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LOS MARES DEL SUR Manuel Vázquez Montalbán EDITORIAL PLANETA, S. A. |
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En esta ocasión, Pepe Carvalho no llega sólo,
lo hace de la mano del galardón del Premio Planeta que le fue concedido en 1979
con sus envidiables ocho millones de pesetas y una tirada de 153.000 ejemplares.
Es ésta quizás la novela más leída y traducida de la saga y con ella Montalbán se
apañó premios, fama y muchos lectores. Aunque el escritor impuso su estilo en
terrenos tan dispares como el ensayo, el teatro, la narración y la poesía, no
se puede negar que se siente en su salsa en escritos de narrativa de estructura
popular, cual esta serie de Carvalho.
Entre los elementos que apoyan este viaje
literario por «Los mares del sur» destaca la existencia de una trama incubada
en un asesinato, la presencia de un protagonista ya asiduo y las descripciones
minuciosas de los escenarios. Aquí la exposición de indicios, la crítica de gestos externos y
el análisis irónico de la sociedad armonizan muy bien con la estructura general
del producto. Sin embargo no nos encontramos ante una obra policíaca al uso, no
nos llevemos a error. Es ésta una novela que rompe con la estructura del
género. Las disposiciones de la narrativa policial son aquí quebradas
conscientemente y con determinación. Sólo se conserva una vaga estructura
formal que se confunde con una sucesión de entrevistas que el detective lleva a
cabo con diferentes personajes pertenecientes a capas sociales diversas: desde
un noble incrédulo, a un policía facha, un traficante, un taxista, una viuda de
buen ver, algún que otro obrero y hasta una militante de izquierdas.
En la Barcelona de 1979, en vísperas de las
elecciones municipales, Pepe Carvalho tiene que investigar las andanzas en su
último año de vida de un significado hombre de negocios. El cadáver del
constructor Stuart Pedrell, cincuentón en crisis, aparece en la Trinidad, con
la cabeza recostada sobre cascotes de ladrillo, los ojos abiertos y las manos
como caracoles de mármol enfrentados al cielo. Pedrell se había despedido de su
familia hacía un año con el pretexto de un viaje a la Polinesia. Cuando
Carvalho comienza a conocer la peculiar
personalidad de la víctima –sus aficiones intelectuales y su obsesión
por seguir los pasos de Gauguin y emigrar a los mares del sur- va desenredando
un complicado embrollo que tiene como fondo un sentimiento profundo de
frustración general. «Todos supusimos que había marchado hacia Bali o Tahití o
las Hawai, qué sé yo, y desde luego supusimos que sería una crisis pasajera.
Pasaron los meses, hubo que hacer frente a una situación que parecía
irremediable, hasta el punto que la señora Pedrell es hoy la que lleva los
negocios y, finalmente, en enero esta noticia: el cuerpo de Stuart Pedrell
aparece en un descampado de la Trinidad, apuñalado, y hoy sabemos con certeza
que nunca llegó a la Polinesia.»
En la «serie Carvalho» Barcelona debe ser
entendida como un personaje más. Y es que más allá de un mero decorado pasivo el
espacio urbano barcelonés se manifiesta en el continuo hormigueo de Carvalho
por sus barrios, sus calles, sus plazas, sus restaurantes y sus edificios
singulares y representativos. En este recorrido con vocación de retrato Montalbán
plasma la realidad física y social de la ciudad en la que vive y trabaja,
ciudad con la que llega a mantener una relación de amor-odio. Ya lo comenta muy
bien Paco Camarasa, el librero barcelonés, en el prólogo de «Huidas», uno de
los tomos recopilatorios de la editorial Planeta: «De nuevo Barcelona y sus
distintas Barcelonas. Una ciudad real y evocada que no produce en Vázquez
Montalbán una novela localista ni costumbrista. Hoy esa Barcelona no existe
físicamente pero la podemos vivir, oler, caminar, oír, beber y tararear a través
de las páginas de Tatuaje, Los mares del sur o El balneario.»
«Los mares del sur» es un decurso de
entrevistas yuxtapuestas sin que ello debilite una narración hábil, repleta de
oficio, que por su tratamiento moderno se aleja del realismo al uso y, por momentos, alcanza lo poético. Abunda aquí
la parodia, la crítica, la sátira, el discurso y la descripción. Es innegable
que en la novela se advierten elementos propios del género negro: la
explotación estructural, un muerto como explicación de las injusticias
existenciales, un investigador privado, las luchas de clase... pero todo ello
se desarrolla al amparo de la transición
política y la aparición de la nueva democracia burguesa. Ésta, no podía ser de
otra forma, sigue cometiendo las mismas tropelías que se adivinaban durante el
período dictatorial. La incorporación de un marco histórico concreto, la España
posfranquista, no es algo casual en Montalbán. Responde a una cuestión real. Es
un guiño a la izquierda desmemoriada que ha terminado por abandonar su lucha
anterior y ha hecho del olvido del franquismo y la guerra civil sus señas de
identidad.
La saga negra de Montalbán es una manifiesta demostración
de su particular visión del mundo, una visión fatalista y burlesca que ha sido recogida con posterioridad por la
nueva narrativa negra mediterránea. Muchos de los cánones con los que Vázquez
Montalbán moldeó su novela negra están hoy presentes en la obra de Márkaris y
Camilleri. El propio autor llegó a manifestar que las novelas de Carvalho son
“novelas realistas, crónicas de lo que va a ser la vida española de transición
desde la decadencia del franquismo”. La novela de Montalbán es pues una novela
de «crónica», donde se incluye un discurso contracultural y escéptico opuesto
al mensaje oficialista: el discurso del desencanto. En él la opresión y la
explotación estructural se enmarcan dentro de un contexto histórico en el cual
se describen detalladamente los ambientes. En «Los mares del sur» esta
injusticia estructural se simboliza en la especulación inmobiliaria llevada a
cabo durante el franquismo por medio de la construcción del barrio de San Magín,
un barrio ficticio construido en las proximidades de Hospitalet, sin ninguna
capacidad de aportar bienestar y que además se llevó a cabo para alojar a inmigrantes
pobres. San Magín no representa el sur utópico sino el sur creado por la
modernidad, el sur pobre y olvidado, el sur de la clase proletaria, el sur
generado por el milagro económico franquista. Allí en el sur barcelonés, en el
barrio de San Magín, Carbalho descubre que el millonario Pedrell ha encontrado
su Tahití particular, viviendo sus últimos días bajo el nombre de Antonio
Porqueres. Después de enredarse con una trabajadora comunista es herido de
muerte por el hermano de ésta y abandonado en un solar de la Trinidad.
Efectivamente, como señala Carvalho, Stuart Pedrell viajará a los mares del sur...
pero en metro.
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