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domingo, 5 de marzo de 2017

ROSY & JOHN. (Pierre Lemaitre)

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ROSY & JOHN (Rosy & John)
Pierre Lemaitre
TRADUCCIÓN: Juan Carlos Durán Romero
PENGUIN RANDOM HOUSE, GRUPO EDITORIAL
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Jean Garnier no tiene nada que perder, su madre, Rosie, -su padre le dio ese nombre en 1964, el año en que Gilbert Bécaud, su ídolo, cantaba «Rosy & John»- está en la cárcel, su amante ha muerto en un extraño accidente y él ha perdido su trabajo tras la desaparición misteriosa de su jefe. A medida que la desesperación se apodera de su persona Jean idea un plan diabólico. Siete artefactos explosivos, siete obuses, están programados para estallar en los próximos siete días en distintos puntos de la geografía francesa. La primera bomba funciona correctamente, a este respecto Garnier tiene todas las razones para estar satisfecho. ¿Pero estallarán las demás? Según él programó todas las bombas con 3,99 euros en internet y los cables los compró en Leroy Merin... Lo más grave es que todo el mundo piensa que si dice la verdad sobre la primera bomba, la de la rue Joseph-Merlin, también dice la verdad sobre las demás. Los seis próximos obuses. Él ha prometido una carnicería. «La explosión es tan potente que hace temblar el barrio entero. Como si se tratara de un terremoto, la onda expansiva puede sentirse a un centenar de metros.» Después de la explosión de esta primera bomba Jean se entrega a la policía con una petición increíble: la liberación de su madre y la adjudicación a ambos de una nueva identidad, el traslado a Australia y una cantidad de dinero suficiente para sobrevivir.

Frente a este joven desperdicio, frente a Garnier, el comisario jefe Camille Verhoeven debe actuar con más delicadeza que nunca. Con su estatura teatralmente baja –apenas supera el metro y medio-, su brillante calvicie y sobre todo su mirada cortante, Verhoeven se enfrenta a uno de los más importantes dilemas de su carrera. ¿Es Jean Garnier una amenaza seria para el país o simplemente es un individuo con delirios de grandeza? Verhoeven  es consciente que cada minuto que pasa puede costar cientos de vidas. «La deflagración barre escaparates, vehículos y todo lo que hay en el cerebro. Durante unos segundos nadie piensa, las ideas  parecen también barridas por la explosión, como la llama solapada de una vela. Desaparecen hasta los ruidos ordinarios, y reina sobre el lugar del siniestro una calma tensa, vibrante, como si la ciudad acabase de morir de pronto.»

«Rosy & John» es la tercera entrega de la serie del comisario Verhoeven, una saga escrita por el ganador del premio Goncourt, Pierre Lemaitre. «La idea del libro me llegó una noche cuando transitaba ante una acera destruida. Los autores de novelas somos siempre cuidadosos con este tipo de detalles», comentó el autor al respecto de la idea que generó el relato. La novela es una especie de eslabón perdido en la bibliografía de Lemaitre, una obra breve que tiene su origen en un reto que le fue propuesto en su día al escritor. Lemaitre plantea su obra en capítulos cortos, lineales, con una extensión máxima de tres hojas, recuperando el texto original de una Smartnovel, una novela digital por entregas. Sí, porque «Rosy & John» es la adaptación al papel de este folletín digital, publicado allá por 2012 como «Les Grands Moyens», algo así como «Las medidas drásticas».

Sobre el proceso de creación de la novela, un relato por entregas como hemos dicho, Lemaitre se manifiesta al final del libro de la siguiente manera: «La editorial SmartNovel me propuso escribir un folletín para smartphone. Las condiciones eran duras: los episodios no debían sobrepasar las tres páginas de una pantalla normal, es decir, el tiempo medio que pasa un parisino en el metro entre dos trasbordos. El editor conocía mi pasión por el folletín decimonónico y por Alexander Dumas, y sabía que no podría resistirme. Así que me lancé a la aventura y propuse a Camille que retomase el servicio.»
La historia que surge de todo ello es estresante y aterradora, pero realmente funciona. Sin embargo todo va dirigido en esa única dirección. El temporizador ajustado para que funcione en el momento justo, las horas que se van desgranando como una espada sobre el corazón de cada capítulo; todo está enfocado a tratar de llevar al lector a una situación de estrés, de angustia, de incertidumbre... Pero la historia es demasiado exagerada, carece de finura y trata de hacer, (permítaseme el juego de palabras), del objetivo no alcanzado su auténtico objetivo. Después de leer «Alex», «Rosy & John» es decepcionante.
Pero bueno, estamos ante «un folletín» como lo califica su autor. Éste es un libro que no va a dejar huella ni sorprenderá a nadie. Cierto es que el lenguaje de Lemaitre resulta fácil y fluido, no en vano «Rosy & John» es una novela relajante y fácil de leer. Tampoco se puede negar su gran plasticidad visual y su riqueza de recursos y precisión mecánica. La novela prescinde de capítulos y se articula en una sucesión de escenas de días y horas, cautivas del despótico avance de un contrarreloj: ¿cuándo y dónde explotarán las otras bombas que Garnier ha ocultado? Aquí no hay ni guerra santa ni fanatismo religioso, aquí hay un «genio» de la mecánica, -un chapucero diría yo-, que con un patrón binario, en un solo bloque, con una postura inamovible y rudimentaria del todo impermeable a los matices, apoyado en artilugios de ferretería, trae de cabeza a toda la policía francesa.
Su literatura, la literatura de Lemaitre, es un juego con la propia literatura, y que el amigo Garnier haga acopio de obuses de la Primera Guerra Mundial, recogidos al borde de la carretera, transportados en un coche alquilado y los haga estallar con un despertador y un relé, es una broma que Lemaitre quiere gastarse a sí mismo.

La fuerza compacta que emana de la brevedad de «Rosy & John» es su máximo inconveniente, ya que Lemaitre es un descriptor de emociones y sus personajes se expresan a través de ellas. Aquí, desde luego, éstas –las emociones- destacan por su ausencia;  Jean Garnier no refleja un solo sentimiento en toda la obra, un solo sentimiento que no vaya más allá del rescate. «¿Por dónde empezamos Jean? Tú decides. –Por el rescate... Sí por el rescate, le dije que aceptaría tres millones. Pero eso fue ayer. Hoy son cuatro o nada.»   
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