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jueves, 8 de febrero de 2018

LAS FLORES NO SANGRAN. (Alexis Ravelo)

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LAS FLORES NO SANGRAN
Alexis Ravelo
EDITORIAL ALREVÉS
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Es muy complicado encontrar un plan más absurdo que el de secuestrar a la hija de un poderoso empresario en una isla tan pequeña como Gran Canaria, una isla, como toda aquella que se precie, rodeada de agua por todas partes. Un secuestro exprés en Gran Canaria: el plan criminal más estúpido del mundo. Sin embargo esa es la movida que propone Eusebio el Zurdo a sus colegas. El Zurdo ejerce de chófer particular para Isidro Padrón Afonso, el gran hombre, el Yunque de Tafira, el que se puso las botas con la importación de carne, el que fundó Islocasa y ahora, junto a su amigo Marcos Perera, el Martillo de Tejeda, mete las narices en todo aquello que huela a negocio, sobre todo a negocio «podrido». Ese que deja dinero. El Zurdo tiene conocimiento de primera mano (no en vano ejerce como su chófer particular) de los trapos sucios que se trae entre manos Padrón con un ruso que se pasea por ahí sin nombre. Unos cambalaches que cada tres meses le reportan al tal Padrón una pasta calentita que entra sin esfuerzo alguno y de la que se llevan (el Yunque y el Martillo) una nada despreciable comisión. Un dinero que proviene de la compra de drogas, sexo, armas o cualquier otra inmundicia y que ellos no tienen más que lavar. 
  
Una licenciatura, un máster, tres idiomas, alta capacidad en relaciones Internacionales e hija del todopoderoso empresario y mafioso local Isidro Padrón. Ésa es Diana Padrón Castellano. Una fruta muy apetecible. Sobre todo para quien no tiene nada que perder y sí mucho que ganar. Una fruta que pretenden el Marqués y su compañera Lola, el Salvaje y el Flipao, unos pobres diablos acostumbrados a timos cortos y a trabajos rápidos que no dan mucho beneficio y para quienes la proposición del Zurdo de raptar a Diana y pedir como rescate la pasta que Padrón recibe cada tres meses por blanquear el dinero del Ruso colma todas sus aspiraciones.

No es mi propósito arruinarles la lectura de esta novela pero no descubro nada nuevo si les digo que la empresa no termina bien. Cuando los planes nacen torcidos... Y es que ya desde la página de apertura Ravelo nos suelta así de pronto y sin anestesia lo siguiente: «Ahora que las cosas se van aclarando, ahora que todos los muertos tienen nombre y él comienza a entender cómo, por qué y, sobre todo, quién mató a quién, Serrano se pregunta algo que nadie le ha pedido que averigüe y que no acabará constando en los expedientes... ¿cuándo se había iniciado realmente la cadena de hechos que había finalizado con todas aquellas muertes absurdas?» Pues bien, eso es lo que ustedes van a descubrir si deciden meter sus narices en una aventura que respira coraje, compasión y hasta violencia pero que también es capaz de arrancarles una sonrisa, aunque sólo sea de conmiseración por este grupo de fracasados con un plan estúpido y a los que todo les viene grande.

«Las flores no sangran» es un relato rico en expresiones que alterna con eficiencia la narración de los hechos con el interrogatorio policial a Marcos Perera dos semanas después de que aquellos estallen. Ravelo ha conseguido aquí compilar lo mejor de su mundo en una novela que es una geografía literaria del señorío, la miseria, la ambición y las bajas pasiones.

La empatía hacia sus personajes, la tensión derivada de un  ritmo impecable, la concurrencia con su sentido de la justicia social y la zozobra derivada del modo en que el autor refleja como la realidad puede auparse a lomos de la existencia de un grupo de individuos derrotados son algunos de los secretos que sostienen el éxito de Ravelo. Tales virtudes reinciden en «Las flores no sangran», una novela que remonta la memoria hacia «La estrategia del pequinés», aquella con la que el escritor alcanzó el Hammett, y que al igual que todas sus obras es singular e irrepetible. Y es que los relatos de Ravelo están presentados con una sencillez no exenta de estilo, algo a lo que aspira todo escritor. Ya señalaba al respecto  Chandler con gran acierto que «lo más durable en lo que se escribe es el estilo, y el estilo es la más valiosa inversión que puede hacer un escritor con su tiempo».

La novela negra posee como ningún otro género literario el inmenso poder y la prodigiosa capacidad de describir con gran realismo los males de nuestro tiempo. No es, por supuesto, el único camino para acercarse a esa realidad, pero tiene sus ventajas. Y esas ventajas las sabe explotar eficientemente Alexis Ravelo. Ravelo debió de pensar cuando decidió inmiscuirse en estos menesteres que no hay que trasladarse muy lejos para retratar la inmundicia que nos rodea y así no para en mientes a la hora de situar a sus golfos y perdedores en su Gran Canaria natal. Una Gran Canaria que él conoce en profundidad, no en vano, como digo, nació aquí. Y no solo nació aquí sino que maneja como nadie el lenguaje de la calle, un lenguaje que redunda en unos diálogos impecables que recuerdan a los clásicos del hard boiled americano, aquellos que pueblan las novelas de Hammett y Chandler, de Thompson y Woolrich.

Pienso que el camino recorrido por Alexis Ravelo no ha debido de resultarle nada fácil. Lo cierto es que dedicarse a esto sabiendo que la literatura canaria es la gran marginada dentro del contexto cultural del estado español tiene sus riesgos. Si por un lado el mar ya aísla, el escritor canario es víctima del desconocimiento y de un injusto menosprecio, un desconocimiento y un menosprecio que se palpan tanto dentro como fuera del archipiélago. Sin embargo, lo cierto es que en los últimos años los escritores canarios se han decantado por situar la acción de sus relatos aquí, en las islas, pese a la adversidad geográfica y al silencio de algunos medios de comunicación. Así, pues, lo logrado por Alexis Ravelo tiene un mérito añadido, y de justicia es reconocérselo.

Querría terminar con las palabras que se recogen en la contraportada del libro y que rezan así: «Mézclese este meollo con ron canario (y si es de Arucas, mejor), agítese bien y el lector tendrá como resultado un bebedizo torrencial, explosivo y tronchante de efectos balsámicos». Así pues, amigos, pasen, lean y disfruten.  
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