Frank
Pierson? Dieciséis años. Desde luego, esa edad era más probable que los
diecinueve años que el muchacho confesaba. Maine y no Nueva York. Al morir el
viejo Pierson, ¿no había salido una foto de toda la familia en el International
Herald Tribune? Una foto del padre sí había salido, y de pronto Tom se dio
cuenta de que no acertaba a recordar su rostro... Pero al chico de hacía tres
días le recordaba mejor de lo que solía recordar a la gente. Tenía el rostro
más bien melancólico y serio, y no sonreía con facilidad. Boca firme y cejas
oscuras. Y el lunar de la mejilla derecha, no lo bastante grande como para
salir en una foto normal, quizás, era una señal.»
No hace falta decir que la muerte del
millonario John Pierson está rodeada de incógnitas. Pierson llevaba una década confinado
a su silla de ruedas a raíz de un fallido intento de asesinato relacionado con
sus negocios alimentarios. Su muerte se produjo cuando la silla cayó por un
precipicio en Maine, en su finca de Kennebunkport, debido a un accidente o a un
suicidio o quien sabe a qué...
Frank pronto confiesa a Riley que fue él
quien mató a su padre, aunque el resto de su familia no sospecha nada. «Yo maté
a mi padre –susurró Frank-, sí, le empujé en aquel... Sí. Recuerdo..., me dio
la sensación de que no podía seguir mirando sus hombros y su cogote un segundo
más. Pensé..., no sé qué pensé, pero me lancé hacia delante y de un puntapié
quité el freno, apreté el botón de avanzar y, por si fuera poco, di un empujón
a la silla que se precipitó al vacío. No quise verlo. Sólo oí el ruido.» Ripley
trata de convencer a Frank que su acción no tiene por qué arruinar el resto de
su vida, apoyando este argumento en sus experiencias pasadas. Sólo un hombre
como Ripley, acostumbrado a nadar en «aguas revueltas», podría ayudar a Frank
en su lucha desesperada contra el sentimiento de culpa que le corroe. Por
primera vez, Tom Ripley revela al lector su cara oculta: la de un hombre
generoso, dispuesto a todo para ayudar a un ser en apuros.
De acuerdo con Andrew Wilson, en su biografía
del año 2003 «A life of Patricia Highsmith», ésta viajó a Berlín expresamente
con el fin de investigar los escenarios donde se desarrollaría la cuarta salida
de Ripley. Después de varios viajes a Berlín Highsmith quedó fascinada por la
ciudad, una fascinación que es casi tangible en «Tras los pasos de Ripley».
Sin embargo, ¿qué es lo que en realidad
ocurre en Berlín a donde Tom viaja con Frank en un intento de evitar la
presencia del hermano mayor y un
detective privado, enviados por la madre del propio Frank con el objeto de
acelerar la búsqueda de éste? El viaje se realiza en la década de los 80 cuando
Berlín se encontraba dividido por el Muro. Durante una visita al bosque de Grunewal
Frank es secuestrado y su madre recibe una petición de rescate. Ripley decide
entonces representar un papel personal en la liberación del joven.
Lo primero que se echa en falta en «Tras los
pasos de Ripley» es el sentido del peligro existencial que acompañó al
protagonista en las tres entregas anteriores. En «El talento de Mr. Ripley»,
«La máscara de Ripley» y «El amigo americano», Tom Ripley tiene que luchar por
su propia supervivencia –su libertad y su cómoda forma de vida-, mientras que en «Tras los pasos de
Ripley» su preocupación se centra en el bienestar de Frank. El muchacho sigue a
Ripley a Francia después de haber oído hablar de él en relación a una pintura
Derwatt, -en realidad una falsificación de Bernard Tufts-, que poseía su padre
en vida. Allí el adolescente decide no separarse de él.
La cuestión de la sexualidad de Tom es un
zumbido constante en el trasfondo de la «Ripliada». La extraña fascinación
entre personas del mismo sexo es un tema recurrente en la escritura de
Highsmith. Lo que hizo tan convincente este hecho en casos anteriores fue la
manipulación malintencionada –y en último extremo asesina- de uno de los
protagonistas, ya se tratase de Bruno, en el debut de Highsmith en «Extraños en
un tren» o del propio Ripley en su relación con Dickie Greenleaf en «El talento
de Mr. Ripley». Aquí, sin embargo, en el trasfondo de esta relación en
apariencia homosexual, Frank es completamente inocente.
Quizás la complicada biografía de Highsmith fue
un perfecto caldo de cultivo para la génesis de la personalidad de Ripley. Su
padre, el padre de Highsmith nunca figuró en su vida; sí su madre, aunque en
exceso. Esta relación la marcó para siempre, convirtiéndola en una persona de
difícil trato. Fue una mujer infeliz, solitaria, alcohólica y su lesbianismo
nunca floreció en un amor constante. En muchos sentidos Ripley no es diferente
a ella. A lo largo de su vida Highsmith vivió con la sensación de que merecía
pertenecer a una clase social más alta. Durante su adolescencia tomó conciencia
de su atracción por las mujeres. Ripley le proporcionó una ventana a través de
la cual canalizar toda su rabia contenida. En su escritura ella tomó venganza
por los daños sufridos durante toda su vida a manos de los demás. No sólo de su
madre sino también de sus amantes. Las brutalidades de la vida no solo la
condujeron al alcohol sino que la llevaron a una exfoliación malsana a la hora
de escribir. Y Ripley fue el personaje sobre el que más escribió...
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