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jueves, 15 de febrero de 2018

PROBARÉIS EL FRÍO ACERO DE MI VENGANZA. (Pascual Ulpiano)

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PROBARÉIS EL FRÍO ACERO DE MI VENGANZA
Pascual Ulpiano
EDICIONES 66rpm
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En esta nueva aventura de Palop –Florentino, por obra y gracia de su cachondo padre- éste es contratado por La Agencia, en la que trabajó y de la que salió a su manera hace ya muchos años, para cargarse –así literalmente- a un tal Micalizzi (Darío, para más señas), un espagueti de lengua floja. Para ello se traslada a Milán acompañado de Salvador Cortázar, un antiguo pistolero vinculado a grupúsculos de extrema derecha como los Guerrilleros de Cristo Rey, quien parece conocer bien el paradero del italiano. Una vez en Milán, alguien que responde al nombre de Genaro se las juega. Acompañados de unos tales Massimo y Diego acuden a un pueblo industrial perdido en el corazón de la Lombardía, a unos veinte kilómetros de la capital. Allí, en un edificio que se cae patéticamente a trozos, los espera Micalizzi acompañado por otros cuatro. Llevan gorras que impiden que se les reconozca, pero también fusiles ametralladores. Cuando los supuestos italianos huyen, Palop logra alcanzar a uno en el antebrazo y éste grita: ¡¡Josdeputaaaa!! Palop se acuclilla a su lado y le saca la gorra: «¿Palop?». Y como no puede ser de otra forma la reflexión de Palop es de auténtica sorpresa: «Ahora ya puedo decir con todas las letras del puto abecedario que no entiendo nada, pero absolutamente nada de lo que está pasando».

«Probaréis el frío acero de mi venganza» es la historia de una huida, una huida que se genera al darse cuenta Palop de que alguien se la ha jugado en Italia. Este hecho le obliga a reencontrarse con su pasado familiar, un pasado del que lleva años huyendo. Un pasado que recoge la muerte de su madre, Pili, inquilina del cementerio de Pueblo Nuevo desde hace ocho meses y a la que ha tenido la «deferencia» de visitar solamente una vez. Su repentina muerte –un cáncer se la llevó en cuestión de semanas- le produjo una profunda tristeza pero al mismo tiempo el alivio de encontrarse solo en el mundo. Un pasado que demanda la presencia del imbécil de su hijo Simón, ahora en Madrid estudiando arquitectura. Unos estudios financiados por el pichafloja de su padrastro, algo que a Palop le duele en el alma. Y un pasado, en fin, ligado al fantasma de su excompañero Ruypérez, ese «traidor cabrón con pinta de galán de segunda y cara de Carlos Larrañaga de mierda» que no duda en visitarlo no se sabe bien si para incordiar por haber sido él quien le mandó a la tumba o como forma de decirle cosas que no le gustaría oír: «Llevas mucho odio dentro, Palop. ¿Estás seguro de que no te estás consumiendo?»

Florent..., digo, Palop («Llámame Palop a secas») es un contumaz hijo de puta al que La Agencia, muy cercana a las Fuerzas de Seguridad del Estado, contrata para aquellas ocasiones en que debe realizarse un trabajo sucio, o en otras palabras cuando hay que quitar a alguien de en medio sin mucho escándalo. Un sicario que recibe sobres más o menos abultados de los fondos reservados del Estado para, según palabras del propio escritor, «llevar a cabo toda aquella mierda cuya tifa no debe impregnar las páginas del BOE ni, mucho menos, las de los medios de desinformación». Un personaje que carece en absoluto de glamour, un  personaje que se odia a sí mismo con todas sus entrañas. «-No has entendido nada de esta película ¿verdad Ruypérez?... -¿Qué es lo que tendría que entender, Palop?... -Que es precisamente toda la ceguera de este odio, toda esta sed que nunca acaba, toda esta bilis que bulle en mi estómago, toda esta corrosiva saliva en mi boca, lo que me mantiene con vida». Todo un gentleman este Palop.

Pascual Ulpiano es el alter ego utilizado por el periodista Alberto Valle exclusivamente para este proyecto en memoria y como homenaje a toda una generación de escritores que afirmaron la literatura popular de este país. Todos ellos dados a conocer con tornasolados pseudónimos tales como Curtis Garlan o lo que es lo mismo Juan Gallardo Muñoz, fallecido en el 2013 y muy estrechamente ligado a Bruguera; Silkver Kane, nada menos que Francisco González Ledesma, quien bajo este nombre publicó más de 1000 novelas, la mayoría de ellas del oeste; Frank Caudett o Francisco Caudet Yarza, un catalán de dilatada y exitosa trayectoria en el sector de la novela de evasión y Lem Ryan, otro catalán, que vino al mundo bajo el nombre de Francisco Javier Miguel Gómez, que se inició en las novelas «de a duro» a temprana edad y que ahí sigue dando guerra. Todos ellos escritores que en un momento de sus vidas se ganaron el pan con el que alimentar a sus familias con aventuras imaginarias concebidas a velocidad de vértigo con un ingenio y una imaginación extraordinarios. Toda una generación olvidada y nunca bien entendida.

Así, con esta justificación, es como el periodista Alberto Valle decidió reivindicar hace tres años el género pulp y los clásicos bolsilibros de antaño. Un producto popular, éste, de acción trepidante, rico en adjetivos, de portadas coloridas y a un precio asequible a cualquier bolsillo. Aquellos de entonces eran superventas de verdad. Libros que se podían encontrar en cualquier quiosco de cualquier lugar perdido de la España rural.  Valle, que bebe en las mejores fuentes de la novela negra, actualiza y da un impulso al género. Si detrás del pseudónimo de Pascual Ulpiano se encuentra la firma del escritor Alberto Valle, tras la ilustración de las portadas se encuentra Berto Martínez un ilustrador barcelonés de estilo desenfadado que destaca por su gran talento para el dibujo y especialmente para los retratos. Valle no tuvo duda alguna a la hora de apostar por Martínez: «Berto Martínez es el hombre. Desde que coincidimos en Ràdio Ciutat Vella tuve clarísimo que era él y no otro quien debía firmar las portadas de Palop. Su trazo, su talento, su infinita cultura gráfica, le convertían en el único candidato posible y que sea él el portadista es condición sine qua non a la hora de encarar la publicación de una aventura del hijoputa de la HK Mark 23. Creo que no me equivoqué, porque los libros han gustado a unos más y a otros menos, pero las portadas han encantado a todo el mundo.»

En «Probaréis el frío acero de mi venganza» hay tiros a tutiplén, situaciones rocambolescas, cadáveres, jodiendas y también acción, mucha acción. Trepidante, diría yo. Con descripciones (las justas) y metáforas acertadísimas y todo ello para disfrutar a tope y de una sentada. 
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