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Filmografía 1

«LA JUNGLA DE ASFALTO» FOTOGRAMA A FOTOGRAMA.
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LA JUNGLA DE ASFALTO. John Huston, 1950
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Hoy se hace complicado leer la novela de Burnett sin evocar las imágenes de la extraordinaria adaptación cinematográfica que en 1950 realizó John Huston. Los nombres de Dix Handley y Erwin Doc Riemenschneider están ineludiblemente asociados a los actores Sterling Hayden y Sam Jaffe.

En “La Jungla de Asfalto” Burnett arma una magnífica novela con un puñado de delincuentes cuyo objetivo es el asalto a la joyería Pelletier. El cerebro del golpe, el diminuto doctor Riemenschneider, acaba de salir de prisión, adora la riqueza, el poder y las mujeres, todo lo que parece sobrarle a Alonzo D. Emmerich quien durante muchos años ejerció como criminalista de fama, aunque su reputación se encuentra actualmente en entredicho. Será el encargado de financiar el golpe. Dix Handley, pistolero que persigue, habla y respira dinero, «un mal sujeto» se dijo el doctor al verlo por primera vez. Gus Minisi, conductor de atracos, italiano jorobado, que odia a todo el mundo, incluso a su madre y hermanos. Louis Bellini, más conocido por Schemer, revientacajas, que ejerce en sus horas libres de amante esposo y padre de un niño.

Con todo este material humano Burnett teje una historia de miserias y mezquindades, un estudio de caracteres, un retrato sombrío de la sociedad, todo ello con el telón de fondo de la gran ciudad -la jungla de asfalto- germen de la corrupción, donde  el delito, la infracción y las amenazas adquieren el carácter de denominador común.

...Pero el asalto a la Pelletier se tuerce. Una alarma que suena, la caída de una pistola que hiere de muerte a Bellini, la detención de Cobby y Gus y la pasión que por las jovencitas sufre Doc Riemenschneider. «Los hombres sólo son seres racionales en rarísimas ocasiones». 
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FOTOGRAMAS
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1.EMMERICH FINANCIA EL GOLPE A LA «PELLETIER»


-Hablemos de esa proposición de Joe -empezó diciendo con una sonrisa tentadora-. Cobby me dio una cifra fantástica por teléfono, algo así como un millón de dólares. Ni que decir tiene que no lo creo, pero ...
-Es cierto -dijo Riemenschneider-, incluso podría ser más.
-¡Pero si es una cifra fantástica!
-Es que se trata de Pelletier and Company, uno de los más importantes joyeros de este Estado -dijo el doctor suavemente-. Hace cuarenta años que no han sido robados y se han echado adormir. Es un trabajo imposible para meros aficionados. Para los profesionales no es nada.
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2.ÁNGELA «LA PELIRROJA»


«Bueno -se dijo Emmerich cruzando el cuarto de estar para ir a sentarse en una silla cerca del butacón donde estaba Ángela-. Ya lo tengo. Me la llevé ante la envidia de muchos hombres. Y ahora ... »
En todo caso, tendría que volver pronto al restaurante.
-¡Tío Lon! ¡Que burla! -Y sin embargo, hubo un tiempo en que le gustaba oirse llamar así. Ahora le parecía grotesco ese nombre.
-Lo mejor que podrías hacer es irte a dormir, cariño -dijo ella precipitadamente antes de que él pudiera contestar-. se te ve muy cansado hace unos días. Trabajas demasiado.
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3.EL ATRACO


Rompió el silencio el ruido que hizo una pequeña taladradora eléctrica y Dix se paró a escuchar. Después se oyeron los chirridos que hacía el metal y a Louis, que juraba por costumbre y porque se le había roto un taladro.
cambiando el taladro, volvieron a oírse, agudos y fuertes, los mismos chirridos. De repente, Dix se acordó de otros chirridos que hacía tiempo no oía, de un son que le había acompañado en los mejores tiempos de su vida, el canto de los ortópteros de su pueblo, de aquellos insectos, de aquellos pequeños demonios que cantaban toda la noche en verano mientras la luna ascendía sobre la colina, a cuya falda se extendían los campos de maíz, arrojando una luz que ponía sobre la campiña como un velo de color azul pálido. 
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4. LA RECOMPENSA


-Buenas noches -saludó Riemenschneider.
Emmerich disimuló la sorpresa que empezaba a invadirle cuando vio al doctor. Dirigió una mirada al hombre alto y huesudo que permanecía en la sombra.
-¡Cómo, Riemenschneider -exclamó Emmerich jovialmente-, no le esperaba! Es un verdadero placer. Pase.
Se quedó a un lado de la puerta, y el doctor entró, seguido de Dix, quien se puso a mirar, intranquilo, lo que le rodeaba y se quitó el sombrero. El doctor tenía en la mano el pequeño saco de cuero y sonreía abriendo la boca para que se dieran cuenta de lo que llevaba, cuando Brannom hizo su aparición en el pasillo que conducía al salón. Riemenschneider le miró de arriba abajo. Había desaparecido la sonrisa de su rostro y otra vez sus dudas empezaron atormentarle. 
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5.LAS COSAS SE COMPLICAN


