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ROSY & JOHN (Rosy & John) Pierre Lemaitre TRADUCCIÓN: Juan Carlos Durán Romero PENGUIN RANDOM HOUSE, GRUPO EDITORIAL |
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Jean
Garnier no tiene nada que perder, su madre, Rosie, -su padre le dio ese nombre
en 1964, el año en que Gilbert Bécaud, su ídolo, cantaba «Rosy & John»-
está en la cárcel, su amante ha muerto en un extraño accidente y él ha perdido
su trabajo tras la desaparición misteriosa de su jefe. A medida que la
desesperación se apodera de su persona Jean idea un plan diabólico. Siete
artefactos explosivos, siete obuses, están programados para estallar en los
próximos siete días en distintos puntos de la geografía francesa. La primera
bomba funciona correctamente, a este respecto Garnier tiene todas las razones
para estar satisfecho. ¿Pero estallarán las demás? Según él programó todas las
bombas con 3,99 euros en internet y los cables los compró en Leroy Merin... Lo
más grave es que todo el mundo piensa que si dice la verdad sobre la primera bomba,
la de la rue Joseph-Merlin, también dice la verdad sobre las demás. Los seis
próximos obuses. Él ha prometido una carnicería. «La explosión es tan potente
que hace temblar el barrio entero. Como si se tratara de un terremoto, la onda
expansiva puede sentirse a un centenar de metros.» Después de la explosión de esta
primera bomba Jean se entrega a la policía con una petición increíble: la
liberación de su madre y la adjudicación a ambos de una nueva identidad, el
traslado a Australia y una cantidad de dinero suficiente para sobrevivir.
Frente a
este joven desperdicio, frente a Garnier, el comisario jefe Camille Verhoeven
debe actuar con más delicadeza que nunca. Con su estatura teatralmente baja –apenas
supera el metro y medio-, su brillante calvicie y sobre todo su mirada cortante,
Verhoeven se enfrenta a uno de los más importantes dilemas de su carrera. ¿Es Jean
Garnier una amenaza seria para el país o simplemente es un individuo con
delirios de grandeza? Verhoeven es
consciente que cada minuto que pasa puede costar cientos de vidas. «La
deflagración barre escaparates, vehículos y todo lo que hay en el cerebro.
Durante unos segundos nadie piensa, las ideas
parecen también barridas por la explosión, como la llama solapada de una
vela. Desaparecen hasta los ruidos ordinarios, y reina sobre el lugar del
siniestro una calma tensa, vibrante, como si la ciudad acabase de morir de
pronto.»
«Rosy &
John» es la tercera entrega de la serie del comisario Verhoeven, una saga
escrita por el ganador del premio Goncourt, Pierre Lemaitre. «La idea del libro
me llegó una noche cuando transitaba ante una acera destruida. Los autores de
novelas somos siempre cuidadosos con este tipo de detalles», comentó el autor
al respecto de la idea que generó el relato. La novela es una especie de
eslabón perdido en la bibliografía de Lemaitre, una obra breve que tiene su
origen en un reto que le fue propuesto en su día al escritor. Lemaitre plantea su
obra en capítulos cortos, lineales, con una extensión máxima de tres hojas,
recuperando el texto original de una Smartnovel, una novela digital por entregas.
Sí, porque «Rosy & John» es la adaptación al papel de este folletín
digital, publicado allá por 2012 como «Les Grands Moyens», algo así como «Las
medidas drásticas».
Sobre el
proceso de creación de la novela, un relato por entregas como hemos dicho,
Lemaitre se manifiesta al final del libro de la siguiente manera: «La editorial
SmartNovel me propuso escribir un folletín para smartphone. Las condiciones
eran duras: los episodios no debían sobrepasar las tres páginas de una pantalla
normal, es decir, el tiempo medio que pasa un parisino en el metro entre dos
trasbordos. El editor conocía mi pasión por el folletín decimonónico y por
Alexander Dumas, y sabía que no podría resistirme. Así que me lancé a la
aventura y propuse a Camille que retomase el servicio.»
La historia que surge de todo ello es
estresante y aterradora, pero realmente funciona. Sin embargo todo va dirigido
en esa única dirección. El temporizador ajustado para que funcione en el
momento justo, las horas que se van desgranando como una espada sobre el
corazón de cada capítulo; todo está enfocado a tratar de llevar al lector a una
situación de estrés, de angustia, de incertidumbre... Pero la historia es
demasiado exagerada, carece de finura y trata de hacer, (permítaseme el juego
de palabras), del objetivo no alcanzado su auténtico objetivo. Después de leer
«Alex», «Rosy & John» es decepcionante.
Pero bueno, estamos ante «un folletín» como
lo califica su autor. Éste es un libro que no va a dejar huella ni sorprenderá
a nadie. Cierto es que el lenguaje de Lemaitre resulta fácil y fluido, no en
vano «Rosy & John» es una novela relajante y fácil de leer. Tampoco se
puede negar su gran plasticidad visual y su riqueza de recursos y precisión
mecánica. La novela prescinde de capítulos y se articula en una sucesión de
escenas de días y horas, cautivas del despótico avance de un contrarreloj:
¿cuándo y dónde explotarán las otras bombas que Garnier ha ocultado? Aquí no
hay ni guerra santa ni fanatismo religioso, aquí hay un «genio» de la mecánica,
-un chapucero diría yo-, que con un patrón binario, en un solo bloque, con una
postura inamovible y rudimentaria del todo impermeable a los matices, apoyado
en artilugios de ferretería, trae de cabeza a toda la policía francesa.
Su literatura, la literatura de Lemaitre, es
un juego con la propia literatura, y que el amigo Garnier haga acopio de obuses
de la Primera Guerra Mundial, recogidos al borde de la carretera, transportados
en un coche alquilado y los haga estallar con un despertador y un relé, es una
broma que Lemaitre quiere gastarse a sí mismo.
La fuerza compacta que emana de la brevedad
de «Rosy & John» es su máximo inconveniente, ya que Lemaitre es un
descriptor de emociones y sus personajes se expresan a través de ellas. Aquí,
desde luego, éstas –las emociones- destacan por su ausencia; Jean Garnier no refleja un solo sentimiento en
toda la obra, un solo sentimiento que no vaya más allá del rescate. «¿Por dónde
empezamos Jean? Tú decides. –Por el rescate... Sí por el rescate, le dije que
aceptaría tres millones. Pero eso fue ayer. Hoy son cuatro o nada.»
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