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sábado, 8 de abril de 2017

EL LADRÓN DE MERIENDAS. (Andrea Camilleri)

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EL LADRÓN DE  MERIENDAS (Il Ladro di Merendine)
Andrea Camilleri
TRADUCCIÓN: maría Antonia Menini Pagès
EDICIONES SALAMANDRA 
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Montalbano es una figura de gran belleza arquetípica. Chovinista rayano en la paranoia, impetuoso y terco, siente un pánico horrible a verse atrapado en un matrimonio incierto con su amante a largo plazo, Livia. La realidad es que él se encuentra más atraído por la deliciosa comida italiana que por el sexo. Su pasión por el buen yantar linda lo malsano. Es incapaz de pasar ante una “trattoria” sin «echar un ojo» al menú. «-¿Por qué no se queda a comer conmigo?... Pina, la asistenta es una cocinera estupenda, se lo aseguro. Hoy ha preparado pasta a la Norma, ¿sabe?, ésa que se hace con berenjenas fritas y requesón salado. ¡Jesús!- -exclamó Montalbano, volviéndose a sentar.» Uno de los grandes atractivos de Montalbano radica en la interpretación irónica que realiza de los personajes de su entorno. Así, aquellos cuyo realismo surge de su penetrante y compasiva mirada rememoran a los salidos de la cultura popular y carnavalesca de las obras de Rabelais. A la señora Cosentino, una vecina con quien coincide en un inmueble donde se ha hallado un cadáver, la describe como «una pelota bigotuda de irresistible simpatía.» Del marido de Gaetana Pinna, otro de los vecinos del citado inmueble, opina: «Sentado en camiseta en un sillón, con una sábana sobre las rodillas, había un elefante, un hombre de proporciones gigantescas. Los pies descalzos que asomaban por debajo de la sábana parecían patas; e incluso la nariz, larga y colgante era como una trompa.» Algo así como un Gargantúa a la moderna, henchido de humanismo.

La figura de Montalbano es impulsada por la oportunidad de observar y participar. Aunque se comente que su éxito lo ha hecho famoso, a él no lo mueve el deseo de promocionarse en el cuerpo de policía. Es hosco con sus superiores, a los que no guarda respeto, y mordaz con sus subordinados. La mayoría de sus métodos no se ajustan a lo que se considera un correcto proceder policial. En «El ladrón de meriendas» llega al punto de golpear a un coronel de la brigada antiterrorista. Pero su relación con su propio equipo está templada por su aguda inteligencia, su compasión y su humanidad. Hay momentos ocurrentes cuando, a su manera, los trata de incompetentes. Y si no observen su reacción cuando Catarella le informa que acaban de telefonear advirtiendo que hay una persona encerrada en un ascensor. «El tintero de bronce delicadamente labrado pasó rozando la frente de Catarella, pero el ruido del golpe contra la madera de la puerta sonó como un cañonazo...-¿Qué ha sido? ¿Qué ha pasado? –Que te explique ese cabrón la historia de un tío que se ha quedado encerrado en un ascensor. Que avisen a los bomberos. Pero sacádmelo de aquí, no quiero oírlo hablar. Fazio regresó de inmediato-.-Un muerto asesinado en un ascensor –dijo, yendo directamente al grano para evitar que le cayera encima otro tintero.»

«El ladrón de meriendas», de argumento decididamente enrevesado, comienza con el asesinato de un hombre de negocios de mediana edad en el ascensor de su bloque de apartamentos. La limpiadora de su oficina, a la vez su amante, ha desaparecido y es objeto de todas las sospechas. Su esposa, la esposa del difunto, tiene la certeza de que aquella es la asesina. «-¿Quién ha sido comisario? Su amante. Se llama Karima, con ka. Una tunecina. Se reunían en el despacho los lunes, miércoles y viernes. La puta iba allí con la excusa de hacer la limpieza.»

Camilleri introduce en la trama un elemento desconcertante: la muerte en alta mar de un supuesto marinero tunecino tiroteado por la marina de su país cuando viajaba en un barco pesquero italiano. La identidad de este personaje deviene con el tiempo en hermano de Karima y resulta ser un terrorista de cuidado. Ahmed Moussa, que así es su nombre, había creado tiempo atrás un grupúsculo paramilitar de desesperados. El nacionalismo de este grupúsculo, por lo menos en lo referente a sus intenciones, era de un absolutismo casi demencial. Y sus crímenes alcanzaban a chiquillos, a criaturas totalmente inocentes. Y en medio de esta barahúnda aparece la figura del niño, el hijo de Karima, quien acuciado por el hambre, y para sobrevivir, se ve obligado a robar la merienda a otros escolares. De ahí el título de la novela.

Las pesquisas guían a Montalbano hacia el turbio mundo de los servicios secretos y la sucia guerra contra el terrorismo internacional. El despiadado universo de la inmigración ilegal, de los barrios populares mediterráneos, de los insensibles burócratas al servicio del Estado aparece plasmado con sorprendente nitidez en cada una de las páginas de esta novela. No en vano, las historias de Camilleri parecen estar sacadas de hechos criminales reales o en todo caso de hechos históricos, y muestran un alto nivel de compromiso con las cuestiones sociales y políticas. En las novelas de la serie Montalbano, Camilleri menciona a otros autores del crimen italiano o europeo, como el español Vázquez Montalbán o el belga George Simenon, con los que comparte su «actitud combativa hacia la literatura». En línea con la tendencia actual generalizada, Camilleri, al igual que otros escritores de Francia, Islandia y Suecia, produce una novela «negra» local con la Policía Procesal en su centro. Personajes como el inspector Montalbano del propio Camilleri, el inspector-jefe Adamsberg de Fred Vargas, el inspector Erlandur de Arnaldur Indridason o el inspector Kurt Wallander de Henning Mankell dan una idea aproximada de los sistemas policiales y la erudición de los distintos países. En este mosaico cultural Camilleri es considerado como uno de los creadores más genuinos de un estilo original y propio y ha recibido títulos honoríficos de varias universidades de Italia y del extranjero, así como la Daga Internacional, el más alto honor a un escritor extranjero concedido por «The Crime Writes´ Association».

Un elemento manifiesto en la narrativa de Camilleri es su afición a presentar sus historias como si se desarrollaran en un escenario, en el que con un humor muy particular dirige a sus personajes. Con su lenguaje culto, su estilo cómico y el uso de referencias irónicas al teatro y a su puesta en escena, da a sus historias una teatralidad incuestionable. Camilleri es a un tiempo narrador y personaje principal de cada uno de sus cuentos, ya que como narrador siempre está presente en cada página.

La impresión de que los lectores de Camilleri son su audiencia da a su novela negra una dimensión fascinante, la dimensión de un lugar inventado –Vigàta-, un pueblo inexistente de la Sicilia más típica, un portal siciliano en el que la voz de un juglar puede ser todavía escuchada.
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