En primera plana aparecía un retrato a dos columnas de Erwin Riemenschneider bajo la siguiente leyenda: «¿Ha visto usted a este hombre?»
La reseña , en parte decía:
«...Erwin Riemenschneider, el tristemente famoso criminal internacional, salió de la Penitenciaría del Estado el 15 de octubre, y no ha sido visto desde entonces.
Ha sido emplazado para que se presente a declarar en la causa por el sensacional robo de un millón de dólares a la casa Pelletier and Company.
-Los que conozcan su paradero o le hayan visto lo comunicarán inmediatamente al comisario Theodore J. Hardy o a las autoridades judiciales del lugar de su residencia.»  
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6. UN TROPIEZO CON LA POLICÍA


-El policía movía la linterna para mirar unas veces a Dix y otras al doctor y, por fin, la apagó. Pero, de repente, la linterna volvió a encenderse para enfocar al diminuto doctor.
-¡Quietos un momento! -ordenó el policía-. Me parece ... -Trató de recordar algo, luego dijo-: Salgan afuera conmigo.
Dix oyó el ruido que hace la funda de cuero al sacar el arma, e inmediatamente, se echó encima del policía para hacerle bajar la linterna. Hubo un violento choque de cuerpos, y la linterna cayó de la mano del policía. Uno de ellos la apagó pisándola. Falló el primer intento de Dix por arrebatar la pistola al policía, y lanzó, a ciegas, dos tremendos puñetazos que fueron a dar en el estómago del guardia. En aquella lucha a oscuras el policía alzó el brazo derecho y lo dejó caer con la rapidez del relámpago. Dix recibió en la cara un golpe  de culata que le desgarró la oreja y le hizo gritar de dolor. El sureño seguía dando golpes con su derecha, mientras con la zurda intentaba desarmar a su contrario.
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7. LA HUIDA


Doll, contemplaba, asustada y en silencio, como Dix ayudaba al pequeño doctor a esconder las joyas bajo el forro de los faldones de su abrigo. Riemenschneider pensaba que sería muy peligroso ahora viajar con un saco en la mano. 
-¿Le duele menos la cabeza doctor? ¿Se encuentra mejor? -le preguntó Dix cuando terminaron de ocultar la gemas.
-Creo que me puedo marchar. Si no hubiéramos topado con aquel policía me hubiera quedado más tiempo en la ciudad. Tal como están las cosas...
-Five Corners es el mejor camino, doctor. Siempre pasan coches por allí, de día y de noche.
-¿Five Corners? ¿Cómo podré llegar allí?
-Baje por el callejón que hay detrás de esta calle, hacia el río, le conducirá a usted directamente a aquel sitio.
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8.A DOC LE GUSTAN JOVENCITAS


Estaba ya el Ford muy lejos muy lejos de los comedores y aún oía Riemenschneider la excitante risa de Jeannie, en el silencio de la noche sobre los campos desiertos.
-Perdóneme, agente, ¿me quiere conttestar a unna pregunta?. -preguntó el doctor volviendo la cabeza.
-Tal vez, pero mire siempre al frente.
-¿Cuánto tiempo hacía que me staban mirando?
-Es una pregunta muy tonta, pero no tengo inconveniente en contestarla. Dos o tres minutos.
-Gracias.
El tiempo que duraba un solo disco, se dijo Riemenschneider a sí mismo. ¡Y he estado oyendo una docena o más!
-¿Por qué no salimos de la lluvia? -dijo el policía sin volver la cabeza.
-No nos moriremos por eso, ¡quieto ahí! -dijo el policía.
-¿Y yo? -preguntó Schurz, que ya estaba algo intimidado.
-Puede meterse en el coche si quiere-
Schurz miró a su parroquiano, que ni miraba ni hablaba. Y, sin más, se dirigió al coche y se metió dentro.
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9.UN FINAL DIGNO DE UNA GRAN PELÍCULA


Dix quería volver con el caballo negro. Volvió la cabeza lentamente sobre la dura almohada del lecho.
-Parece como si quisiera decir algo- habló el médico.
Todos observaban a Dix en medio de un silencio angustioso.
-...lo que siempre dije...el mejor de todos. El bayo estámuy bien, es un bonito caballo. Pero el negro...
Woodford abrió mucho los ojos.
-Está hablando de Jett Prince. Hace más de cuarenta años que no me acordaba de ese caballo.
Doll empezó a sollozar y la señora Jamieson la miró con irritación, pero luego su cara se suavizó un poco.
Dix murió poco después de la medianoche.
«Yo los traigo al mundo y yo los entierro. Con todos pasa igual -pensó el doctor Carmichael-. Es un poco doloroso»
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