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lunes, 21 de agosto de 2017

EL NIÑO 44. (Tom Rob Smith)

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EL NIÑO 44 (Child 44)
Tom Rob Smith
TRADUCCIÓN: Mónica Rubio
EDICIONES SALAMANDRA, S. A.
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La acción de «El niño 44» se sitúa en la Unión Soviética en los meses anteriores e inmediatamente posteriores a la muerte del dictador Iósif Stalin. La trama gira en torno a un asesino que posee impunidad para matar porque el sistema soviético no es capaz de admitir problemas sociales propios del capitalismo tales como el asesinato o la prostitución. A pesar de poseer una omnipresente policía secreta que sabe todo de todos, los soviéticos no están preparados para manejar a un asesino en serie. Un rosario de niños son asesinados y mutilados en todo el país, pero las autoridades locales no se atreven a reconocer los hechos como asesinatos, por lo que no hay forma de que las autoridades centrales tomen consciencia de lo que está ocurriendo. Los asesinatos son tratados como actos propios de desviados, homosexuales o personas mentalmente retrasadas, nunca de ciudadanos soviéticos de a pie.

Todo comienza cuando el cadáver de un niño de cuatro años, atropellado por un tren, es hallado en las vías a las afueras de Moscú. El padre del fallecido, miembro de la Policía de Seguridad del Estado, aventura la posibilidad de que la muerte de su hijo pueda no haber sido tan accidental como sugiere el informe oficial. Leo Stepánovich Demídov, héroe de guerra y prometedor  miembro del Departamento de Seguridad del Estado,  sostiene ante la familia del fallecido la imposibilidad de tal situación porque en la Rusia comunista, simple y llanamente, este tipo de crimen no existe. Sólo se conciben ataques por parte del corrupto mundo exterior. Las cosas se complican para Demídov cuando un rival despiadado afirma que su esposa, de  quien el propio marido sospecha que le es infiel, ha sido mencionada como contacto en la confesión de un sospechoso de espionaje. En el clima paranoico de la época, ésto significa la muerte. Y por ese camino parecen conducirse los hechos cuando Demídov se ve obligado a espiar a su esposa por supuesta traición a la patria. Demídov rechaza la evidencia de que un asesino tenga derecho a la libertad. Sólo cuando él mismo se convierte en víctima de una lucha burocrática intensa comienza a caérsele la venda de los ojos y su esposa y sus padres se ven atrapados en una pesadilla. Ni sus condecoraciones ni su excelente hoja de servicios le sirven para evitar ser degradado y expulsado de Moscú.

Desafortunadamente el héroe de Smith, Leo Demídov, no es un espía glamuroso sino un espía secreto stalinista. Miembro del Departamento de Seguridad del Estado, como ya se ha dicho, Leo Demídov cree ciegamente en la propaganda oficial de su país, según la cual la Unión Soviética es el paraíso de la igualdad y la fraternidad sobre la Tierra, una alianza de ciudadanos libres y trabajadores prósperos a los que hay que defender de sus enemigos con todos los medios imaginables, incluyendo la delación, la represión, la tortura y la muerte. El trabajo de este personaje consiste en detener, interrogar y torturar a aquellos que piensan y actúan fuera de la sincronía del estatus establecido.

Smith utiliza su historia de detectives para explorar las realidades de la vida de la Unión Soviética, tanto en el período estalinista como en las décadas posteriores. Queda claro en las páginas de la novela cómo el silencio y el miedo devienen en ignorancia, una ignorancia que genera incapacidad para reconocer  la verdad que corroe la fibra de todo ser humano. El amor queda deslustrado por el miedo. Demídov toma consciencia de que su esposa se casó con él por temor: «Me casé contigo porque tenía miedo. Temía que si rechazaba tus proposiciones me arrestaran, quizás no de manera inmediata, pero sí en algún momento, con cualquier pretexto. Yo era joven, Leo, y tú eras poderoso. Por eso nos casamos.» Y también que su padre, ante el temor de perder sus privilegios con el Estado, le aconseja que entregue a su esposa: «La verdad es que quiero que mi mujer viva. Quiero que mi hijo viva. Y yo quiero vivir. Haría cualquier cosa para que así fuera. Según lo veo, es una vida a cambio de tres. Lo siento.»

«El niño 44» está inspirado en la historia real de Andrei Chikatilo –el carnicero de Rostov- que entre 1978 y 1990 asesinó y mutiló al menos a 52 mujeres y niños en Rusia, Ucrania y Uzbekistán, territorios que formaban parte de la Unión Soviética por aquel entonces. «El niño 44» traslada a ese monstruoso personaje a la Rusia de 1953 y a todo lo que implicaba la dictadura absoluta de Stalin. O sea, las purgas no sólo de los disidentes sino de cualquiera que cayera en desgracia o le tocara la lotería, la censura despiadada de todo aquél que se atreviera a dudar que la Unión Soviética era la encarnación del paraíso en la Tierra, el dogmatismo como norma, la sumisión absoluta como fórmula de supervivencia, la impunidad del sádico y del corrupto si estaban arropados por el sistema. En esos entonces el crimen era atribuido al capitalismo y el asesinato considerado una «enfermedad capitalista». En el estado comunista de la Unión Soviética el crimen no tenía razón de ser, pues todas las personas eran iguales y tenían sus necesidades satisfechas.

La atmósfera, azotada por el viento, que se respira en las páginas de «El niño 44» es visualmente atractiva, con interminables paisajes nevados y aguas heladas reflejo de corazones y mentes congelados por el miedo y la paranoia, en uno de los peores períodos de la historia rusa. Las escenas dramáticas son profusas y tensas. Smith declaró en su momento: «Siempre me han interesado los daños colaterales, por así decirlo; es decir lo que sucede a los márgenes de la narración. Me gustaba la idea de explorar la colisión entre la investigación policial y la cultura del régimen, y el impacto que eso tenía en los protagonistas, más que la propia historia del asesino.» Pero «El niño 44» es algo más que eso. La novela representa con éxito todo lo que puede llegar a ser un régimen represivo. Si podemos cuestionar el cuadro que éste nos pinta, es porque la verdad fue mucho más cruda. Los rusos ordinarios, especialmente los que vivían lejos de Moscú, amaban a Stalin y creían en su paternalismo. Incluso hoy hay muchos que anhelan aquellos tiempos. Pero eso no importa, «El niño 44» no es una lección de historia, solamente es una pieza de ficción. 
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